El sábado fue el día peor de
los dos. Por la mañana lo dediqué a hacer las faenas domésticas,
preferentemente el lavado de ropa, que tenía mucha acumulada. El
tiempo acompañó y pude hacer todo lo que tenía previsto.
Avancé por la tarde a primera
hora un poquito más en la escritura de mi novela, la segunda parte
del Monólogo en clave neurótica, que aún no tiene título
decidido. Estoy pensando entre dos.
Después de eso me entró un
muermo terrible y me tuve que sentar en mi sillón azul y allí
estuve amodorrado hasta que me acosté temprano. Fue una tarde muy
tonta.
El domingo fue mejor
fundamentalmente porque ganó el Sevilla y eso es algo que me levanta
sobremanera el ánimo. Terminé de escribir mi novela y vi una
película en la tele: En la boda de mi hermana. Me acosté también
temprano y he dormido siete horas seguidas, todo un récord para mí.
He estado pensando este fin de
semana mucho en otros tiempos en los que yo salía mucho de casa y
callejeaba bastante. Me iba por muchos sitios, conocía gente, andaba
mucho, hacía ejercicio y me lo pasaba muy bien.
Siempre decía que para
conocer una ciudad a fondo había que perderse en ella y la mejor
manera era callejeando.
Eso lo descubrí por primera
vez cuando fui a Madrid en viaje de fin de curso de la E.G.B. en
1975. Yo solo agarré y me perdí por Madrid. Conocí un montón de
sitios hasta que me perdí de verdad y me agobié. Estuve dos horas
totalmente desorientado. Hasta que tuve que preguntar y me dijeron
dónde estaba la Plaza de España, que era mi centro de operaciones,
el punto de partida del que yo siempre arrancaba para todas mis
correrías.
Y resulta que me dijeron que
estaba a cinco minutos de la Plaza de España. Estaba muy cerca del
Palacio Real y en consecuencia de la Plaza de España. Fue una
primera consecuencia negativa del callejear: el extraviarse.
He vuelto a Madrid muchas
veces como saben mis lectores habituales. Y siempre he hecho lo
mismo: me sitúo en la Plaza de España y desde allí tiro para una u
otra parte. De vez en cuando tiro para un sitio nuevo y me pierdo y
así voy descubriendo monumentos, estatuas, placas conmemorativas y
diferentes asuntos recordatorios.
A veces callejear es duro
porque se anda mucho. Recuerdo que una vez en Madrid anduve seguidos
el Paseo de Recoletos y el Paseo de la Castellana hasta la Plaza de
Castilla. Fueron varios kilómetros. Acabé exhausto. Pocas veces en
mi vida me he cansado tanto como andando esos dos Paseos. Vi el
estadio del Real Madrid, impresionante. Pero más impresionante era
mi cansancio.
Eso me ha pasado más veces en
Madrid porque allí las distancias son muy largas y se cansa uno más.
En Sevilla es distinto. Las
distancias son más cortas. Y en Sevilla he utilizado el callejear
para escribir muchos de mis libros: iba con mi libreta de escritura
de bolsillo y mi bolígrafo mientras caminaba y me paraba en diversos
sitios para escribir las ideas que se me iban ocurriendo. Y así han
ido saliendo muchos libros que se han ido publicando en años
sucesivos.
Ahora me paso mucho tiempo
metido en casa. Es consecuencia de mi condición neurótica, el estar
encerrado en casa. Tengo que recuperar mis ganas de callejear, que en
cierta manera es recuperar mis ganas de vivir.
Callejeando he conocido a
algunas de mis novias porque iba a muchos bares, cines, teatros, etc.
y conocía gente. Intimábamos y surgía la relación. Ahora que
estoy metido en casa la mayor parte del tiempo no puedo conocer a
nadie. Gracias a formar parte de la Ura puedo conocer gente si no
estaría totalmente aislado y eso no es bueno, aunque hay ermitaños
que viven permanentemente solos en las montañas alejados de todo
signo de civilización.
Yo no quiero ser un ermitaño
aunque lleve una vida de tal. Y no estoy incómodo, lo reconozco.
Estoy compensando una vida de salir mucho y alternar más todavía.
De todas formas yo voy a Madrid todos los años. Paso cuatro días
muy bonitos que me recargan para todo el año. De vez en cuando voy a
otras localidades y me distraigo. Pero siempre solo.
De vez en cuando voy con mi
hijo, que va a cumplir 28 años, con quien mantengo una
extraordinaria relación a pesar de mi divorcio. Estoy contento de la
relación que mantengo con mi hijo. Es una de las cosas más
importantes de mi divorcio.
Cuando viajo para callejear en
otros lugares lo suelo hacer en tren porque el avión me da mucho
miedo. Lo he intentado varios veces pero no he podido vencer el miedo
a volar. El tren me encanta, ver el paisaje por la ventanilla me
llena de relajación y de belleza.
Callejear es muy bueno también
para hacer gimnasia. Se pone en actividad todo el cuerpo, se
ejercitan todos los músculos, las piernas se ponen muy fuertes y los
brazos. Yo estaba mejor físicamente cuando callejeaba. Ahora estoy
más gordo y más fofo. Tengo que mejorar mi cuerpo, para lo cual
necesito volver al callejeo. A ver si soy capaz de vencer mis miedos
neuróticos y camino ampliamente por mi ciudad favorita, Sevilla. Mi
segunda ciudad es Madrid.
Callejear es como un gimnasio
gratuito. No te gastas un céntimo y haces mucho ejercicio. Me lo
recomendaron varios médicos, así que no es que lo diga yo por
capricho. Tengo que poner más voluntad también que es fundamental
para todo. Sin voluntad no hay progresos ni conquistas.
He callejeado otras veces con
amigos que han hecho más ameno el paseo. Es una forma pues de hacer
amistad, de intimar, de estrechar relaciones con otras personas. Se
habla, se comentan cosas, se intima. Es bueno conversar y
enriquecerse. No todo el mundo debe girar en torno a uno mismo. El
mundo es mucho más ancho que todo lo que cabe dentro de uno mismo.
Hay que salir en el más amplio sentido de la palabra. Salir de las
cuatro paredes y salir de uno mismo. Callejear en ese sentido es muy
bueno psicológicamente.
Me lo han recomendado diversos
psiquiatras y a veces les hago caso. Otras puede más mi inclinación
neurótica a encerrarme en casa. Deseo que llegue el momento de
meterme en casa y no salir. Me comunico con el mundo por whatsapps,
que es una forma muy bonita de relacionarse dicho sea de paso.
Yo tengo muchos amigos por
whatsapps. Es un callejeo informático como yo lo llamo. Informático
o tecnológico. Son pequeñas cartas electrónicas que permiten una
rápida y profunda comunicación con los demás.
Hay más formas de callejeo
pero lo esencial queda dicho ya.
Invito a todos al callejeo, a
recorrer las calles, a conocer las ciudades a fondo, a conocer el
alma humana.
Sea por caminar y por todo el
esfuerzo físico que supone y lo bueno que resulta para la salud.
Salud, precisamente, y suerte.
José
Cuadrado Morales
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