jueves, 14 de noviembre de 2013

EL ODIO

Una de las preguntas que más se han hecho los filósofos y las personas normales y corrientes a lo largo de la Historia es la siguiente: ¿Cuáles son los motores que mueven al mundo? He llegado a la conclusión después de mucho reflexionar y leer y ver los datos a lo largo del tiempo que los motores fundamentales son el amor y el dinero.
El amor se manifiesta de muchas maneras. Está el amor en pareja que es uno de los más hermosos. Uno puede llegar a dar la vida por su pareja. Y en último caso ambos miembros de la pareja pueden entregar su vida en defensa del amor, como si fueran Romero y Julieta. Está también el amor paternofilial, el amor de un padre a su hijo y me pongo como ejemplo. Yo sería capaz de dar la vida por mi hijo. Si necesitara mi corazón o mi hígado o algún otro órgano vital yo lo donaría con total facilidad. Lo quiero mucho y es un amor intenso que es muy difícil de explicar.
Está también el amor a las mascotas. Algunos las tratan como si fueran personas, les ponen abrigos en invierno, les cepillan los dientes, los cuidan en todos los sentidos incluso llevándolos al veterinario. Es un amor desprendido y muy hermoso. Está también el amor a una vocación, como es mi caso con la Literatura. Yo escribo desde que tenía siete años. Y he escrito sin parar hasta los 52 que tengo, siempre compatibilizándolo con otras cosas que estuviera haciendo como estudiar, trabajar, etc… He renunciado a mucho por la Literatura y me siento orgulloso del trabajo realizado.
Hay amores más grandes que afectan a mucha gente como es el caso del Martin Luther King y su amor por la igualdad entre blancos y negros. en los Estados Unidos de América. Le llevó a dar su vida por ese amor. Y está también el Mahatma Gandhi y su amor por la India y su política de la no violencia con la que consiguió la independencia de los ingleses después de mucho luchar. Pero tuvo que dar también la vida por ese empeño. Y está también el ejemplo de la Madre Teresa de Calcuta y el inmenso amor que sentía por los demás, sobre todo los más desfavorecidos. Dio su vida lentamente por ellos y renunció a todos los placeres del mundo.
Y está el tema del dinero, donde siempre están en conflicto la Macroeconomía y la Microeconomía. 
La primera intenta explicar cómo es posible que en tiempos de crisis como los que vivimos Caixabank haya crecido el último año un 164%. Y tiene que explicarnos también cómo es posible que sólo en Andalucía haya más de 100.000 familias que tienen a todos sus miembros en paro y sin derecho ya a prestación social alguna. Y la Microeconomía debe explicarnos cómo es posible que haya 8 millones de pobres y se tiren 8 millones de toneladas de alimentos a la basura y la gente coma directamente de los contenedores. La Microeconomía debe explicar el uso del euro por las personas normales, las que cobran una pensión no contributiva o los que no llegan ni de broma a cobrar 1000 euros al mes. No son mileuristas. Es la nueva clase social que está naciendo, la de los precarios: gente que tiene lo justo para vivir y no puede permitirse ningún lujo, ni siquiera el pequeño lujo de ir al cine para ver una película. La miseria se está apoderando de la sociedad y crece un odio brutal hacia los políticos y los banqueros que son los que ha provocado esta situación.
He hablado por primera vez del odio. Hay una inquina especial contra los políticos y los banqueros. Pero está el odio a pequeña escala en el mundo de la pareja. Siempre se ha dicho que del amor al odio hay un solo paso. Yo he sentido ese odio cuando mi ex mujer me abandonó estando yo en el peor momento de mi enfermedad y recién muerto mi padre. Pero quise sacar las consecuencias positivas del odio y lo que hice fue invertir la energía del odio en energía del amor pensando en mi hijo de dos años. No quería que el divorcio le afectara física y psíquicamente y me entregué a él por completo, apartando parcialmente la Literatura.  Pero también invertí parte de la energía del odio en creación literaria. Escribí un libro titulado Tuétanos odiantes, título de momento provisional. Cuando escribo un libro siempre pongo primero el título y voy construyendo el libro en torno a ese título. Después cuando termino de escribir el libro veo si el título sirve o lo cambio. Este título lo tengo que cambiar porque no me convence del todo. El libro empieza así: Odio es la palabra que más me explota en mis llagas viscerales. Afán brutal de derribar, destruir, matar. Sentencia contra el mundo que me oprime aprisionando contra la pared de mis pápulas anímicas purulentas. Es muy fuerte y refleja bien a las claras el dolor que me había producido el abandono. 
