lunes, 9 de abril de 2018

LOS FINES DE SEMANA Y LOLI

Quienes siguen habitualmente mis artículos conocen sobradamente mi fobia hacia los fines de semana. Ya la he explicado ligeramente en otras ocasiones por diferentes circunstancias. Ahora voy a dedicar un artículo entero al tema para que quede definitivamente concretado.
Este fin de semana ha sido también duro pero ha sido especial por algo que explicaré más adelante. El sábado fue un día normal. Lo dediqué a las tareas domésticas como es habitual en mí: lavar la ropa, limpiar la casa, hacer la compra y todo lo demás. Tras almorzar me entró la modorra que me suele entrar los fines de semana: me senté en mi sillón azul y me quedé dormido. Y ahí pasé la tarde. No estaba aburrido, pero estaba extraño, pesado. No tenía ganas de ver la tele y tampoco ganas de hacer ninguna otra cosa en especial. Sólo me apetecía meterme en la cama, pero no porque estuviera deprimido, sino porque estaba excesivamente flojo. Era como si las fuerzas que tenía al principio del día hubieran desaparecido de inmediato y yo me hubiera convertido en un ser sin vida, exánime, deseoso de amortajarme entre las sábanas.
Y entre las sábanas me metí. No dormí mucho. Me levanté a las 5.30, que es mi hora habitual de levantarme. Salí a desayunar a mi bar de los domingos y no tenía apetito, cosa rara en mí por las mañanas que es cuando más ganas de comer suelo tener. Desayuné, pues eso, desganado una tostada con paté y me fui rápidamente para casa.
Y ya en casa me entró de nuevo el sopor de los fines de semana. Sentía pesado todo mi cuerpo. No sé si era la falta de obligaciones como cuando tengo Ura o qué, pero me sentía mal. Se me ocurrió escuchar por la radio el partido del Sevilla con el Leganés. Para mi disgusto perdió el Sevilla 2-1 porque juega con mucha desgana. Sólo le van bien los partidos que son eliminatorias, como ocurre con la Copa del Rey o la Liga de Campeones. Reconozco que me afectó considerablemente la derrota del Sevilla.

Después estuve pendiente del partido del Real Betis Energía Plus de Baloncesto que se la jugaba contra el Retabet Bilbao y también perdió. Mi decepción fue doble. La verdad es que mi modorra se combinó con un poquito de desánimo y sólo se me ocurrió tomarme un plátano y un yogur y meterme en la cama a las tres de la tarde. He dormido a ratos hasta las 12 de la noche, contestando whatsApps que me enviaban familiares y amigos. Me he levantado aunque no lo creáis a las 12 de la noche, a la hora que se acuestan muchas personas. Yo no podía estar más en la cama. Cuando no puedo dormir me entran dolores en las articulaciones y me tengo que levantar.
Hechos mis rituales del trastorno obsesivo compulsivo me vestí y me fui a la calle a hacer algunas operaciones en el cajero automático del banco. Los hago más cómodamente. Después fui a una farmacia de 24 horas a sacar las medicinas con la tarjeta sanitaria. Es una evidente comodidad. Más tarde me senté un rato en mi sillón azul y me quedé ligeramente dormido pero cogí un poquito de frío y se me cortó el cuerpo. Todo lo que no es normal no es normal. Me puse el chaquetón y me fui a la calle a eso de las 5 de la mañana.
Estuve paseando un rato. Cuando menos me lo esperaba se me acercó una chica y me preguntó: “¿Me invitas a desayunar?”. Si tuviera que invitar a desayunar a todos los que me lo piden o dar dinero a todos los que hacen lo mismo no tendría para vivir. Pero esta chica me habló con una voz muy dulce y me convenció con su solo aspecto. Y le dije que sí. Hay un bar que abre muy temprano y fuimos hasta él. Ella se pidió una tostada con sobrasada. Estuvo en todo momento muy educada y sobre todo muy agradecida, que no está el mundo sobrado de agradecimiento.
Estuvimos charlando de muchos temas. Hasta que saqué el tema de la Literatura. Le dije que había publicado libros, que ahora estaba preparando la publicación de mi segunda novela, etc. Ella me confesó que también escribía, pero que no había publicado nada. Hago el inciso para decir que no le pregunté en ningún momento por qué estaba a esas horas por la calle. Ella tampoco me preguntó a mí.

