miércoles, 11 de julio de 2018

PEQUEÑAS TRAGEDIAS

En la vida hay numerosas emociones, sensaciones, sentimientos, angustias, ansiedades y multitud de cosas que nos afectan en mayor o menor medida. También existen lo que llamo yo pequeñas tragedias, tragedias que no son tan pequeñas en cuanto nos afectan a nosotros mismos y nos pueden causar un gran sufrimiento, pero prefiero considerarlas pequeñas porque hay otras tragedias que son mucho más grandes. Pondré un ejemplo para ilustrar lo que quiero decir con pequeñas tragedias.
Y voy a poner como siempre un ejemplo personal para que quede aún más claro. Como saben los que me siguen habitualmente yo he publicado recientemente mi segunda novela titulada Amistades y amores, que es la segunda de una trilogía titulada Monólogo en clave neurótica. La primera novela de la trilogía se llama Historia de una obsesión. Falta la tercera novela que se publicará el año que viene Dios mediante. Aún no tiene título, aunque está casi escrita a falta de corrección.
La trilogía es la historia de un enfermo de Trastorno Obsesivo Compulsivo, enfermedad más comúnmente conocida por sus iniciales TOC. Pero no hablo sólo de la enfermedad sino que desarrollo ampliamente la vida del protagonista Leocadio Gómez Encías, que tiene un alter ego llamado Procopio Boñiga. Hablo de sus relaciones de pareja, de sus amistades, de sus aficiones y un largo etcétera porque una trilogía da para mucho.
Amistades y amores, mi reciente libro, lo he publicado como todos mis 16 libros hasta la fecha por el sistema de coedición, es decir, publicamos una editorial y yo y ponemos cooperativamente el dinero total del libro. Después, una vez publicado el libro, la editorial vende sus ejemplares y yo vendo los míos. Cada uno como quiere o puede.
Yo he empezado a vender mis ejemplares. Lo hago lógicamente entre mis amistades, conocidos, compañeros de la Ura, profesionales de la Ura y un largo etcétera. A veces me encuentro con un no por respuesta, pero eso entra dentro de la publicación de un libro y de su venta.
He estado vendiendo mi libro y va la cosa bien. Lo que ocurre es que me ha pasado algo muy curioso que a mí me resulta una pequeña tragedia a la que le he dado la respuesta adecuada.
Lo cuento. Llamé a mi mejor amigo, que sabía que iba a publicar nueva novela, y le dije que ya se había publicado. Entonces se hizo el silencio en el teléfono. Pasado un cierto tiempo que se hizo eterno me dijo que había estado reflexionando mucho sobre si comprar mi novela o no y finalmente después de mucho tiempo había decidido no comprarla.
Yo le pregunté si estaba tomando una decisión tan trascendente para la Historia de la Humanidad. Se trataba sencillamente de invertir 15 euros en la compra de una novela de su mejor amigo y me encontraba con el no por respuesta después de una larga reflexión. Ni que tuviera una decisión que afectara a su vida misma.
Yo me quedé helado. Dios mío, pensé: si ni mi mejor amigo me compra la novela quién me la va a comprar. Eso fue lo primero que me dio por pensar, en un momento de baja autoestima.
Me dijo mi amigo para argumentar más su decisión que tenía que aprender a decir que no. Yo le dije que si tenía que empezar a saber decir que no precisamente con mi novela. Él me dijo que cualquier momento era bueno. Y me tocó a mí. Le insistí un poco, pero finalmente desistí porque estaba claro que mi mejor amigo no compraría mi novela. Podría tacharlo de la lista de posibles compradores.
Pero ésta no es la pequeña tragedia. Esto lo considero una circunstancia de la vida, imprevista por completo, pero una circunstancia más a la que no tenía por qué darle importancia excesiva.
Pero durante unos minutos se la di y entonces ocurrió la pequeña tragedia que para mí era una gran tragedia: SENTÍ LÁSTIMA DE MÍ MISMO. Odio sentir lástima de mí mismo. Ya aquí escribí una vez un artículo titulado Victimismo y hablaba de que no había que sentir lástima de uno mismo para no provocar el victimismo, el llamar la atención mediante el sufrimiento y sus múltiples variantes.
