EL CONSEJO DEL “NIÑO LA PILÁ”
Paco Rosal no tenía muchos amigos y encima consideraba que a los pocos que tenia no los cuidaba bien. Al que creía que era e
Paco Rosal no es que fuera un hombre poco sociable, ni mucho menos. Todo lo contrario, era un tipo muy dicharachero. Él, enseguida, cogía confianza con los desconocidos y entablaba conversación con cualquiera. Era una persona muy afable y cariñosa.
Allí donde llegaba entraba dando los “buenos días” o las “Buenas tardes” y conocía a la mayoría de la gente.
El “niño la Pilá” era invidente, lo apodaban así porque siempre bromeaba con que se le habían gastado las pilas que iluminaban sus ojos. Se sentaba a diario en la puerta del mercado a vender cupones y charlaba animosamente con todos los que pasaban de un lado para otro.
Por estas andaduras de parar un día tras otro a conversar, Paco Rosal fue contando los pormenores de su vida al “niño la Pilá”. Le dijo que tenía un buen sueldo, que trabajaba ocho horas y que en el almacén le tenían muy bien mirado. En casa su esposa estaba contenta y su hija era una niña modelo. ¿Qué mas podía pedirle a la vida?
Pero Paco Rosal tenía un problema que no le había referido a su amigo, aunque este lo sabía sin que se lo hubiera contado. La gente lo hablaba. A Paco Rosal, cada cierto tiempo, le perdía la enfermedad del juego. Era cíclico, y cuando le ocurría iba al casino y se gastaba la nómina íntegramente, dejando a su casa con una mano delante y otra detrás.

Un día, cansado de darle tantas vueltas a la cabeza, pensó que su amigo podría ser un buen consejero ya que trataba con mucha gente y conocía las dichas y miserias de todo el mundo.
-Que no manejes tú el dinero de tu casa- le dijo nada más terminar de plantearle la situación Paco Rosal.
-Pero eso como va a ser si yo soy el que…
-Tú quieres una solución, pues ahí la tienes. Que no manejes tú el dinero de tu casa. Si el dinero no pasará por tus manos no tendrías problemas con el juego. ¡Hazme caso Paco! ¿Te diría yo algo que te perjudicara?
-No.
-Pues, entonces

Paco Rosal seguía sin ver con claridad aquello que su amigo le había planteado y continuo pensando en ello. Pero se dio cuenta de que no tenía mucho más que pensar. El “niño la Pilá” había dado en el clavo, y le gustase a él o no, mientras tuviese la enfermedad del juego y no fuera capaz de controlar esos impulsos que le venían de vez en cuando, no podía manejar dinero o se arriesgaba a perderlo todo. Su amigo le había dado un buen consejo y ahora le tocaba a él llevarlo acabo.
- Ah, otra cosa, Paco, a partir de hoy la tienda de cupones está cerrada para ti.
La Pluma Negra
Me encanta vuestro bloog me siento muy identificada,os dejo mi bloog por si queréis seguirlo,gracias
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Noelia Almazán Nicolau