Ha
muerto Julio Manuel de la Rosa, un excelente escritor no muy conocido
por desgracia y una mejor persona.
Tuve
la suerte de conocerlo en 1979 cuando empecé mis estudios de
Periodismo en el Centro Español de Nuevas Profesiones de Sevilla,
que dependía de la Facultad de Ciencias de la Información de la
Universidad Complutense de Madrid. Aquí estudiábamos todo el año y
después teníamos que ir a final de curso a Madrid a examinarnos.
Era duro porque te tocaban profesores que no conocías de nada y no
sabías qué temas podían tocar más y otros problemas. La
enfermedad se metería por en medio y no conseguí acabar con mis
estudios de Periodismo. Me quedé en tercero. Actualmente ya hay
Facultad de Ciencias de la Información en Sevilla.
Tuve
la suerte también de tener a Julio Manuel como profesor de Redacción
Periodística y Literatura Española. Aprendí mucho con él. Tenía
una manera de dar las clases muy pausada, muy tranquila. Daba gusto
oírle y era muy comprensivo con todas las preguntas que teníamos
que hacerle.
Recuerdo
que una vez nos mandó en Redacción Periodística un ejercicio libre
y yo escribí un trabajo que él calificó de excelente. Me alegró
mucho porque era la primera vez que yo utilizaba los elementos
propios de la novela contemporánea como el monólogo interior libre,
el contrapunto y otros elementos importantes. Aquello me animó mucho
más a escribir siguiendo los patrones de la novela contemporánea. Y
ahora precisamente los he aplicado para mi segunda novela que saldrá
aproximadamente sobre julio y es la segunda parte de Monólogo en
clave neurótica y que ya tiene título: Amistades y amores.
Julio
Manuel de la Rosa en ese sentido fue mi maestro porque me abrió,
sobre todo, con James Joyce y su libro Ulises un campo desconocido de
la narrativa. Para entrar a trabajar en El Correo de Andalucía
precisamente le hice a Julio Manuel una entrevista sobre el Ulises de
James Joyce, una novela trascendental en la historia de la Literatura
y particularmente en la historia de la novela contemporánea. Junto
con En busca del tiempo perdido de Marcel Proust pueden ser las dos
novelas claves para entender los cambios que ha vivido la novela en
el siglo XX y en lo que llevamos de siglo XXI.
Julio
Manuel de la Rosa siempre tenía abierto su despacho a todo el que
necesitara algo de él. Era muy servicial. Un gran profesor y un
extraordinario tutor que solventaba toda clase de problemas.
Abundaban con esto de depender de la Universidad de Madrid.
Tenía
una conversación pausada, contagiosa. Hablaba tan lentamente que
parecía que estaba fabricando él las palabras. Se pasaba con
frecuencia la lengua por los labios y fumaba como un carretero. No
paraba. Era de los que empalmaba un cigarro con otro sin parar. Tenía
los dedos manchados de tanto tabaco. Pero no ha sido el tabaco lo que
lo ha matado, sino la vida misma. Y estoy francamente triste porque
él hizo por mí mucho más de lo que hace un profesor normal.
Llegó
a ir a mi casa varias veces cuando empezaba a estar malo de los
nervios. Yo empecé a faltar a clase porque estaba malo y él se
interesó tanto por mí que fue a ver a mis padres y a convencerme de
que mi destino era ser periodista y escritor. Y trabajé como
periodista hasta que ya no pude hacerlo por mi enfermedad. Y no he
dejado de escribir nunca. La Literatura es lo que siempre me ha
acompañado y se lo debo en gran medida a Julio Manuel de la Rosa, un
hombre de enorme corazón.
A
mí me regaló una vez un pequeño ensayó sobre Luis Cernuda, una
delicia de libro, donde me escribió la dedicatoria que más ha
marcado mi vida: “Ojalá toda tu fuerza de hoy se torne comprensión
para mañana”. Yo entonces tenía una fuerza tremenda a pesar de mi
enfermedad y me quería comer el mundo. No era soberbia. Era
capacidad de trabajo y un poco de ceguera ante los problemas de los
demás. Por eso él creía que todo aquello se tenía que convertir
en comprensión para el futuro. Y así ha sido. Me he acordado de esa
dedicatoria innumerable cantidad de veces a lo largo de mi vida y
conservo el libro como un gran tesoro. Ahora, con 56 años, considero
que tengo una capacidad de comprensión que nunca tuve, que me la ha
dado la enfermedad, pero también el paso de los años. Julio Manuel
ha muerto si no me falla la memoria con 83. Una larga vida, vivida
con intensidad, como profesor, contertulio, escritor, ensayista,
conferenciante, etc. Era un todoterreno de la Literatura.