Ella me dijo que no sabía cómo publicar sus textos. Yo le expliqué que no era tan difícil y le dije paso a paso cómo tenía que publicar sus libros. Para valorar su calidad le pregunté si sabía algunos de sus poemas de memoria, cosa que yo no sé, y me dijo que sí y me los recitó. Me gustaron. Están muy bien. Creo que puede tener futuro. Le pregunté cómo se llamaba y me dijo que Loli. Yo también le dije mi nombre. Y nos dimos sendos besos recatados en la mejilla. Fue un momento muy bonito que se lo agradezco a la noche y al mal fin de semana que había pasado porque gracias a él yo estaba en aquel momento con esa desconocida.
Me estuvo después contando muchos detalles de su vida sin pedirme a cambio detalles de la mía, cosa que le agradecí porque no estaba yo para contar muchas cosas de mi existencia. Ya lo hago bastante en mis libros y en mis artículos semanales. Lo hacía con un desparpajo evidente y con muestras de tener ganas de comunicación. Creo que se sentía muy sola y tenía muchas ganas de conversación y había encontrado al compañero perfecto. Ahora me pregunto qué hacía a esas horas por la calle, pero nunca se lo preguntaré.
Ella me preguntó si podíamos vernos otro día para darme uno de sus libros para leerlo y darle una opinión más formada sobre su literatura y yo le dije que por supuesto, que era un placer. Me dio su teléfono móvil y yo le di el mío y dijimos que ya nos llamaríamos para quedar para eso. Nos despedimos con otros sendos besitos púdicos en la mejilla. Ella cogió el autobús 2 y yo ya me vine para la Ura para empezar mis actividades.

Pensé en aquello tan consabido de que no hay mal que por bien no venga. Gracias a haberme levantado a las 12 de la noche he hecho una amistad que quién sabe lo que puede traerme de bueno en mi vida. Nunca sabes cuándo vas a encontrar a alguien especial. El destino está lleno de paradojas y ésta puede ser una de ellas.
Pero no quiero pasar más fines de semana como éste. No quiero estar en la cama de día. No quiero hacer creer a mis amigos y familiares que estoy bien y en realidad estoy mal pero es que no quiero preocupar a nadie. Vivo solo como sabéis y estando yo con mis cuitas me avío como puedo y tiro para adelante.
Voy a intentar que el próximo fin de semana sea diferente. Voy a intentar no meterme más en la cama de día. Comer ordenadamente. Llevar unas pautas de trabajo más lógicas. No necesitar de la Ura como un desamparado que se ve perdido sin ella. Porque así es como me siento los fines de semana: sin la responsabilidad de ir a la Ura y tener obligaciones concretas que hacer como lo que estoy haciendo en este momento: escribir mi artículo, que hago con enorme placer.
Voy a intentar que me afecten menos las derrotas de mis equipos y ser más fuerte ante la adversidad. No queda otra. No se puede uno sentir débil ante cualquier contratiempo. No se puede planear la derrota como una forma de vida. Eso no es así. Hay que ser más maduro. Tengo ya 56 años y una experiencia de vida con los problemas de nervios más que evidente y he de aprender de ella si no de qué me sirve.
Aunque este fin de semana me haya permitido conocer a Loli no puedo seguir pasando los fines de semana como hasta ahora. Es el compromiso que adquiero conmigo mismo en este artículo y que estoy dispuesto a cumplir como ya he cumplido otros anteriormente y de los que también he dejado constancia escrita en estos artículos.
Estos artículos son trozos de mi vida que aquí voy dejando para vosotros. Espero que os enseñen algo o que os digan algo y que nos mantengan unidos siempre. Ésa es mi intención. Gracias por leerme. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

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