Existen dentro de mi imágenes que nacen de mi experiencia.
Vienen y se van según sus caprichos. Yo no las domino. Cuando se reproducen en
mi cabeza lo hacen con una fuerza inusual lo hacen momentos antes de dormir.
Son pensamientos casi tangibles. Ahora me gustaría hablar de uno de ellos. Por su persistencia y su nitidez.
Por como me aborda y por como se hace presente.
No se con certeza la edad que tenia cuando este hecho ocurrió.
Tendría ocho o nueve años y era un día de verano. Recuerdo que estaba en una piscina
y que me encontraba en el precipicio de un trampolín. Recuerdo ese momento con
absoluta nitidez. Me veo erguido, firme y predispuesto a saltar. Y con un miedo
atroz. Tenía miedo a saltar pero la presión de los adultos que valoraban
nuestra actuación me condicionaba. Salté. No salte por valentía, porque como
digo tenía miedo, salté por la presión
que ejercían sobre mí, por el miedo a que pensaran de mí que era un cobarde.
Muchas vece adoptamos maneras que nos son incomodas y que se
presentan como miedos al ridículo y ni siquiera somos conscientes de ellas.
Por ejemplo, ante una situación cualquiera, imagínate que
sientes miedo a que no te salgan las cosas como quieres, a quedar mal o a que
te rechacen. ¿Quien puede afirmar que ese miedo no es una forma que evita el
innovar? Muchas veces evitamos las cosas novedosas porque nos cuesta
enfrentarnos a ellas, porque tenemos miedo al fracaso. Otra cuestión es el
consumo de sustancias que en principio son nocivas, pero que frecuentemente las
consumimos porque nos ayudan a sobrellevar, a tolerar la incertidumbre que
generan esas situaciones. Tomamos una copa de alcohol para afrontar nuestro
miedo a hacer el ridículo delante de una chica o de un amigo. Nos sentimos más
libres. Pero lo que estamos evitando es nuestro miedo al ridículo.
Lo que hoy nos trae aquí es la idea de que nuestras
decisiones deben de ser tomadas bajo la libertad y no sentirnos presionados o
determinados por los que piensen los demás. Hoy, lo que hacemos desde aquí es
un canto a la libertad de decisiones. Por supuesto tenemos que ser responsables
de nuestras decisiones pero lo que no hay que tener es miedo.
Lo importante no es lo que piensen lo demás de nosotros sino
lo que nosotros mismos pensemos de nosotros. Nadie, en su sano juicio, puede
estar en paz mientras sabe que sus decisiones son tomadas por la presión de los
demás. La libertad para equivocarnos tiene que ser derecho y patrimonio de cada
uno. Y si fracasamos no pasa nada, se vuelve a intentar y punto.
¡Muy chulo el post! Nos ha recordado a la canción de un rapero de Zaragoza que igual algunos conoceis. Os dejamos el enlace. Nos gusta escucharla de vez en cuando porque transmite mucha fuerza. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=f9DNdCJQ9sk
Tienes razon, a mi me pasa mucho eso y no se como controlarlo, muchas veces no hago cosas por el miedo a que no sean apropiadas y luego lo pienso y no consigo mis objetivos con ello y me siento frustrado.
ResponderEliminarAbraham