lunes, 2 de junio de 2014

LA BUENA SOLEDAD

Todos perseguimos unos objetivos en la vida, unos intentos de conquista, de logros que den sentido a nuestra existencia. Yo también tengo esos objetivos, pero hoy quiero centrarme en uno concretamente: la consecución de la buena soledad, que es una forma de estar a gusto con uno mismo, satisfecho de la relación personal con el propio ser, sin fisuras, tranquilo.
No se trata de ninguna fobia social, sino de la capacidad de estar en armonía con uno mismo, de estar en paz con la propia conciencia y realizar actividades solitariamente y que proporcionen felicidad y paz. Por ejemplo: yo voy todos los miércoles al cine solo, almuerzo en McDonalds, me siento en el sofá que hay en Nervión Plaza y hasta me quedo dormido. 
Para mí es una satisfacción enorme esto que hago todos los miércoles. Y esto no quita que se pueda tener pareja, amigos, etc… Yo lo del cine lo llevo haciendo desde que estaba casado y mi mujer estaba conforme conmigo para que yo me esparciera y me relajara. La paz interior es fundamental para poder tener después una buena armonía con todos los demás. Actividades como la del cine tengo muchas y me siento bien conmigo mismo, en paz. Y me siento después mejor cuando entablo relaciones con los demás.
Como escritor he escrito mucho sobre la buena soledad. He buceado mucho en mi archivo para encontrar algún texto que explique bien lo que es la buena soledad y he encontrado un poema titulado Ansia de la buena soledad publicado en mi cuarto libro en el año 1990, es decir, hace 24 años. Mucho tiempo. Lo que demuestra que la lucha por la buena soledad es larga porque es difícil. El poema ocupa las páginas 99 a 104 y quiero transcribirlo para compartirlo con todos vosotros y para que entendáis bien lo que es la buena soledad para mí. Dice así:


Dios, ¡qué agonía cuando estar solo no puedo!  
Cuando hasta para limpiar mis dientes
necesito otra mano que sostenga el cepillo.
mis lágrimas parecen prestadas
porque nada siento como mío.

Dios, la Tierra multiplica su peso por infinito,
no hay satélites de ilusión
creados únicamente para asistirme,
mis piernas no caminan: se desplazan forzadas,
como transportando una carga
que definitivamente no es suya.

Dios, años ha mi soledad era aliada,
ahora es falsa copia de mi dolor y mi fracaso,
no puedo estar a solas conmigo mismo,
me destroza el flagelante rugir de la conciencia
y busco desesperadamente a alguien que me mime.

Dios, en mis horas solitarias el día no existe,
vencido está por la tensión que me domina,
no sé abrir la ventana ni tirar de la cisterna,
no sé hablar con mi cuerpo,
averiguar qué le falta,
por qué grita tan desgarradamente
a través del subconsciente torturado.


Dios, en mi cámara de ácida soledad
bosquejo mil fantasmas cuyos nombres no revelo,
pretendo dialogar inútilmente con las patas de la mesa,
me engaño convenciéndome de que cada átomo alberga vida,
cada neutrón un consuelo que no escucho,
cada protón una caricia de mujer ausente,
cada electrón una amargura que ni a tocarme volverá.

Ya en mi soledad apenas
quedan personajes positivos,
quiero acostumbrarme de nuevo a mí,
quiero saber por qué ahora me daña
el mismo silencio que antes generaba placer ilimitado,
quiero saber por qué me aplasta la madrugada,
por qué cada sesenta segundos corro aterrorizado
hacia el teléfono babeando vehemente por una voz
que no es la mía pero siento que me falta.




Mi bodega de soledad está anegada
por soliloquios retorcidos de un hombre incapaz de estar solo,
el pasillo de mi hogar es cañón de culpas,
mi alma entera un desfiladero de secuaces duendecillos
que no me permiten respirar cuando otro cuerpo
no respira junto al mío,
cuando otra mano no busca mis dedos,
cuando otro aliento no forma con mi aliento
una sola brisa de relajante naturaleza.

Dios, antes del mundo huía a mi reclinatorio
de eremita convencido de su suerte de estar solo,
antes la butaca contigua en el cine no me angustiaba vacía,
antes proceder podía sin consultar
los pormenores de mis actos,
antes era un hombre que valía por tres,
ahora me considero hombre quebrado
con un 1 de numerador
partido por un denominador 3.


Antes adoraba la noche y sus derroteros sin programa,
antes las calles desiertas se llenaban de mis pasos,
antes yo sin miedo encendía y apagaba las farolas,
antes mi alma era autosuficiente en su autoestima,
amaba y era amado al mismo nivel de independencia.

