Hay muchas formas de hacer
frente a las enfermedades mentales (ya sabéis los que me seguís
habitualmente que no me gusta esa terminología, pero así nos
entendemos todos).
Hay formas radicales que no
sirven de nada porque sólo llevan a la muerte o al hastío. A la
muerte lleva por ejemplo el suicidio y eso no es solución de nada,
es simplemente la aniquilación de toda esperanza, hacer que
desaparezcan los problemas a la vez que la propia existencia. Inútil
total.
Y hay cosas que llevan al
hastío como meterse en la cama y dormir montones de horas o estar
despierto pensando o huyendo de manera imposible de los pensamientos
porque estos atacan siempre y pueden dejar muy malherido.
Hay formas constructivas de
hacer frente a las enfermedades mentales. Se puede luchar con la
medicación, que es imprescindible. Hace años yo era enemigo de las
pastillas, pero ahora soy partidario acérrimo de la medicación. Lo
comprobé en el único ingreso que he tenido en mi vida.
Se puede hacer frente a las
enfermedades mentales con diversas terapias: individuales,
colectivas, de pareja, etc. También con otras terapias alternativas
menos tradicionales como la bioenergética, que yo tuve ocasión de
practicar y me sentó francamente bien, pero no me hizo superar mis
problemas ni los síntomas de mi enfermedad.
También sirve a veces la
meditación combinada con la relajación. Ésta me ayuda mucho. La he
hecho poco antes de empezar a escribir este artículo y me he quedado
más tranquilo y con mejor disponibilidad para escribirlo.
Hoy quiero hablar de otra
forma de hacer frente a la enfermedad: la oración.
Yo soy creyente. Mi religión
es la cristiana y me considero una persona de fe. Tener fe y orar van
unidos de la mano. Es imposible tener fe y no rezar porque rezar es
la fórmula más normal de relación con Dios, de comunicación con
el Altísimo.
Yo no soy mucho de ir a misa y
asistir a la Eucaristía. Antes sí, pero me entró hace años la
pereza y dejé de acudir. Pero nunca he dejado de rezar.
Yo rezo varias veces al día.
Cuando me levanto es una de las primeras cosas que hago. Suelo rezar
después de almorzar cuando ya me quedo tranquilo sentado en mi
sillón azul. Rezo también a la caída de la tarde, cuando el sueño
se va acercando y es propicio ponerse en contacto con Dios. Y rezo
poco antes de dormir, como una manera perfecta de coger el sueño y
estar en sintonía con el Altísimo.
Rezar es gratis. Si vas al
cine a relajarte y olvidarte de los problemas te van a cobrar la
entrada, más o menos dinero. Y eso es un ejemplo de los muchos que
podría poner. Pero rezar interiormente o de viva voz es una
actividad gratuita que sólo requiere un esfuerzo temporal y la
satisfacción inmensa que produce. Y tiene muy grandes beneficios
para la salud mental, para los problemas que se tengan relacionados
con la enfermedad mental.
Yo rezo las oraciones
tradicionales: el Padrenuestro, el Avemaría, el Gloria, etc. Rezo
también oraciones que yo mismo he escrito y que son fruto de la
complicidad directa que tengo con Dios. Él me comprende y sé que me
disculpa que me salga de la línea tradicional del rezo. Me gusta
escribir y escribí hace años un libro de poemas dedicado
íntegramente a Dios titulado significativamente Grito. Eran 174
estrofas que eran a su vez 174 oraciones que le contaban a Dios
muchas cosas. También había reproches porque mi relación con Él
es de absoluta confianza y como amigos que creo que somos debo tener
la confianza suficiente para decir cosa por cosa todo lo que pienso y
siento, y eso incluye lo que no me gusta, las cosas con las que no
estoy de acuerdo. El libro funcionó bien y recibí la aprobación de
muchas personas creyentes que se sintieron identificadas conmigo
porque mi libro era una forma también de rezar.
Rezo también una oración muy
especial que descubrí cuando fui a Ávila en el año 2001 a visitar
la casa natal de Santa Teresa de Jesús. Una casa muy humilde y muy
bonita al mismo tiempo.
Había una pequeña tienda
donde se vendían recuerdos de la visita y yo compré un pequeñito
cuadro con una oración inventada por la propia Santa Teresa. Es
decir: Santa Teresa también escribía oraciones como yo. Así que no
es tan extraño lo que hago cuando escribo y me invento oraciones.
Sus libros no son sino oraciones a Dios, su forma de transmitir toda
su mística, toda su fe en Dios. Es su forma de transmitir a los
demás su proximidad con Dios, su éxtasis en el que caía con
frecuencia en un estado de espiritualidad máxima.
La oración que compré en la
tiendecita de la casa de Santa Teresa es: Nada te turbe, nada te
espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia toda lo alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta.
No se puede decir más con
menos palabras. Me aprendí la oración de memoria en el mismo viaje
y durante estos 17 años que han pasado del viaje la he rezado varias
veces todos los días, muchas veces en momentos de dificultad
extrema en los que me he sentido muy aliviado y reconfortado.
Por cierto: parece mentira que
hayan pasado ya 17 años de mi visita a la casa de Santa Teresa de
Jesús. Tenía yo 40 años. Pasa el tiempo tan deprisa que da miedo.
Yo a veces siento miedo del rápido transcurrir del tiempo. Es
imparable. La oración también alivia la angustia del paso del
tiempo.
La oración en realidad alivia
muchas angustias, no sólo las del paso del tiempo. Las angustias
existenciales, los problemas cotidianos encuentran su alivio en la
oración, sobre todo en la de Santa Teresa, una oración
tremendamente sencilla, al alcance de cualquiera. La persona menos
culta puede entenderla perfectamente. Es la sencillez por naturaleza.
Es una forma de acercarse a Dios desde la profundidad y la sencillez
al mismo tiempo. Santa Teresa sabía cómo hacerlo.
Después de Ávila he conocido
a muchas personas que conocían esa oración. Así que es una oración
popular, rezada por muchas personas, ampliamente difundida y que ha
llegado a todos los confines del mundo.
Yo rezo y voy a seguir
haciéndolo. Como voy a seguir tomando mi medicación para sentirme
mejor y aliviar los síntomas. Y voy a seguir acudiendo a la
psicóloga y a la psiquiatra. Ambas me alivian a su manera. Si yo no
pongo de mi parte nadie lo va a poner por mí. Y tengo que seguir
alejándome de las personas negativas y las personas que me hacen
daño porque no hacen sino empeorar mi enfermedad.
Es decir: tengo que
protegerme. No crear una coraza impenetrable sino una especie de
aduana del alma que deje pasar sólo lo bueno, lo que me sirva de
verdad, lo que me alivie, no las cosas que me causen daño. Tengo que
estar siempre alerta porque soy una persona muy sensible y muchas
cosas me afectan desmedidamente y he de mirar por mí.
El enfermo mental (para
entendernos) tiene que mirar mucho por sí mismo porque ese alivio es
fundamental para la recuperación o el mantenimiento. Y a ese
mantenimiento hay que añadir todas las cosas positivas que ayuden. Y
la oración es una cosa perfectamente válida que a mí me sirve.
Invito a la oración a todos
los que sean creyentes y padezcan alguna enfermedad mental. Puede que
encuentren el alivio que yo encuentro. Eso me haría muy feliz. Salud
y suerte.
José
Cuadrado Morales
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