martes, 31 de octubre de 2017

FASE ABSTRACTA

Por fin, y  gracias a  Dios, ya  es lunes. Bendito lunes. Maldito  fin de semana. Ya quedó  atrás. He pasado un  fin de semana francamente  malo , especialmente  ayer domingo  en que  pasé  una crisis de ansiedad  que  me  llevó  a la cama  excesivamente  temprano, concretamente a las siete de la  tarde. Después, a cambio, me he levantado a las 2.22 pero ya  repuesto  de la  crisis. He salido a la   calle  de madrugada,  he  dado un  paseo,  he desayunado y me he despejado porque  ya  se  va  notando  el fresquito del  otoño . Mañana  ya  cojo  la rebeca.
He  aprovechado también  en  esta  madrugada  fresquita  para  madurar  el   artículo  de  hoy. Se dice  habitualmente  que  las  fases  de  la  vida  de un  ser humano  son  la infancia, la juventud,  la madurez  y la vejez. Pero  a mí no me  interesan  hoy  esas  fases, sino las  fases  que  yo establecí para  la  enfermedad  mental en  un pequeño y humilde  librito de  psicología que  escribí  hace muchos  años , cuando precisamente estaba  en la fase abstracta de mi enfermedad.
Yo divido la enfermedad también en cuatro fases: fase elemental, fase abstracta, fase de adaptación y fase de culminación.
Es muy simple. La fase elemental es la fase previa a la aparición  de la enfermedad. En ella existe un desconocimiento total de la misma, no se sabe que se va a padecer, no hay síntomas. Existe una vida normal, elemental, básica. Uno vive bien disfrutando de una buena salud mental y no tiene problemas por consiguiente relacionados con ella. Tampoco existe un interés por el conocimiento de la misma porque no se padece y no hay en consecuencia afán de superación alguna.
La fase de adaptación, que es la tercera, como su nombre indica es la aceptación definitiva de la enfermedad. Se acaba la lucha contra ella en sentido negativo y se la acepta como parte de la propia existencia, como un ingrediente más del vivir cotidiano. No se extraña uno de que padezca una enfermedad nerviosa o mental. Se adapta uno a una vida que resulta dolorosa, pero se reconoce al mismo tiempo que es más doloroso aún vivir continuamente contra la enfermedad porque es como vivir contra uno mismo.
Y está la cuarta fase, que es la culminación, es decir, se llega al final de la enfermedad por dos vías: por la superación definitiva de la misma o por la propia muerte, que es la superación de todo. La fase de culminación es una fase de felicidad porque se recupera uno de la enfermedad o se pasa a mejor vida para los creyentes como yo que creemos en un paraíso donde todo será infinitamente más hermoso que en la Tierra.
Y hemos dejado para el final la fase abstracta, centro de este artículo. La abstracta es la fase más dura de todas porque supone el primer encontronazo con la enfermedad mental, el hallazgo de los primeros síntomas, el descubrimiento de que uno es un enfermo mental y el reconocimiento de que la enfermedad mental puede ser para siempre.
Comienza el proceso de ir a psicólogos y psiquiatras, a hacer psicoterapias individuales y de grupo, a aplicar terapias de lo más variadas para superar la enfermedad, es decir, estamos en un proceso de lucha contra la enfermedad.
Empieza también la toma de medicación, aunque no suele iniciarse con ella. Se suele empezar por hablar y reconducir la vida con la ayuda de profesionales que van indicando cuál es el camino correcto para ir por la vida sin padecer sufrimientos inútiles. Digo bien. Por ejemplo: el famoso en su momento psiquiatra Vallejo-Nágera definía a la depresión como un  sufrimiento inútil. Y efectivamente eso es básicamente la depresión: un sufrimiento inútil, un rumiar las cosas en exceso para no llegar a ninguna parte, salvo al decaimiento, al suicidio, a la locura, etc…
Después suele venir la toma de medicación, a la que suele haber una natural resistencia normal porque a nadie le gusta tomar medicinas de nervios en un principio. Existe un estigma en general de la enfermedad mental, pero también existe un estigma particular adaptado a la toma de medicación. Ya he hablado en algunas ocasiones en este blog de este tema. Hay que romper los prospectos y centrarse en la mayor o menor eficacia de los medicamentos. La medicación de nervios ha dado un salto de calidad enorme en pocos años. Apenas hay ya efectos secundarios graves en los medicamentos nerviosos. Y en consecuencia se reduce el miedo a tomarlos. Yo, concretamente, he pasado del absoluto escepticismo a la fe en los medicamentos después de muchos años de lucha conmigo mismo.
Estamos, pues, en la fase abstracta de la enfermedad nerviosa. Es abstracta porque es la más compleja, como el arte abstracto. Ver como nace la enfermedad, como surgen los síntomas cada vez peores, como hay que ir al psiquiatra o al psicólogo, como hay que ingresarse, como hay que tomar medicación y un largo etcétera. Se modifican muchas veces las relaciones familiares, surgen crisis de pareja, la relación con los amigos se transforma, se tiende a la fobia social, etc… Una fase compleja en la que el individuo está perdido y necesita el auxilio de personas capacitadas para hacerle ver que lo que está viviendo no es normal, pero tampoco es tan monstruoso como puede estar pensando.