Ahora he vuelto a ser un niño fragilísimo,
asustadizo, dependiente en los detalles más superfluos,
ya no amo como un hombre,
mis labios piden más que ofrecen.
no solicito: exijo,
no tomo: agarro,
y por una atroz soledad neurótica subsisto dominado.


Antes los árboles del río me eran familiares,
mi equilibrio una búsqueda dolorosa pero solitaria,
antes dialogaba con los pantanos,
conectaba con el paisaje en sus efluvios primarios,
mis pies se extraviaban por las montañas,
era hombre con alas, un  ser alingüístico,
un huraño autónomo con la individual condena
de pronunciar breves vocablos de vez en cuando.

Antes meditaba, bajo anónimas ramas cerraba        
mis ojos durante horas, el aire me poseía,
era escritor entre salvajes connotaciones de la vida,
las metáforas eran mi sangre, mis venas
la sustancia literaria contenedora de mi global estructura,
era, sí, como todos, cabeza, tronco y extremidades,
es decir: Literatura, soledad y palabras escritas.

Ahora no sé qué hacer para recuperarme,
no sé dónde me perdí y por qué me he perdido,
sólo sé que me castigo, que me interrogo incensantemente,
que disfruto una libertad entre paréntesis,
esclavo estoy de mí,
o de un mí que no reconozco,
o de un mí que yo creé para herirme
y ahora obstinadamente repudio.


Ahora un alma desvalida fagocita mis alvéolos,
ahora me amenazan mil tendones de Aquiles,
ahora soy vulnerable como un muerto,
en cuanto llega la noche,
o en cuando me hallo solo,
ansío un refugio lejos del refugio único de mi cuerpo,
campo donde siembro obsesión
para recolectar monótonamente desesperanza.

Ya no puedo más y aún parece que puedo,
extraigo energía de implorar crónicamente supervivencia,
tropiezo en mis reflexiones reiteradas y caigo,
el coraje me levanta,
la voluntad de vivir y seguir escribiendo,
sé que alguien me ama y esto me sustenta,
sé que alguien, quizás tú, me está leyendo.

Hace años un hombre solo era feliz:
nada más necesitaba: me tenía:
tenía mis silencios, mis secretos, mis recovecos crípticos:
tenía mi subterráneo vivir desconocido por todos:
tenía mi cuerpo de compañero: mi alma gemela:
tenía una máquina de escribir: una buhardilla:
un mundo completo hecho para mí:
a modelar sólo por mí:
tenía sueños y realidades:
y un manual perfecto para combatir pesadillas.


Antes era un mudo plácido, un conversador voluntario,
el dolor no me abría grietas imposibles de taponar,
ahora hasta el sufrimiento que desconozco me cercena,
el hipersensible contenido se ha desparramado
y ya no consigo numerar mis emociones:
soy reo de la sensibilidad de un cíclope
pero mis límites siguen siendo los de un mortal hombre.

Necesito volver a estar solo:
a saber estar solo:
a querer estar solo:
a tenerme solo:
a quererme solo:
a vivir solo:
a sobrevivir solo.


En mi soledad seré el hombre más fuerte
que dilapidó su fortaleza, una fábrica de seguridad,
una máquina de generar poderío, satisfacción, complacencia,
el amante perfecto, el receptor activo, el emisor transigente,
notaré el amor que de mí parta,
caminaré con ángulos firmes sobre asfalto de certeza.

Ahora desde mi soledad os envío estos versos,
trozos de mí rimados con tozudez solitaria
no me siento agotado:
más bien la métrica me fluye veloz,
¿tendrá también miedo de estar sola?
No: mejor aún:
huye, como yo, de la devastadora
esclavitud de no poder estarlo.


Éste es el poema que escribí hace 24 años y publiqué en mi cuarto libro. Tiene que ver con lo que me dijo uno de mis psiquiatras una vez: apóyate en  ti y en Dios si es necesario. Ya entonces cuando escribí el poema sentía la presencia de Dios porque hay varios vocativos al principio del mismo que hablan de él. Y después está todo lo referente a mi soledad, a la buena soledad, no a la soledad dolorosa, torturante, la que te hace llorar y te llena de angustia.
Yo deseo que todos vosotros tengáis esa buena soledad para que estéis a gusto con vosotros mismos. Yo sigo luchando todos los días por la buena soledad para poder considerarme una persona feliz. Salud y suerte.

José Cuadrado Morales


Posdata: Mi cuarto libro se titula Brevísimo paseo por mi vida.

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