martes, 19 de agosto de 2014

ROBO IDEAS AL PASADO Y A OTROS QUE PIENSAN POR MÍ

Veo pasar a Pedro camino de calle abajo. Va embutido en su anorak y resguardándose del frio. La mañana es fría. Peores las he vivido mientras estaba viviendo en la calle. Por eso me siento orgulloso de ver a Pedro pasear calle abajo. Porque entre otras buenas enunciados viene a mi cabeza otro más sencillo pero de mayor complejidad. Pedro ha salido de la calle y eso es una buena noticia. Es el mismo bar en el que se quedaron con mi carnet de identidad como forma de pago de los dos serranitos que nos comimos sin tener dinero. Que poca vergüenza da el tener hambre y no tener dinero. El estar siempre borracho. También nos fuimos sin pagar de otro bar de la Alameda pero esta vez fue distinto. Lo elementos que jugaron papel en un caso no tiene que ver con los que jugaron papel en el otro.
Como he dicho más arriba se quedaron con mi carnet de identidad. Con mi DNI. Lo hicimos de la forma más natural que se pueda decir. Entramos, pedimos y comimos. Luego la adrenalina de no tener ni un duro. Creo que eso lo hice porque estaría borracho, sino no tengo huevos de hacerlo. Dice Manolo el del Cañuelo que todo lo que uno hace con alcohol es capaz de hacerlo sin el liquido corriendo por sus venas, pero se referirá  a otros momento de echarle huevos al asunto, de hacer otras cosas porque lo del carnet de identidad fue una jodida putada. Me imagino la cara que se le tuvo que quedar al camarero cuando dijimos que no teníamos un duro para pagar los serranitos que ya nos habíamos comido. Yo creo que no se lo olieron. Esa es la sensación que tengo. Igual que si me reconocieron cuando entré por segunda vez en el bar. Ahí me ligaron bien. 
Lo de la Alameda fue otra putada. Esta vez nos vieron llegar con todos los bártulos encima. José Muñoz y yo arrastrábamos los endémicos carros con las mantas y nos sentamos en todo el medio del bar. Creo que desde que nos vieron llegar dijeron que se tomen lo que sea y que se marchen pero que no monten jaleo aquí. Pero nosotros teníamos hambre. Hicieron de nosotros una obra de caridad. Yo me comí dos tortillas españolas. José muñoz un plato de ensaladilla. La gracia está en la forma de marcharnos si esto hay algo que tenga el atisbo de ser gracioso. Nos levantamos y corrimos. Tirando de nuestros carro con su respectivas mantas dentro, comidos de mierda. Dos personas que están en la calle se nota, se les ve a leguas y José y yo no pegábamos todo el día bebiendo y este suceso fue por la noche. Una noche de terraza por la Alameda. Así recuerdo mi último trozo de tortilla de la necesidad.
Pero en la Alameda nos han dado otras veces de comer. En el badulaque nos daban los nachos que les sobraban o los que se equivocaban al pedirlos. La ventana daba a la calle el peral.
Pienso en mi padre. Cuanto lo he hecho sufrir a ese buen hombre cuando le dije que consumí cocaína. Y cuanto no habrá sufrido cuando me veía borracho por los bares del barrio. Espero que la última imagen que se llevara de mi no fuera esa. Nunca he hablado con nadie en tanta intimidad como estoy haciendo ahora en los últimos momentos de mi padre vivo. Ni con mi hermana mayor, ni con mi chica, ni con mi tío Gabriel. Con nadie. Y yo puedo sentir el orgullo de decir que estuve junto a él hasta el último suspiro. Igual que puedo decir que el ultimo paseo de mi madre por Sevilla, un 26 de septiembre que ya se pierde en el horizonte, lo hice detrás de ella desde el Virgen del Rocío hasta el tanatorio de la SE-30. Por toda la Avenida de la Palmera. Detrás del coche fúnebre y con mi R-12, un coche que ya para esos tiempos era antiguo.
Pienso en otros escritores, en como harán para fantasear mundo llenos de vida donde yo solo se robar ideas al pasado. Soy escritor o me considero escritor porque llevo vivido 36 años de larga y fatigosa vida. Con sus alegrías en cuanto han sido posibles  y en cuanto a sus tristezas cuándo han llegado. Un hombre se mide por la experiencia que tiene detrás de sus espaldas y yo no es que sea más trabajador que ninguno que se lo haya parecido ni más guapo ni más feo simplemente un hombre más con una historia que contar por la experiencia y no por la virtud de ser inteligente, porque somos los valores que nos han inculcado nuestros padre desde chico y porque esos valores son los que filtran nuestros objetivos y no quiero ponerme pedante pero es lo que veo ahora con mis 36 años cumplidos.
Mientras escribo fumo. Y lo hago a ritmo de carretero. Un cigarro tras otro y llenando el espacio de aire que respiro de humo. Ennegreciendo mis pulmones pero es que soy adicto al tabaco y mi adicción solo se satisface con un cigarrillo entrando en mis pulmones. Qué muerte más dulce que la de morir consumiendo. Dice Fernando Savater que una la primera vez que se enfrento a la vida, con nueve años fue cuando reconoció el hecho de que iba a morir. Lo reconoció porque murió su hermano, creo recordar, no tengo el libro para consultarlo. A lo que me interesa. Empezó a pensar cuando sintió la muerte como un elemento más de la vida. Qué manera más poética de sentirse mortal. Yo con mis cigarrillos estoy buscando la muerte y Fernando Savater encontró una manera de pensar libre en el descubrimiento de la muerte, por eso digo que yo no soy escritor sino que le robo ideas al pasado y a otros que piensan por mí.

Pedro.

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