Al tratar este espinoso tema
lo primero que se me viene a la cabeza es una palabra: “diargenia”, que ya
utilicé hace bastantes meses en otro artículo y se me dijo que no estaba en el
Diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española ,
lo cual no es raro porque este diccionario suele ir muy lento incorporando
palabras nuevas. Puede que ya haya salido en una nueva edición. La palabra me
la enseñó el Coordinador General del Área de Salud Mental del Distrito Macarena
(no daré nombres en este artículo para que nadie se dé por aludido) y me dijo
que la “diargenia” era por un lado la empatía entre paciente y psicólogo (o
psiquiatra, que para el caso es lo mismo), pero también podía ser la
transferencia de elementos negativos de uno a otro, lo que hacía necesario
muchas veces el cambio de psicólogo o psiquiatra. Es decir: que a veces es
bueno el cambio. Yo quería precisamente cambiar al psiquiatra que tenía en la Unidad de Día del Hospital
Universitario Virgen Macarena, con el que me llevaba a matar.
Él me dijo que
estaba de acuerdo. Yo me encontraba entonces en el Distrito Centro de Salud
Mental en la Plaza
del Duque y me habían mandado a la
Unidad de Día para que me vieran con más frecuencia porque
estaba muy masificado. Pero no fue necesario el cambio de psiquiatra porque el
Distrito Centro se trasladó al Centro de Especialidades Esperanza Macarena en
María Auxiliadora y volví al Distrito Centro.
Aquí volví con mi psiquiatra
habitual de muchos años, desde que murió mi padre y se rompió mi matrimonio. Me
asignaron entonces a una psicóloga para que tuviera un mayor apoyo psicológico.
Ella aplicaba el tratamiento cognitivo conductual. Me mandaba deberes. Me
recomendó la lectura de dos libros que me han servido mucho: El tratamiento
psicológico de la agorafobia y El tratamiento psicológico del trastorno obseso
compulsivo, dos de mis problemas. A ellos había que añadir las crisis de
ansiedad, el trastorno de pánico, la depresión y la estructura dependiente de
personalidad. La psicóloga no me quiso meter en el grupo de agorafóbicos porque
yo tenía más problemas. Padecía un trastorno múltiple de la personalidad y
podía perjudicar al grupo y ser perjudicado por éste.
Aunque estaba muy a gusto con
ella, la destinaron al Distrito Este y me tuvieron que cambiar de psicóloga.
Tenía que empezar todo de cero. Me daba mucha pereza, pero yo me planteo los
cambios de manera positiva porque sé que algo nuevo me enseñará cualquier
profesional traiga el método que traiga. La nueva psicóloga tenía un sistema
muy distinto a la anterior. Pero me enseñó muchas cosas, aparentemente simples,
pero de gran valor para mí. Por ejemplo: me dijo que cuando alguien me
preguntara cómo estaba contestara que bien aunque estuviera mal y que así me
pondría mejor. Y que me repetiera muchas veces al día: yo estoy bien, yo me
encuentro bien, lo mismo que me dicen cuando hago relajación. Y sirve. Ella fue
la que me propuso ir a
El nuevo psiquiatra confirmó
el tratamiento que me habían puesto en
el Hospital. Pero estuve poco tiempo con él porque me lo volvieron a cambiar
por otro psiquiatra que confirmó también el tratamiento haciendo matices hasta
encontrar las dosis justas de todas las medicinas. Pero otra vez tenía que
repetir las mismas cosas y me daba mucha pereza.
Mientras tanto se estaba
tramitando mi traslado a la Ura Macarena.
Me entrevistó la trabajadora social del Distrito Centro. Me mandó a la Ura y aquí me dieron a elegir
entre diversas actividades y yo escogí la pintura. Después se fueron
incorporando nuevas cosas: informática, relajación, yoga, andar, tertulia, etc…
Aquí, en la Ura ,
me asignaron a un nuevo psicólogo y vuelta a empezar. Me llevaba bien con él.
Me mandaba deberes, me recomendaba exposiciones, me pedía que fuera al cine
todos los miércoles, me decía que escribiera mis libros, etc… Pero duró poco
tiempo porque lo destinaron a Córdoba. Y vino un nuevo psicólogo a mi vida, con
el que estuve poco tiempo. Pero si con el anterior aprendí que con el trastorno
obseso compulsivo estaba cavando un hoyo debido al repaso que tan
frecuentemente hacía de las cosas física y mentalmente, con el nuevo psicólogo
aprendí que era bueno aplicar la velocidad al repaso de las obsesiones para que
éstas hicieran el menor dañor posible. Y era verdad. Y confirmaba mi teoría de
que cualquier profesional podía enseñarme cosas y así no era tan traumática la
separación de mi psicólogo o psiquiatra de turno.
