Se trata de la última
película de Woody Allen, lo cual es siempre un acontecimiento. Es, pues, una
producción de Estados Unidos del año 2013 en la que intervienen entre otros
actores Cate Blanchett, Alec Baldwin, Sally Hawkins y Michael Stuhlbarg. El
reparto de las películas de Allen suele ser extenso porque son muchos los
actores que quieren participar en sus cintas por el prestigio que ello supone,
más de cara a Europa que de Estados Unidos. En Estados Unidos las críticas han
sido generalmente malas, pero en Europa han sido buenas, incluso demasiado
buenas, como por ejemplo El Diario de Sevilla que le concede cinco estrellas,
es decir, obra maestra, cuando la película dista mucho de la obra maestra.
El caso es que a los casi 80
años Allen nos da otra muestra de magisterio prolongado con un película con
momentos de gran cine y reminiscencias literarias de Jane Austen. La
protagonista absoluta es Cate Blanchett y el tema es la crisis galopante que
nos asola, que azota a todo el mundo occidental, incluidos los Estados Unidos,
donde Obama está incumpliendo gran parte de su programa electoral como la
sanidad gratuita para todos.
Si consideramos que son
coetáneos de Allen Coppola y Scorsese hay que decir que Allen es el único que ha
mantenido su ingenio intacto. La última película en la que Coppola demostró su
talento es Cotton Club, una película sobre los clubes de jazz nocturnos, donde
Richard Gere está espléndido. Si no le dieron el óscar por esta película ya no
se lo darán por ninguna. Si acaso le darán un óscar honorífico para compensar.
Después de esta cinta Coppola ha mostrado ramalazos de genio en Tucker de 1988,
sobre un visionario de los automóviles; también en Drácula de 1992, una
particular visión del mito del Conde Drácula; y en The rainmaker de 1997; en
los últimos 15 años ha realizado sólo tres películas de ningún interés. Y
respecto a Scorsese su última película de genio de verdad es Casino del año
1995. Los tres directores grandes de Estados Unidos realizaron sus obras
maestras en los años 70: Coppola El Padrino en 1972, Scorsese Taxi Driver en
1976 y Allen Annie Hall en 1977. Después Allen haría Manhattan, con lo que
completaría su pareja de obras maestras.
Después ha hecho numerosas películas,
alguna de menor interés porque en 1983 se prometió a sí mismo hacer una
película cada año y lo ha cumplido. Es como yo que me prometí publicar un libro
cada año desde 2006 y lo estoy cumpliendo, salvando las distancias entre un
genio del cine consagrado mundialmente y un humilde juntador de palabras como
yo que no soy conocido por el gran público. Entre las películas que ha hecho
Allen podemos destacar por ejemplo Broadway Danny Rose, Ana y sus hermanas,
Match Point, Alice, Todos dice I love you, Zelig o Midnight in Paris.
Dentro de este grupo de
películas podemos incluir a Blue Jasmine. El título tiene una fácil
explicación: cuando se conocieron Jasmine y su marido Hal sonaba la canción
Blue Moon. Pues Allen coge la palabra blue, azul, y lo antepone a Jasmine y ya
está el título.
Jasmine es una mujer de
fuerte carácter que está desesperada porque todas sus cuentas están en números
rojos. Ha sido una mujer rica y glamourosa de la alta sociedad neoyorquina y
ahora se encuentra sin casa y sin dinero y tiene que recurrir a su hermana
Ginger que vive en San Francisco para que la deje vivir en el pequeño
apartamento que tiene donde vive con su novio.
Allí vivirá sus momentos más
críticos y se hartará de antidepresivos y copas de alcohol añorando sus años de
lujo en Manhattan. Allí era conocida en los mejores ambientes gracias a la
riqueza acumulada por su marido gracias a estafas y engaños varios, algo propio
de los tiempos de crisis, donde crecen los desvergonzados como Bárcenas o
Urdangarín aprovechando la pobreza de la gente y su necesidad de dinero. Es
fácil engañar a esa gente, como hace Hal con el marido de Ginger: le pide los
200.000 dólares que le han tocado en los cupones para invertirlos en un negocio
que le rentará el 20%.
