Es un ser extraño, apenas habla, pasa por tu lado y sientes
como si un fantasma estuviera cruzando por delante de ti. Apenas habla con el
kiosquero para pedirle el diario. Apenas habla con el camarero para pedirle el
café. Si por alguna circunstancia tiene
que esperar más de la cuenta en el kiosko o en el bar, se pone nervioso y
empieza a mirar todo con incertidumbre. Porque en realidad de lo que huye es
del contacto con los demás. Solo se
encuentra seguro en su torre de marfil. Amparado por los libros que le
acompañan tantas y tantas horas. Y prefiere estar acompañado de libros porque
hace mucho que dejo de creer en las personas. Los desengaños de la vida lo han
vuelto huraño y misógino. El amor un día lo tuvo en sus mieles pero ahora le
queda un amargo sabor de naranja agria que le recorre el estomago cada vez que
se acuerda de ello.
Por eso escribe poesía. Por eso es un poeta. Porque de la
experiencia de la vida ya tiene dosis de dolor sobre las que escribir. Y no es
que la poesía tenga que ser dolorosa para que sea comprensible. Pero lejos
quedan esos primeros poemas en los que hacía referencia a la amada, esos
primeros poemas que eran un canto a la alegría de vivir. Fue la vida la que le
arrebato lo más preciado. Y ahora ya todo es secundario. ¡Para que amar a
alguien si sabemos que de él nos tenemos que separar! ¿Porque escribe si
considera que la vida es tan frágil? Porque es lo que le ayuda a soportarla.
Porque es en esos versos que se perderán en algún cajón donde el sentir se hace
inmortal. Porque en esencia es osado.
Aunque su figura negra y pálida esté más
próximas a pensar que al cruzarnos con él nos cruzamos con un muerto, él es
osado. Y con cada verso que escribe arranca un girón de piel a la vida. Y cada palabra está construida a martillo y cincel.
Y así seguirá el poeta por los siglos de los siglos, por los versos de los
poemas, por las palabras de los verso. Frágil, parece un fantasma, se te hiela la piel al cruzarte con
él. El reflejo del espejo es tibio y sutil. Parece que el aliento de la vida se
le escapa entre hálitos que suspiran al cielo. El poeta hace mucho que dejo de
alimentarse en este mundo por el que vaga su semblante. Pertenece más al reino
de las tinieblas, un espectro, la aparición de una sombra. El poeta no tiene
pulso. Por sus venas corren ríos de arena de relojes marchitados. En el caminar por este mundo lleva lozas cual
atlante. Por eso el poeta anda despacio. Lento. Y cuando se despida de este
mundo, todos nosotros tendremos que llevar sobre nuestras espaldas un poco de la
esencia del poeta.
Pedro Sánchez
Bonito, precioso. Enhorabuena
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