Entró en mi vida un tercer
psicólogo en la Ura. Me he
llevado muy bien con él durante tres años. Me ha enseñado la importancia de la
relación entre la flexibilidad y la autoestima, temas sobre los que escribí un
artículo, ha dignificado bastante mi profesión de escritor porque me ha dicho
mil veces que no regale mi libro sino que los venda porque yo no puedo regalar
mi trabajo. Con él he normalizado la relación con mi hijo y con mis hermanas.
Con él he vuelto a viajar a mis lugares favoritos: Arcos de la Frontera y Madrid. Y
muchas cosas más. Lo echaré de menos porque se va y viene una buena psicóloga
que me ha dicho que es muy válida. Para colmo me han vuelto a cambiar el
psiquiatra de María Auxiliadora. Ahora tengo una mujer que ha trabajado con el
último psicólogo de la Ura. Ya la
conozco y es una mujer joven y bastante amable con la que intuyo que me llevaré
bien.
No sé qué ocurrirá con la
cuarta psicóloga de la Ura. Me ha
dicho el tercer psicólogo que es buena porque ha trabajado con ella. Yo espero
siempre lo mejor porque pretendo ser positivo. Y es algo que recomiendo a todos
los usuarios de la Ura Macarena
y a todos los lectores que tengan relaciones con psicólogos y psiquiatras.
A todo esto hay que añadir
las sustituciones de psicólogos y psiquiatras por enfermedad o comisiones de servicio.
A lo mejor los ves una vez nada más sin confianza ninguna, pero también se
aprende. Por ejemplo una vez había una psiquiatra sustituta que me enseñó que
cuando estuviera mal no pensara que era el final. Éste sólo llega una vez y
viene con la muerte, no con una crisis de ansiedad o de agorafobia o cualquier
otra cosa. Me dijo que me ilusionara con algo, lo que fuera. Me preguntó si era
seguidor de algún equipo de fútbol y le dije que del Sevilla. Era la época
reciente del Sevilla F.C. cuando ganó dos veces
A esto hay que añadir también
los médicos particulares a los que me han llevado mis padres o los he pagado yo
mismo cuando he tenido independencia económica. También tenían sus librillos de
maestrillos particulares y me han enseñado cosas. Lo importante es aprender. No
considerar traumáticos los cambios y pensar que realmente vas a estar mejor. Yo
ahora estoy mejor de la depresión y de la estructura dependiente de la
personalidad. De lo que sigo igual es de la ansiedad y el trastorno obseso
compulsivo. De la agorafobia también estoy mejor. Y a cada psicólogo y a cada
psiquiatra le debo un poquito. Y por supuesto a mi propia voluntad.
Yo creo que aquí hay que
aplicar el título del último ensayo del ensayista Marcos Ana: Vale la pena
luchar. Pues yo creo que sí porque es nuestra vida y no tenemos otra y la tenemos
que vivir de la mejor manera posible y sacando de ella todo el fruto que
podamos.
No hay que ser catastrofistas
con los cambios porque las crisis suelen traer cosas buenas cuando terminan.
Además: todos son profesionales y conocen su trabajo y nosotros tenemos que
adaptarnos a ellos basándonos en el respeto mutuo y poniendo por delante
nuestra autoestima. Tenemos que querernos a nosotros mismos para poder hacer
positivos los cambios. No ser negativos con estos y pensar que siempre tenemos la oportunidad de cambiar
si las cosas no nos van bien porque existe la libre elección de especialista.
Siempre tenemos esta oportunidad, esta esperanza. Lo que hay que hacer es no
desesperarse por un cambio y confiar en que lo que venga va a mejorar lo anterior como ha ocurrido conmigo. Yo tengo
fe en que los cambios son buenos si nosotros mismos los consideramos buenos.
Depende del tratamiento que les demos.
Así que no os preocupéis por
un psicólogo o un psiquiatra nuevo. Cada uno traerá su enseñanza que nos
servirá para salir un poco hacia delante. Sed positivos y pensad siempre lo
mejor. La mente hace mucho y nos tiende trampas en las que no debemos caer y
tenemos que ser más poderosos que ella poniendo toda nuestra voluntad. Cuidaos
mucho y salud y suerte.
José Cuadrado Morales
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