Lo que más recuerdo de mi tío es
su figura; alto, corpulento, rubio y con
ojos azules. También me acuerdo de su vestimenta, la propia de un hombre de
campo, vaqueros, con sus botas, su gorra, esos pantalones casi irrompibles, y con más o menos ropa según la estación del año en la que estuviera.
Era aficionado a los toros, con su abono anual, y curiosamente me di cuenta
que al principio del sexto toro, apuntara éste condiciones o no, mi Tío se iba de la
Plaza de toros de Sevilla o
incluso viendo la corrida por la tele. Con el tiempo, creo que actuaba así con el propósito de no aguantar
las bullas y aglomeraciones finales, cosa que, al trasladarlo a la tele, lo
convirtió en costumbre.
Solía tener tres vacas, un becerro
que lo vendía al pasar en añojo, una burra y algunas gallinas. Sabido es
que las vacas han de ordeñarse dos veces al día (mañana y
tarde), por lo que mi tío, y todos los
que se dedican a este oficio (vaquero), no tenía ningún día libre al año.
De pequeño me gustaba ir con Él a
segar la “yerba”, lógicamente , no me
dejaba coger la hoz ni la guadaña, pero
sí hacía los montones de “yerba” , cargándolos en la burra. ¡Ah! También tenía un perrito al que llamábamos KIKO.
Como decía, ningún día libre en el
campo. Cuando llegábamos al “pajar”,
descargábamos la “yerba”, y como las bestias habían estado comiendo durante toda la mañana ( “yerba”, pienso,
pulpa), mi tío soltaba
las vacas para beber, no sin cierta dosis de peligro, pues éstas ,al
sentirse libres y no atadas con sogas
a sus respectivos pesebres, los
animales se resistían al yugo del nudo
de las cuerdas.
En el contexto
temporal en que esto sucede, los
pajares o establos, estaban literalmente
dentro del pueblo, rodeados de casas, cosa que se modificó y cambió al llegar
la democracia, (por razones de higiene ambiental).
Una vez jubilado, cuando cobraba
la mensualidad, se la daba a mi madre, pero Él se quedaba con una cantidad,
digamos moderada; ante esto, mi madre le decía:¿ Con todo eso te vas a quedar, nene?; a lo que mi tío respondía : ¿
Habrá que alternar, no , niña? Era una especie de regateo.
Mi tío Agustín
llevó una vida sencilla, que lo distraía,
disfrutaba de su trabajo, y pasó por el mundo
sin ofender a nadie ni queriendo
ni sin querer.
Cuando murió, yo lo sentí
especialmente, pues fue el primer desgarro o cacho de corazón
que perdí.
Y como anécdota, tenía un
latiguillo al hablar, y era que
cuando quería que me retirase de un
sitio, me decía: !Ave,…Juye¡..(haber… huye).
Bueno, se acabó su vida, dejando
buen recuerdo de todo el que lo conoció, por su sencillez, nobleza y bondad.
Diego de la Algaba
Qué bonito homenaje
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