A esas horas tan tempranas de la mañana la mayoría de los bares dónde se podía tomar un café
antes de entrar a trabajar estaban cerrados.
Solo algunos locos hosteleros se atrevían a abrir sus negocios para
ofrecer sus servicios. Los que iban al
trabajo se mezclaban con los que venía de pasar la noche de fiesta. Los ánimos eran bien distintos y era cierto que se marcaba en el ambiente
cierta distancia entre unos y otros.
Unos tomaban el brebaje matutino y los crápulas apuraban las últimas
copas de alcohol que les ofrecía la noche antes de recoger su fantasmagóricos
semblantes. Una brisa de aire fresco
acompañaban las horas de despuntar el alba.
Aún seguía siendo noche cerrada. Las calles estaban desiertas
y los pasos se escuchaban en el
empedrado como toques de tambor antes de la batalla. Las luces
de las farolas alumbraban
tenuemente el camino que conducía
al primer café. Todavía era noche
plena y en ella se amparaban las sombras de los noctámbulos. Las carcajadas y
las voces estridentes se confrontaban
con los silencios de los sorbos de los
sorbos de los cortados y los cafés.
Dentro del local se dibujaba una estampa atípica.
Hace algún tiempo, que Luís
tenia problemas con el
alcohol. Sufría una enfermedad que no era reconocida por la sociedad como
tal sino como un vicio o una irresponsabilidad.
Luís no podía dejar de
beber. Se lo planteaba detrás de cada copa. Era para él un autentico infierno, pero lo
único que mitigaba su dolor eras las cervezas que se bebía sin control una tras
otra. Había veces que se levantaba por
la mañana, después de un día en el que había bebido hasta casi perder la
consciencia, y lo primero que le apetecía, antes incluso que un vaso de agua,
era una cerveza más. No era una
dependencia física. No tenía temblores. Dependía del alcohol de
manera psicológica y lo que buscaba no era el consumo y el placer que puede
sentir una persona al beber. Buscaba la
anestesia que le otorgaba ese buche
mortal.
Como persona que no gobernaba su vida, Luís salía a horas
intempestivas a consumir la droga que calmaba su animo. Había noches en las que el alba de la mañana le
sorprendía presa de su peregrinaje. Entonces
paraba en este bar dónde se mezclaban con personas que desayunaba camino de su
trabajo. El bebía cerveza. La imagen que ofrecía a aquellos con los que
compartían el inicio de la jornada, era la de alguien que había perdido su
juicio. A pesar de todo lo que se pueda
pensar. Luís sabia que tenia un problema
pero no encontraba la solución. Beber
era lo único que calmaba sus ansias pero era también la raíz de sus
problemas. Así, que en un extraño
momento de lucidez que le dio su consciencia, entre copa y copa, decidió pedir
ayuda e intentar romper con esa figura monstruosa en la que se había
convertido. Quería dejar atrás el
personaje que vivía escondido detrás de ese universo que era el consumo de
alcohol y, por un momento, ansió ser una persona que no dependiese de este
brebaje para vivir. Quería levantar una
nueva vida sobre un terreno destrozado.
Quería ser otro y solo no podía.
Así que un destello de luz le alumbró y pidió ayuda a su médico. No era el alcohólico el que lloraba. Era el ser humano que estaba detrás de esas
nubes etílicas. (CONTINUARÁ...).
Pedro.
"Era el ser humano que había detrás". Precioso relato. Enhorabuena
ResponderEliminar¡¡Queremos leer la segunda parte, compañero!!
ResponderEliminar