El mar. La mar. Sólo la mar. Quién no recuerda estos sencillos versos de Rafael Alberti de su libro Marinero en Tierra con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura siendo prácticamente un adolescente. Rafael se veía a sí mismo como un marinero anclado en la tierra, en un lugar extraño, ignoto completamente para él. Fundamentalmente era un hombre de mar obligado a estar en tierra firme, viendo el mar a lo lejos, nublando sus sentidos por la belleza incombustible del mar.
El mar encierra una belleza metafísica que nos produce emociones diversas y positivas que nos transforman. Es esa sensación agradable que produce estar cerca del mar en la arena y hablando con él como cantaba Pepa Flores cuando decía háblame del mar marinero. El mar nos habla, nos dice muchas cosas hermosas desde ese silencio placentero de la arena de la playa, un silencio que dice miles de cosas como suele ocurrir con el silencio. Es un silencio que habla, que nos dice cosas que queremos oír y nos produce una gratificación considerable y sublime.
La talasoterapia es una forma de terapia ligada directamente con el agua de mar. Aprovecha los efectos beneficiosos del agua salada en la piel y en los órganos internos. Es una forma de terapia barata y a la que es fácil de acceder. No hay más que acercarse al mar y sentarse junto a él, ver una `puesta de sol sentado en un acantilado o en un rompeolas. Desde éste se puede observar la vida que vive dentro del mar y que se nos transmite por todos los sentidos. Oímos el rumor de las olas y nos contagia como algo positivo que no nos deja indiferentes, sino que nos transporta a un mundo maravilloso que es
el universo de las sensaciones marítimas.
Al mar se han acercado otros con distintas ideas. Ideas suicidas más concretamente como es el caso de Alfonsina Storni, que ante la enfermedad sólo encontró el camino del mar para hacer desaparecer el sufrimiento. O Ángel Ganivet, quien curó sus problemas de ansiedad arrojándose en un segundo intento desde un barco al mar. Ambos encontraron la luz en el mar, la luz que conduce al otro mundo, al otro universo donde todos nos encontraremos algún día.
El mar embelesa. Es fotogénico. Cuando era más joven iba con mi niño pequeño a hacer castillos de arena y otras construcciones. Jugábamos en la arena con mucha alegría y veíamos cómo el agua se metía en los castillos y otras obras con una excelente libertad. Lo pasábamos bien nadando y jugando en el agua. Éramos sencillamente felices sin más necesidad que la del propio mar. Ver las gaviotas posándose en el agua era todo un espectáculo. Inofensivas, prudentes, las gaviotas nos traían noticias de tierra, del mundo que habíamos dejado atrás por unos momentos.
El mar es un escenario poderoso para la lectura. Pocos placeres tan espectaculares hay como leer un libro junto al mar. Yo lo recuerdo cuando lo hacía con mi ex mujer. Leíamos juntos un libro y compartíamos con alegría la lectura con una espontaneidad magnífica. Recuerdo que mis lecturas favoritas eran las de Camilo José Cela, que de mar sabía mucho. En su obra aparece el mar como protagonista o secundario numerosas veces. Ese mar que él conoció desde su infancia y supo trasladar hasta sus libros con esa prolífica capacidad como tenía para escribir. Cela elevó el mar a la categoría de Dios, así como también lo hizo Pío Baroja en sus libros de aventuras como Las inquietudes de Santi Andía. El mar se desparrama entre sus páginas y se convierte en protagonista de sus obras de una manera espontánea.
Recuerdo las excursiones de barrio al mar. Era un domingo normalmente y la gente lo compartía todo. Era un ceremonial colectivo que fortalecía la hermandad entre las personas. Allí estábamos todos reunidos en torno al mar, solidarizándonos con él, con su proximidad, con sus olas a veces gigantescas en las que me gustaba deslizarme como sobre una tabla de surf. Las olas eran las compañeras ideales de juego y hacíamos con ellas formas muy diferentes y muy variables.
El mar es muy agradecido. Nos reconforta desde su cercana proximidad. Nos da un calor muy especial que es difícil de describir, pero que es completamente auténtico. El mar nos da las gracias de forma espontánea, nos da su luz prestada de la luna que a su vez la toma prestada del sol. Y nosotros recibimos el préstamo con alegría y damos las gracias contemplándolo con suavidad.
El mar es un buen sitio para la añoranza. Para el recuerdo reconfortante que nos da una paz interior considerable. Recordar junto al mar es vivir de nuevo con una fuerza distinta a todas las fuerzas. Recordar junto al mar es dejarse acariciar por las olas mientras la memoria hace sus funciones vitales con un agrado especial. La memoria se llena de mar y el mar se llena de nuestros recuerdos, de nuestras emociones vividas junto a él o de alguna forma relacionada con él.
El mar y la soledad es otro tema precioso para tratarlo en un artículo. Pasear con los pies desnudos por la arena mojada viendo como se van que dando las pisadas es algo maravilloso. Yo lo hice en otra época de mi vida más feliz que ésta, pero deseo que las cosas cambien y vuelvan los buenos momentos. El mar siempre es fiel porque está en el mismo lugar, tranquilo o furioso, pero fiel. Nosotros nos acercamos a él con solidaridad y esperamos de él lo mismo. Y existe esa compenetración de mar y hombre perfectamente acoplados, dichosos, unidos para siempre. Esa compenetración nos dice mucho de lo que es la solidaridad de la naturaleza. Mucho le tenemos que agradecer a ella cantidad de momentos buenos que llenan nuestra memoria.
Y para terminar, por poner como es lógico un punto final, hablaré del mar y su murmullo. Ese sonido que nos llega del mar cuando cerramos los ojos y lo oímos lenta y tranquilamente. Ese murmullo nos fortalece en la desgracia en muchas ocasiones. Hablo del mar como sedante, como espontáneo amigo que nos ayuda sin que nosotros queramos. Nos da una fuerza necesaria sin nosotros pedírsela. El mar es un compañero fiel que nos nutre positivamente y nos da la fuerza que necesitamos para seguir adelante.
Os he hablado del mar, marineros en tierra. Espero que os haya gustado este artículo de incorporación de las vacaciones. Que el mar nos siga uniendo y haciendo de nosotros mejores personas.
José Cuadrado Morales
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