Sentí lástima de mí mismo durante unos horribles minutos. Pero reaccioné a tiempo y le dijo a la lástima que se fuera a hacer gárgaras. Que yo era fuerte y que no me iba a dejar aplastar por el hecho de que mi mejor amigo no quisiera comprar mi novela, cosa con la que no contaba en absoluto.
Entonces me sobrepuse y me dije a mí mismo que adelante, que había que vender esa novela que había sido rechazada como fuera en aquel momento. Y se me ocurrió pensar en el camarero del bar donde suelo desayunar cada mañana. Es una persona muy leída, muy culta, muy viajada también. Estaba seguro de que me la compraría. Lo que estaba claro es que no perdía nada por intentarlo.
Fui al bar. Ya no era la hora del desayuno. Le ofrecí mi novela y la aceptó sin rechistar. Me dijo que le encantaban las novelas. No le gustaba la poesía. Vendí mi novela despreciada por mi mejor amigo. Y la vendí a una persona que conozco sólo de ser cliente y dependiente. Me puse muy contento y mi autoestima se disparó. Había vendido mi novela y estaba radiante. No sabéis la alegría que me produce vender un ejemplar de mi novela y más cuando ha sido rechazada previamente.
Salí del bar con ganas de vivir, de seguir luchando por mi novela, es decir, por mi trabajo, el trabajo de todo un año entre escribir mi novela a mano, pasarla a máquina, corregirla, volver a pasarla a limpio, enviarla a la editorial, recibir el presupuesto, imprimirla, corregir las primeras y segundas pruebas de imprenta y recibir la edición definitiva. Un año de mi vida que mi amigo se había cargado con un no absoluto y yo había convertido en una pequeña tragedia: la autolástima.
No quiero volver a sentir lástima de mí mismo. Eso sí: no debo esperar nada de nadie para no llevarme decepciones. Muchas personas que me prometieron comprar mi novela lo han hecho y con eso me tengo que quedar. Tengo que ser positivo y valorar los ejemplares vendidos, no los ejemplares rechazados.
Ya estoy preparando mi tercera novela de la trilogía. Insisto en que aún no tengo el título. Suelo ponerlo al final. Lo que sí tenía claro desde un principio era el título de la trilogía. Estoy ahora en la fase de escritura a mano de mi tercera novela. Ahí sigo indagando en otros aspectos de la vida de Leocadio, por ejemplo su labor como escritor. Es un poco alter ego de mí mismo, es decir, se combinan elementos de ficción con cosas reales. Así las novelas son juegos con el lector para que averigue qué es de Leocadio y qué es mío.

En mi segunda novela también he dejado muchos capítulos sin título para que el lector participe más activamente poniendo el título que le parezca mejor. He utilizado elementos de la novela contemporánea como el monólogo interior libre, la escritura surrealista, el contrapunto y otros. He puesto en mi novela lo mejor de mí.
Por eso me ha dolido el no de mi mejor amigo, pero más mi pequeña tragedia de la autolástima. No quiero volver a sentirla.
Y mi mejor amigo sigue siendo mi mejor amigo. No he tomado la actitud infantil de dejar de hablarle o romper nuestra relación.
Seguimos enviándonos whatsApps diariamente y teniendo buena comunicación. El no a mi novela ha quedado como una simple anécdota y yo sigo vendiendo mi novela y me encuentro con síes y noes a partes iguales. Pero conseguiré vender todos los ejemplares de mi novela que me corresponden. La editorial está haciendo lo propio con los suyos.
Viva la fuerza de voluntad y viva la autoestima. Y viva el lema que tengo, uno de ellos: autoestima, flexibilidad, no todo debe de ser perfecto, seguridad, sin miedo. Adelante siempre Pepe. Adelante siempre amigos. Quiero dejar este mensaje final de optimismo . Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

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