En el siglo XVI y XVII había una gran
disputa entre las grandes potencias europeas por el dominio de los mares,
requisito imprescindible para poseer colonias; en este contexto el mar del
caribe era un auténtico avispero, pues había colonias españolas (La mayoría),
inglesas, francesas, etc.
Viene esto a colación para narrar lo que se dio en llamar “La guerra de la
oreja de Jenskin”, lo que ocurrió fue una escaramuza en la que un navío español
apresó a un navío pirata inglés. El comandante español le cortó la oreja al
inglés, advirtiéndole de lo siguiente: “VE Y DILE A TU REY QUE LO MISMO LE HARÉ
SI A LO MISMO SE ARTEVE”. (Por cierto este suceso, no aparece en los libros de
texto ingleses).
Este acontecimiento, que ocurrió es 1739, enervó el orgullo inglés, lo que les
llevó a preparar una gran flota, con el fin de tomar la plaza de Cartagena de
Indias, bastión de los españoles y clave para el dominio del Caribe.
La flota inglesa compuesta por 186 buques, 27000 hombres, y 2000 cañones, con
una frecuencia de tiro de 62 cañonazos por hora durante 16 días, tenía enfrente
a 11.000 españoles y 6 buques. Era tal la superioridad inglesa, que el
almirante inglés (VERNON), mandó un correo al rey ingles, declarando que la
toma de Cartagena de Indias era ya un hecho.
Este desembarco fue el mayor de la historia hasta el de Normandía en 1944.
Pero para su desgracia, lo que consiguió en realidad fue la mayor y más
humillante derrota de toda la historia de la Royal Navy , pues perdió
50 naves y 11.000 hombres a manos de la guarnición española dirigida por el
Almirante español Blas de Lezo.
Tras otros dos ataques fallidos en Santiago de Cuba y Panamá, Vernon se vio
obligado a volver a Inglaterra y comunicar que la victoria de Cartagena nunca
existió. Esto causó tal vergüenza a Jorge II que el propio Rey prohibió
escribir sobre ello a sus historiadores.
El desarrollo de la batalla fue así:
Ante la enorme superioridad en hombres de los ingleses, el Conde Blas de Lezo, que por cierto perdió un ojo en una explosión, pensó en concentrar todo su potencial en un punto determinado de las líneas
inglesas, percutiendo con todo lo que le quedaba (soldados, civiles, mujeres,
niños, ancianos y heridos) por el centro de aquellas, a golpe de bayoneta y a
la máxima velocidad posible. Así, penetró hasta la retaguardia, y desde allí,
la mitad avanzó por la dercha, y la otra , por la izquierda, pruduciendo una
maniobra envolvente que logró que los ingleses fueran aniquilados o hehos
prisioneros.
Esta táctica militar fue usada por
Napoleón Bonaparte en sus batallas.
Diego de la Algaba
Ole mi Diego que bien escribes .Bs tu compañera Silvia
ResponderEliminar¡Qué interesante! Cómo nos gustan las anécdotas de la historia. Un abrazo
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