Al final pierde todo el dinero y destruye el matrimonio
y Ginger encuentra un nuevo novio, después lo deja para mantener una relación
meramente sexual con un hombre (tema típicamente de Allen: el sexo. Tema típico
también lo de los antidepresivos y ansiolíticos y en general los psicotropos.
Son muchos los chistes que han salido de su genial pluma en todos estos años).
Después Ginger volverá con su antiguo novio, con los que tendrá que vivir
Jasmine.
Estamos en los dos extremos
de la riqueza: su presencia absoluta y su ausencia, es decir, la lucha de
clases, tema propio de las novelas de Jane Austen, una autora que murió joven
pero que dejó escritas seis de las más grandes novelas de la narrativa inglesa.
La diferencia de clases. Jasmine ha probado los dos extremos: la riqueza y la
miseria, el proletariado o lumpen de la sociedad.
Ha tenido incluso que ponerse
a trabajar de recepcionista y telefonista en una consulta de dentista, donde
está hasta que el dentista intenta abusar de ella. Y el final de la película es
de lo más dramático. La película tiene muy poco de comedia, que es donde más
está el mejor Allen, y sí mucho de drama. El final es una Jasmine sentada en el
banco de un parque sola y hablando en voz alta, ahuyentado a todo el que se
acerca a ella, balbuceando, probablemente por el exceso de antidepresivos
mezclados con alcohol. El ciclo del drama se ha cerrado.
Lo mejor de la película es
sin duda las interpretaciones de Jasmine y Ginger, las dos hermanas, es decir
Cate Blanchett y Sally Hawkins. Parece mentira que se pueda alcanzar tanta
naturalidad delante de una cámara. Las escenas son como pequeñas obritas de
teatro según la planificación de Allen, pequeños entremeses. La historia está
contada en presente en parte y con flash backs. El presente relata los momentos
malos de Jasmine y los flash backs relatan
los momentos buenos en Manhattan. Muy bien todo, sin confusión posible.
La cinta dura 98 minutos, la
duración habitual de las cintas de Allen que no suele hacer las películas
largas. Las tiene incluso muy cortas como Zelig, que rondará los 80 minutos,
casi cerca del mediometraje. No está recomendada para menores de 12 años, lo
cual me parece bien. Y no tiene ningún efecto especial. Basta con la historia
que se cuenta y con el trabajo de los actores, que están todos muy bien porque
Woody Allen es un excelente director de actores.
Allen cuida mucho los
aspectos técnicos de sus películas, especialmente la fotografía y la música. En
la fotografía saca un partido tremendo del director que es un español, vasco
para más señas, que es Xavier Aguirresarobe, a quien probablemente conoció
durante su estancia en España para el rodaje de Vicky, Cristina, Barcelona, que
le reportó a Penélope Cruz su único óscar hasta el momento a la mejor actriz
secundaria. Respecto a la música está llena de jazz y blues. Recordemos que
Allen toca todos los lunes con su banda de jazz en un club de Manhattan para un
público entusiasta. Precisamente la noche en que le dieron el óscar por Annie
Hall prefirió quedarse tocando el clarinete con su banda a asistir a las galas
de los óscars, cuando sabía que era uno de los favoritos para conseguirlo.
En definitiva estamos ante
una película muy buena que se merece las cuatro estrellas, pero no las cinco
del Diario de Sevilla porque le falta mucho para ser una obra maestra. No hace
falta correr para verla porque seguramente se llevará varias semanas en
cartelera como es habitual con sus películas y por ese crédito que hemos
mencionado tiene en Europa y particularmente en España. Todas sus películas son
un éxito de público. El día que fui a verla había bastante público y eso que
eran las cuatro de la tarde. Si van a ver la película recuerden que no se van a
encontrar al Allen comediante, sino al Allen
dramaturgo y a una espléndida Cate Blanchett. Disfrútenla y ya saben:
salud y suerte.
Calificación:
José Cuadrado
Morales
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