viernes, 21 de septiembre de 2012

RELATO VIVO

Hoy retomamos nuestro "relato vivo", es un juego de creación literaria en la que distintas personas van inventando y continuando una historia. Aquí os publicamos la primera parte de "El sombrero del tio las barbas" y os retamos a continuar las historia. Seguro que entre todos sale algo tan curioso como lo que vais a leer a continuación.

EL SOMBRERO DEL TIO LAS BARBAS.

   Érase una vez un hombre delgaducho, ni alto ni bajo, ni joven ni viejo, con la mitad de dientes que la media nacional y el doble de pelo que la mayoría. Vivía al lado de un parque a las afuera de la ciudad, se llamaba Roque. Tenía una huerta donde cultivaba todo tipo de verduras aunque su especialidad estaba en sus zanahorias, pepinos y nabos. Solía venderlos en el mercado de abastos de la calle Bécquer y tenían fama de tener un aspecto deplorable y un sabor excelente.

   Un día una cliente muy exigente le dijo que su verdura era un asco y que se la podía meter donde la espalda pierde su noble nombre. Este le contestó - Cuidado señora no me falte al respeto o me tendré que acordar de su difunta familia. Pero como Roque era un caballero de los de lanza en astillero, o sea a la antigua usanza, rectificó y con una mas oscura, por la falta de dientes, que brillante sonrisa dijo - Le voy a saludar con el sombrero y que tenga usted un buen día, además llévese esta muestra y ya me contará.
Pasaron varias jornadas y la señora volvió al mercado, su actitud había cambiado, al igual que su aspecto, tenía los labios pintados de rojo y un gran escote que dejaba ver son grandes pechos.
- Siento mucho haberle faltado al respeto, sus verduras son verdaderamente excelentes. -¿Tiene usted novia?
- No señora, soy un hombre afortunado en los negocios pero no en el amor. Me alegra que le gusten mis productos. Por volver y tan guapa, le regalo esta bolsa llena de pepinos y zanahorias.
-No puedo aceptar el regalo, ya sería el segundo, usted se gana la vida vendiendo frutas y verduras, pero si aceptaría una cita con usted.
- Me halaga, es usted una señora muy bella. Muchas gracias. ¿Le apetecería venir a mi casa a tomar un revuelto de espárragos? Piénsatelo mujer que están para chuparse los dedos.
La mejor forma de llegar al corazón de una mujer es a través de la cocina pensó el bueno de Roque.

- ¿Qué tipo de espárragos son, de carretilla, blancos o trigueros? A mi personalmente me gustan gruesos y muy largos.
Roque con los ojos abiertos como platos de la Cartuja de Sevilla piensa; ¡La tengo en el bote!
- Pues acepto. Le responde la mujer.

- ¿A qué hora le viene bien?
Ella mirando el reloj con un ojo y los pelos de sus piernas con el otro le contesta - Sobre las ocho y media que tengo que hacerme la depilación brasileña. Llevaré vino y unos dulces para el postre.
Horas mas tarde suena el timbre en la casa de Roque.
– Hola; ¡Pero qué guapa se ha puesto usted esta noche! Pase, pase, por favor, esta usted en su casa.
- No me llame de usted, llámeme Flori de Florinda.
- Bueno, Flori, ¿Quieres una copita de vino mientras acabo de preparar la cena?
En ese momento la coge de la mano, ella sonríe.
- ¡Qué ásperas y duras tienes las manos Roque!.
Él, algo inquieto, le responde;
- Los hombres de campo tenemos muchas cosas
                                                                                       duras.
- Qué cosas tienes Roque je, je ,je.
- No me malinterpretes Flori, me refiero a que la gente de campo somos muy duros de mollera. Entra en el Salón y ponte cómoda mientras enciendo las velas y traigo los platos.
Ella dudando del vino, pregunta a Roque:
- ¿De qué cosecha es?
- No se, no venía escrito en la caja de Don Simón
- Me da igual, está buenísimo, je, je ,je.
Entonces Roque saca un par de platos con un exquisito revuelto de espárragos. Flori al verlos, con expresión de deseo, dice;
- Mejor revueltos que juntos, estoy deseando comérmelos.
- Aprovecha, aprovecha, que la noche es larga.


Tras varias copas de vino, este hizo efecto y Flori tuvo un repentino ataque de calor y a pesar del impresionante escote que tenía, tuvo que desabrocharse el único botón que aún le hacía guardar la compostura.
Viendo esto Roque, con los ojos a punto de salírsele de las orbitas, le pregunta al mismo tiempo que abre la ventana:
- ¿Tienes calor?
- Mi calor no lo sofoca el aire, son otro tipo de sudores…
El frutero con cara de preocupación y muy asustado le dice con la voz entrecortada:
- Échate en la cama, mientras llamo al 112.
Ella, algo desconcertada, actúa rápidamente y mientras se va despojando poco a poco de la ropa le dice:
- No, no, no hace falta, Roque, ven acércate a mí.
Y viendo que Roque no reacciona ni siquiera ante su depilación brasileña finge un mareo, dejándose caer al suelo.
Roque, hombre pragmático donde los haya, piensa que sus conocimientos de primeros auxilios son nulos y que eso del boca a boca debe ser muy complicado, con lo que apartando de su vista el maravilloso trabajo que habían hecho con Flori en el centro de depilación, llama al 112, que se presenta ipso facto, pues había una unidad atendiendo a otro enfermo en el mismo bloque.
Suena el timbre, abre Roque y penetran a toda velocidad el médico y el enfermero de urgencias.
Roque azorado les señala con el dedo:
- ¡Ahí, junto al sofá!

CONTINUARA….

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