lunes, 22 de octubre de 2018

ORACIÓN

Hay muchas formas de hacer frente a las enfermedades mentales (ya sabéis los que me seguís habitualmente que no me gusta esa terminología, pero así nos entendemos todos).
Hay formas radicales que no sirven de nada porque sólo llevan a la muerte o al hastío. A la muerte lleva por ejemplo el suicidio y eso no es solución de nada, es simplemente la aniquilación de toda esperanza, hacer que desaparezcan los problemas a la vez que la propia existencia. Inútil total.
Y hay cosas que llevan al hastío como meterse en la cama y dormir montones de horas o estar despierto pensando o huyendo de manera imposible de los pensamientos porque estos atacan siempre y pueden dejar muy malherido.
Hay formas constructivas de hacer frente a las enfermedades mentales. Se puede luchar con la medicación, que es imprescindible. Hace años yo era enemigo de las pastillas, pero ahora soy partidario acérrimo de la medicación. Lo comprobé en el único ingreso que he tenido en mi vida.
Se puede hacer frente a las enfermedades mentales con diversas terapias: individuales, colectivas, de pareja, etc. También con otras terapias alternativas menos tradicionales como la bioenergética, que yo tuve ocasión de practicar y me sentó francamente bien, pero no me hizo superar mis problemas ni los síntomas de mi enfermedad.
También sirve a veces la meditación combinada con la relajación. Ésta me ayuda mucho. La he hecho poco antes de empezar a escribir este artículo y me he quedado más tranquilo y con mejor disponibilidad para escribirlo.

Hoy quiero hablar de otra forma de hacer frente a la enfermedad: la oración.
Yo soy creyente. Mi religión es la cristiana y me considero una persona de fe. Tener fe y orar van unidos de la mano. Es imposible tener fe y no rezar porque rezar es la fórmula más normal de relación con Dios, de comunicación con el Altísimo.
Yo no soy mucho de ir a misa y asistir a la Eucaristía. Antes sí, pero me entró hace años la pereza y dejé de acudir. Pero nunca he dejado de rezar.
Yo rezo varias veces al día. Cuando me levanto es una de las primeras cosas que hago. Suelo rezar después de almorzar cuando ya me quedo tranquilo sentado en mi sillón azul. Rezo también a la caída de la tarde, cuando el sueño se va acercando y es propicio ponerse en contacto con Dios. Y rezo poco antes de dormir, como una manera perfecta de coger el sueño y estar en sintonía con el Altísimo.
Rezar es gratis. Si vas al cine a relajarte y olvidarte de los problemas te van a cobrar la entrada, más o menos dinero. Y eso es un ejemplo de los muchos que podría poner. Pero rezar interiormente o de viva voz es una actividad gratuita que sólo requiere un esfuerzo temporal y la satisfacción inmensa que produce. Y tiene muy grandes beneficios para la salud mental, para los problemas que se tengan relacionados con la enfermedad mental.
Yo rezo las oraciones tradicionales: el Padrenuestro, el Avemaría, el Gloria, etc. Rezo también oraciones que yo mismo he escrito y que son fruto de la complicidad directa que tengo con Dios. Él me comprende y sé que me disculpa que me salga de la línea tradicional del rezo. Me gusta escribir y escribí hace años un libro de poemas dedicado íntegramente a Dios titulado significativamente Grito. Eran 174 estrofas que eran a su vez 174 oraciones que le contaban a Dios muchas cosas. También había reproches porque mi relación con Él es de absoluta confianza y como amigos que creo que somos debo tener la confianza suficiente para decir cosa por cosa todo lo que pienso y siento, y eso incluye lo que no me gusta, las cosas con las que no estoy de acuerdo. El libro funcionó bien y recibí la aprobación de muchas personas creyentes que se sintieron identificadas conmigo porque mi libro era una forma también de rezar.

Rezo también una oración muy especial que descubrí cuando fui a Ávila en el año 2001 a visitar la casa natal de Santa Teresa de Jesús. Una casa muy humilde y muy bonita al mismo tiempo.
Había una pequeña tienda donde se vendían recuerdos de la visita y yo compré un pequeñito cuadro con una oración inventada por la propia Santa Teresa. Es decir: Santa Teresa también escribía oraciones como yo. Así que no es tan extraño lo que hago cuando escribo y me invento oraciones. Sus libros no son sino oraciones a Dios, su forma de transmitir toda su mística, toda su fe en Dios. Es su forma de transmitir a los demás su proximidad con Dios, su éxtasis en el que caía con frecuencia en un estado de espiritualidad máxima.
La oración que compré en la tiendecita de la casa de Santa Teresa es: Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia toda lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta.
No se puede decir más con menos palabras. Me aprendí la oración de memoria en el mismo viaje y durante estos 17 años que han pasado del viaje la he rezado varias veces todos los días, muchas veces en momentos de dificultad extrema en los que me he sentido muy aliviado y reconfortado.
Por cierto: parece mentira que hayan pasado ya 17 años de mi visita a la casa de Santa Teresa de Jesús. Tenía yo 40 años. Pasa el tiempo tan deprisa que da miedo. Yo a veces siento miedo del rápido transcurrir del tiempo. Es imparable. La oración también alivia la angustia del paso del tiempo.
La oración en realidad alivia muchas angustias, no sólo las del paso del tiempo. Las angustias existenciales, los problemas cotidianos encuentran su alivio en la oración, sobre todo en la de Santa Teresa, una oración tremendamente sencilla, al alcance de cualquiera. La persona menos culta puede entenderla perfectamente. Es la sencillez por naturaleza. Es una forma de acercarse a Dios desde la profundidad y la sencillez al mismo tiempo. Santa Teresa sabía cómo hacerlo.

Después de Ávila he conocido a muchas personas que conocían esa oración. Así que es una oración popular, rezada por muchas personas, ampliamente difundida y que ha llegado a todos los confines del mundo.
Yo rezo y voy a seguir haciéndolo. Como voy a seguir tomando mi medicación para sentirme mejor y aliviar los síntomas. Y voy a seguir acudiendo a la psicóloga y a la psiquiatra. Ambas me alivian a su manera. Si yo no pongo de mi parte nadie lo va a poner por mí. Y tengo que seguir alejándome de las personas negativas y las personas que me hacen daño porque no hacen sino empeorar mi enfermedad.
Es decir: tengo que protegerme. No crear una coraza impenetrable sino una especie de aduana del alma que deje pasar sólo lo bueno, lo que me sirva de verdad, lo que me alivie, no las cosas que me causen daño. Tengo que estar siempre alerta porque soy una persona muy sensible y muchas cosas me afectan desmedidamente y he de mirar por mí.
El enfermo mental (para entendernos) tiene que mirar mucho por sí mismo porque ese alivio es fundamental para la recuperación o el mantenimiento. Y a ese mantenimiento hay que añadir todas las cosas positivas que ayuden. Y la oración es una cosa perfectamente válida que a mí me sirve.
Invito a la oración a todos los que sean creyentes y padezcan alguna enfermedad mental. Puede que encuentren el alivio que yo encuentro. Eso me haría muy feliz. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

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