La fase abstracta supone la modificación de los hábitos de vida habituales, de la forma de conducirse por la existencia. Uno ya no es el mismo con la enfermedad mental. Uno se enfrenta al mundo normalmente con miedo, con pánico, con ansiedad, con depresión, con el cuadro más habitual ansioso-depresivo, con esquizofrenia, con psicosis, con muchas cosas que limitan la existencia y coartan al individuo de forma muchas veces brutal. La metamorfosis puede alcanzar proporciones descomunales. Se podrían citar, todos podríamos a hacerlos, a personas que eran “normales” y que han cambiado tan radicalmente con la enfermedad que resultan irreconocibles. Se siente el fracaso de la propia existencia porque la autoestima baja a niveles mínimos. Vamos diciendo por ahí: “Tengo baja autoestima”. Es decir: vamos en cierta manera pidiendo comprensión, cariño, estima que no encontramos en nosotros mismos.
Nos convertimos no en replicantes, sino en suplicantes. Vamos implorando aceptación de nuestra enfermedad cuando esa aceptación tiene que nacer en nuestro propio interior. Es la tercera fase como he comentado antes.
La fase abstracta puede durar muchos años. Esa lucha permanente con la enfermedad es dura, es un combate a innumerable cantidad de asaltos. Yo concretamente tuve una fase abstracta muy larga: desde los 7 años que aparecieron los primeros síntomas hasta hace 8 o 9 años, cuando me ingresaron por primera y última vez y entonces me di cuenta de que no me quedaba más remedio que aceptar la enfermedad para poder vencerla. Tenía que hacerme amigo suyo, no considerarla permanentemente mi enemiga. Aquí se puede aplicar bien esa coletilla de si no puedes vencer a tu enemigo únete a él. Pues yo me uní a mi enfermedad y entonces empecé a vencerla, pero estaba ya cronificada y me temo que me acompañará el resto de mi vida. No es ser negativo. Es reconocer que mi fase abstracta duró demasiado, le di de comer demasiado a la enfermedad y dejé pasar, perdiéndolo, mucho tiempo. Y ahora estoy en una fase de adaptación-aceptación en la que tengo crisis fuertes que supero a duras penas y muchos días seminormales que me permiten vivir con una amplia dignidad.
Porque ésa es otra. La enfermedad mental puede hacer perder la dignidad al individuo. En la fase abstracta puede caerse muy bajo. Puede llegar uno a las alcantarillas más profundas casi sin saberlo y por supuesto sin quererlo. Por eso es tan importante en esta fase la ayuda de los profesionales, en los que hay que creer ciegamente y con verdadera FE. Sí: FE. Porque los profesionales no son seres infalibles, sino falibles, es decir, que fallan y pueden equivocarse, y dar un diagnostico equivocado, y poner tratamientos erróneos y muchas cosas más. La fase abstracta es compleja y está llena de trampas que sabe poner muy bien la propia enfermedad mental o nerviosa como yo prefiero llamarla. La enfermedad nerviosa es muy poderosa porque la mente es muy compleja y hay muy poco conocimiento de ella. Está en pañales el conocimiento de la mente humana. Y por eso es tan difícil superar las enfermedades mentales graves. Pero siempre hay que tener ESPERANZA. Sin ésta estamos perdidos en un laberinto del que nunca podremos salir, en una fase abstracta que se hará CRÓNICA y no nos dejará vivir tranquilos nunca.
La cronicidad de la enfermedad es uno de los peores riesgos de la fase abstracta. Si no se ataja como es debido la enfermedad ésta se vuelve crónica y nos puede. De ahí que exista la fase de adaptación o aceptación y la fase de culminación. Si en la fase abstracta se supera la enfermedad automáticamente las otras dos fases se desmontan y carecen de sentido, que es lo más deseable.
Hay que tener mucha fuerza de voluntad en la fase abstracta. Hay días muy malos que rompen la moral de cualquiera y pueden llevarnos al desaliento más absoluto. Pero no hay que amilanarse, sino enriquecerse y envalentonarse con las acometidas de la enfermedad para que ésta no pueda con nosotros.
Hay que hacer abstracción de la enfermedad en la fase abstracta para llegar lo mejor posible a la fase adaptativa. Y ojalá culminar todas las fases con un triunfo sobre la enfermedad. Eso es lo que yo deseo para todos los lectores que padezcan alguna enfermedad mental o de nervios. Una enfermedad nerviosa en definitiva. Salud y suerte.

José Cuadrado Morales



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