Estaba
a punto de publicar su último libro. El más conocido era Fin de
semana en Etruria. Y se dio a conocer en 1962 con el Premio
Biblioteca Breve en cuyo jurado estaba nada más y nada menos que
Julio Cortázar, autor de Rayuela, otra novela fundamental para
comprender la novela contemporánea. De este libro he adoptado yo
para mi última novela la característica de división en capítulos
y poder leerlos en el orden que cada lector quiera, como si fuera
cada lector el autor de la novela. Algo novedoso en Rayuela que he
visto pocas veces y que a mí me ha parecido muy interesante para
Amistades y amores.
Julio
Manuel de la Rosa era escritor que maduraba mucho sus libros. Se
llevaba muchos años para escribir uno. Era minucioso. Lento como
hablaba, así escribía. Y andaba también con lentitud. Paseábamos
a veces charlando sobre Literatura plácidamente como quien va
flotando, para no molestar al suelo.
Julio
Manuel ha formado a una innumerable cantidad de generaciones de
periodistas que hoy pueblan las páginas de los diarios ABC, El
Correo de Andalucía y otros. Muchos han dado el salto a la prensa
nacional, al periodismo de alto nivel. Muchos se pueden sentir
orgullosos de su maestro porque de la Rosa se desvivía por sus
alumnos. Era como una especie de padre didáctico.
A
Julio Manuel se le enclava dentro de una generación llamada
“Narraluces” que a él nunca le acabó de gustar del todo. Los
narradores andaluces, entre los que estarían por ejemplo él mismo y
Alfonso Grosso, José María Vaz de Soto y otros muchos. Pero a él
esa combinación de narradores y andaluces nunca le satisfizo del
todo, pero así ha quedado en la historia de la Literatura. Yo creo
que se merece enclavarse en esa generación aunque no le gustara el
título porque fue un escritor excepcional, por desgracia muy poco
conocido. Como tantos otros escritores que pasan por la vida como
pidiendo permiso todos los días para estar en el mundo. Él no
perseguía la publicidad excesiva. Era humilde, trabajador, del día
a día, de escribir buenos libros y publicarlos cuando fuera posible
en editoriales menores. Le daban prestigio entre los escritores, pero
no popularidad entre los lectores. Por eso cuando dices que ha muerto
casi nadie lo conoce. Y me parece algo triste, pero pienso en su obra
publicada y me siento orgulloso de él. Porque los libros están ahí:
publicados. Para siempre. Para la Historia de la Literatura. Un poco
sigo yo también la misma política: yo publico en una editorial
menor y me siento orgulloso con la publicación de los libros. No
tengo el reconocimiento del gran público pero me siento satisfecho
de que mis libros vean la luz.
Yo
he compatibilizado la poesía y la narrativa. Julio Manuel
compatibilizó estupendamente la narrativa y el ensayo. Ensayos muy
lúcidos, muy estudiados, profundos conocedores de las materias que
trataban. Eso le dio mucho prestigio entre los profesores
universitarios que aconsejaban sus textos a sus alumnos para estudiar
a los diversos autores. Eso quiero decir que Julio era un excelente
lector, cualidad fundamental para poder ser un gran escritor.
Yo
no lloro su pérdida porque todos estamos condenados a morir.
Y
no la lloro porque ahí están sus libros publicados para leerlos una
y otra vez. Y están sus recuerdos, sus palabras, sus consejos, sus
opiniones, sus clases maestras, todo un bagaje que nunca se perderá.
Los
periódicos se han llenado de obituarios dedicados a él porque
reconocen su mérito en la formación de periodistas. He leído mucho
sobre él estos días y todo bueno. No creo que tuviera enemigos
porque su carácter no era para granjeárselos. Era una persona
sencilla, humilde en el hablar y en el proceder.
Gracias
Julio por todo. Por interesarte por mí cuando la enfermedad me
nacía y por ayudarme sobre todo a ser periodista y escritor. Y sobre
todo escritor. No dejaré de serlo hasta mi muerte. Siempre
encontraré como tú las palabras adecuadas para componer un nuevo
libro. Y ahora estoy con la aventura de tu narrativa aplicando todos
los conocimientos que me diste.
Muchas
gracias desde una distancia imposible. Salud y suerte.
José
Cuadrado Morales
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