jueves, 17 de julio de 2014

EL POETA

Es un ser extraño, apenas habla,  pasa por tu lado y sientes como si un fantasma estuviera cruzando por delante de ti. Apenas habla con el kiosquero para pedirle el diario. Apenas habla con el camarero para pedirle el café.  Si por alguna circunstancia tiene que esperar más de la cuenta en el kiosko o en el bar, se pone nervioso y empieza a mirar todo con incertidumbre. Porque en realidad de lo que huye es del contacto con los demás.  Solo se encuentra seguro en su torre de marfil. Amparado por los libros que le acompañan tantas y tantas horas. Y prefiere estar acompañado de libros porque hace mucho que dejo de creer en las personas. Los desengaños de la vida lo han vuelto huraño y misógino. El amor un día lo tuvo en sus mieles pero ahora le queda un amargo sabor de naranja agria que le recorre el estomago cada vez que se acuerda de ello. 

Por eso escribe poesía. Por eso es un poeta. Porque de la experiencia de la vida ya tiene dosis de dolor sobre las que escribir. Y no es que la poesía tenga que ser dolorosa para que sea comprensible. Pero lejos quedan esos primeros poemas en los que hacía referencia a la amada, esos primeros poemas que eran un canto a la alegría de vivir. Fue la vida la que le arrebato lo más preciado. Y ahora ya todo es secundario. ¡Para que amar a alguien si sabemos que de él nos tenemos que separar! ¿Porque escribe si considera que la vida es tan frágil? Porque es lo que le ayuda a soportarla. Porque es en esos versos que se perderán en algún cajón donde el sentir se hace inmortal.  Porque en esencia es osado. Aunque su figura negra y pálida  esté más próximas a pensar que al cruzarnos con él nos cruzamos con un muerto, él es osado. Y con cada verso que escribe arranca un girón de piel a la vida. Y cada  palabra está construida a martillo y cincel. Y así seguirá el poeta por los siglos de los siglos, por los versos de los poemas, por las palabras de los verso. Frágil, parece un fantasma, se te hiela la piel al cruzarte con él. El reflejo del espejo es tibio y sutil. Parece que el aliento de la vida se le escapa entre hálitos que suspiran al cielo. El poeta hace mucho que dejo de alimentarse en este mundo por el que vaga su semblante. Pertenece más al reino de las tinieblas, un espectro, la aparición de una sombra. El poeta no tiene pulso. Por sus venas corren ríos de arena de relojes marchitados.  En el caminar por este mundo lleva lozas cual atlante. Por eso el poeta anda despacio. Lento. Y cuando se despida de este mundo, todos nosotros tendremos que llevar sobre nuestras espaldas un poco de la esencia del poeta.

Pedro Sánchez 

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