El libro es muy extenso: más de 5000 versos. Tendré seguramente que publicarlo en dos partes. Yo que normalmente escribo libros de amor me noto raro escribiendo un libro sobre el odio, pero es lo que sentía y un escritor tiene que ser fiel a sus emociones y sentimientos.
 Me ha pasado con otras mujeres que he amado de verdad. Supongo que habrá ocurrido lo contrario cuando yo he sido quien ha abandonado a una mujer, pero nunca me he sentido odiado por nadie. Lo que hay que hacer es tener un amor propio muy grande que lleve no al odio sino a la autoestima. Convertir el odio en amor a uno mismo y en amor hacia la propia persona a la que odiamos. Yo por ejemplo he felicitado por su 66 cumpleaños a mi ex mujer. Ya no siento amor, pero tampoco odio. Siento una extraña sensación de afecto por ser la madre de mi hijo y por ser la persona a la que más he amado.
El odio a mayor escala lo encontramos en el mundo de la religión. Muchas guerras del mundo se han provocado por motivos religiosos o por cuestiones tribales. Así ocurrió en los años 80 y 90 en Ruanda con las tribus de los hutus y los tutsis. Miles y miles de muertos fue la consecuencia de esta guerra civil. Y está el régimen dictatorial de los jemeres rojos de Pol Pot en Camboya, que dio lugar a la muerte de millones de personas que odiaban al régimen establecido, puramente fascista. Y ayer mismo se cumplieron 75 años de la noche de los  cristales rotos en Berlín, Alemania. Fue la madrugada del 9 al 10 de noviembre de 1938 cuando empezó la persecución de los judíos en Alemania. Mataron a muchos judíos y empezaron las deportaciones. Y ya al año siguiente, con la invasión de Polonia y la creación de los primeros ghettos en Varsovia cuando empezó la Segunda Guerra Mundial que duraría 6 años y en la que morirían en el holocausto entre 5 y 6 millones de judíos, aparte de los soldados que murieron en los campos de batalla. Una guerra absurda entre Japón, Italia y Alemania contra el resto del mundo, con la neutralidad de algunos países, entre ellos España. Algo bueno hizo la dictadura franquista: el mantenerse neutral ante la Segunda Guerra Mundial. Hubiera sido definitiva la Segunda Guerra Mundial para España después de estar saliendo de la Guerra Civil Española, otra demostración de odio entre los dos bandos, el Nacional y el Republicano. 
Odio y más odio en guerras absurdas que han provocado a lo largo de la Historia millones de muertes sin fin y siguen provocándolas porque nunca falta una guerra que llevarse a la boca. Hay muchas armas que vender a los señores de la guerra, los que están detrás y nunca se ven y que son los que mueven los hilos de tantos conflictos bélicos.
Guerras y más guerras contra las que  sólo cabe la neutralidad, los movimientos pacifistas que combatan el odio que existe en el mundo civil o entre países. Hay que recordar recientemente los conflictos de Irán, Irak y Afganistán. Y el fenómeno de Al Qaeda que está lleno de odio especialmente hacia los Estados Unidos y en general los paises occidentales, como ocurrió con España el 11-M con los trenes de la estación de Atocha. Y el odio de los  terroristas hacia el estado español, ahora de moda otra vez por la salida de la cárcel de los miembros de ETA al derogarse la doctrina Parot por el Tribunal de Estrasburgo. Se ha reavivado con eso el odio a los terroristas ahora que la normalidad estaba volviendo relativamente al País Vasco después del paréntesis tan largo que llevamos de ausencia de atentados terroristas, pero no abandonan las armas que es lo que tienen que hacer.
Hay que responder al odio con amor. Por difícil que esto resulte. Es cuestión a veces de poner la otra mejilla y cuando nos quedemos sin mejillas aplicar las dosis máximas de indiferencia para que el odio no nos afecte. Y hay que hacerlo con fuerza y con ilusión porque la primera víctima del odio es quien lo siente porque el rencor le corroe el interior y no lo deja vivir. Yo ya no quiero sentir más odio. Me parece absurdo. Hay que arreglar la vida cotidiana, el entorno que nos rodea y nos envuelve y nos da la vida. Ésta está llena de oportunidades para vencer al odio porque la existencia nos da motivos de sobra para odiar. Entonces tenemos que ser fuertes ante la adversidad del sentimiento del odio y vivir con la humildad suficiente de transformarlo en amor en la medida de lo posible.
Sé que es una transformación difícil pero posible porque yo la he hecho. Eso es lo que os deseo en este artículo especial que he dedicado al odio. No nos dejemos devorar por este sentimiento terrible que nos convierte en bestias y nos impide ser las personas racionales que se supone que somos. Es mi deseo para vosotros. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

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