
Compartimentado el tiempo
podemos sentir que disponemos de mucho más para vivir y poder afirmar con
Roberto Benigni y Nicoleta Braschi que la vida es bella y lo es porque el
tiempo es un tesoro maravilloso para vivir. El tiempo es la vida misma, el
tiempo es, como decía San Agustín, un estado del alma. No hay presente ni
pasado ni futuro. Los tiempos son estados del alma y no hay que diferenciarlos
en absoluto.
Hay que mirar siempre hacia
el presente, que es el estado del alma más inmediato que existe. En realidad lo
que vivimos es un eterno presente. Hay que olvidarse del verso de Jorge
Manrique, aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. No hay que permitir
que el tiempo nos tienda una trampa y nos engañemos a nosotros mismos pensando
que todo lo vivido es siempre mejor que lo que vivimos en el presente. Y no es
así. El tiempo presente nos permite tener la sensación de que estamos más vivos
que nunca y que tenemos la verdad más absoluta de todas: que somos seres para
la gloria presente de nuestras existencias.

Yo por la mañana rezo a Dios.
Le rezo oraciones tradicionales y otras infantiles aún, pero que todavía
conservan su fascinación y su validez. Le doy gracias a Dios por darme otro día
más para vivir y le pido que sea un día fructífero, rico lo máximo posible. Si
no he tenido pesadillas ni malos sueños le doy las gracias por haber sido tan
generoso conmigo porque se lo pido por las noches antes de dormir. Espero que
el día nuevo tenga más sentido que nunca, que sea rico en todas sus facetas y
que yo pueda sentirme orgulloso del uso de ese tiempo del que hablaba al
principio del artículo. Pido a Dios que no malgaste mi tiempo porque es como
malgastar la vida misma.
Al principio del día es
cuando estoy peor con la ansiedad y el trastorno obsesivo compulsivo, que están
íntimamente relacionados. De hecho ese trastorno es una variante de las muchas
que tiene la ansiedad. Repaso física y mentalmente todas las cosas de la casa y
todas las cosas que tengo que hacer durante el día o que hice el día anterior.
Es una experiencia que me ocasiona un sufrimiento enorme y que me hace sentir
el ser más desgraciado del mundo. De hecho llego a pensar que nadie está peor
que yo. Es un sufrimiento espiritual y físico que no me deja tranquilo. Dura
dos horas o más. Después, a lo largo del día, también repaso de vez en cuando,
pero menos, las mismas cosas. Esta obsesión no me deja vivir. Me siento
dependiente de ella totalmente y no sé cómo superarla. A veces intuyo un atisbo
de esperanza que me hace sentir feliz aunque tenga el trastorno, pero no dura
mucho tiempo. Es una felicidad perecedera, pero que merece la pena ser
experimentada porque toda felicidad pequeña es grande. Aquí también se puede
decir que la vida es bella porque uno tiene la voluntad de ser capaz de superar
las adversidades y salir adelante con la fuerza necesaria para no caer en
socavones aún más grandes.

Tengo muchas esperanzas
puestas en este libro. Nunca hago una sola corrección, sino varias, antes de
pasarlo a limpio en mi vieja máquina de escribir. El primer borrador lo escribo
a mano, así como las correcciones, hasta que lo paso a limpio y luego empieza
la rueda de la publicación, que suele durar sobre cuatro meses. Cuando llega el
libro y lo cojo en mis manos es como tener la sensación de portar un niño en
los brazos, algo nuevo que llega a la vida y que me da más vida aún.
Yo durante el día intento
sacar esperanza de donde no la hay, por mal que me encuentre. Esa esperanza a
veces dura unos breves minutos solamente, pero cuando llega la siento de verdad
y me considero una persona feliz, en contraposición a la persona desgraciada
que me siento cuando soy víctima del trastorno obsesivo compulsivo. Yo soy feliz
con las cosas más pequeñas. No necesito grandes cosas para sentirme feliz. Me
basta lo diminuto, lo aparentemente intrascendente. Pero basta con fragmentar
el tiempo como decía al principio del artículo y entonces sentir unos segundos
de felicidad tiene una riqueza enorme que se multiplica hasta el infinito
aunque sólo dure un pequeño tracto de tiempo.
Por la noche suelo ver la
tele, preferentemente programas deportivos o películas. Me encanta el cine y
eso me ayuda después a llenar mis artículos de referencias cinematográficas. El
cine es una fuente de enseñanza muy grande. El cine es vida. Siempre hay que
decir como la canción: más cine por favor. No tengo preferencia por un género
en concreto. Si la película es buena el género me es indiferente. Los miércoles
voy al cine a ver una película de estreno. Este miércoles voy a ver Sin tregua,
una película policíaca. Me apetece acción. Recientemente vi El profesor y El
ladrón de palabras, dos películas estupendas y muy clarificadoras. La segunda
tiene mucho que ver con la
Literatura porque es la vida de tres escritores que se
interrelacionan.
Tengo relación a diario con
mis hermanas por teléfono. Me intereso por su estado de salud porque ambas
están enfermas, sobre todo la pequeña que padece esclerosis múltiple. Lo está
pasando muy mal y suele llorar conmigo y así se consuela, aunque a mí me afecta
bastante por mi sensibilidad y porque yo tampoco me encuentro bien y también
necesito a alguien con quien desahogarme. Pero bueno, lo hago como una acción
de caridad cristiana y Dios me lo tendrá en cuenta.
Suelo tener una relación
quincenal con mi hijo ya que estoy divorciado. Solemos ir a almorzar y
charlamos de todas nuestras cosas. Me llevo bien con mi hijo, sobre todo
teniendo en cuenta que tiene 22 años y es una edad especialmente difícil por
los cambios hormonales y otras cuestiones. Tiene novia y está en quinto de
carrera de Administración y Dirección de Empresas y Derecho, dos carreras en
una. Él trabaja mucho. Se lo he intentado inculcar desde pequeño, igual que el
hábito de la lectura. Siempre tiene un
libro pendiente de lectura. Igual que yo siempre tengo pendiente un
libro de escritura.

Éste es más o menos mi día.
Lo considero bastante rico aunque soy muy exigente conmigo mismo y quiero
siempre más, pero menos de todo lo malo como mi trastorno. Espero que este
artículo nos acerque aún más en este diálogo abierto que tenemos desde hace ya
dos años más o menos. Que nuestra relación continúe es lo que deseo. Y que
nunca nos falte, como suelo decir, la esperanza.
José Cuadrado Morales
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