La voluntad es la fuerza bruta de la naturaleza humana. Con voluntad se hace frente a cualquier circunstancia adversa y cualquier otra condición difícil que pretenda alterar nuestro equilibrio natural. La voluntad es la energía que nos recarga diariamente para poder seguir viviendo con la dignidad suficiente para que nada pueda con nosotros y seamos capaces de aniquilar cualquier obstáculo que desee impedirnos eso que Francisco Umbral llamaba condición de la clase burguesa: la felicidad.
No creo que la felicidad sea una aspiración exclusiva de la clase burguesa. La felicidad es la necesidad de conservar el equilibrio entre todas las partes del ser humano: mente, cuerpo y alma. Y esto requiere muchísima voluntad. Se suele decir que querer es poder y probablemente sea cierto. Si yo quiero yo puedo. Aunque objetivamente consideremos que la aspiración que pretendemos sea imposible o bastante poco probable. Si querer es poder, entonces es más fácil hacer frente al mundo duro en que vivimos, y no hablo sólo del mundo exterior, sino casi sobre todo del mundo interior que suele ser el que más atenta contra nuestro equilibrio. Hablando de salud mental la voluntad es fundamental para superar los desequilibrios del vivir diario. Las depresiones se minimizan con una voluntad de hierro, como reza el título de la película del mismo nombre. La ansiedad, que tanto ataca junto a la depresión, también se minimiza y al volverse más pequeña nos deja vivir más tranquilamente y considerando los acontecimientos cotidianos más livianos y no enormes catástrofes de la naturaleza.
Entra aquí en juego una condición fundamental de la voluntad: la relativización. Relativizando los acontecimientos que tienen lugar se puede ser más feliz y alcanzar la armonía con uno mismo y con los demás. La relativización nos permite ver el famoso vaso medio lleno y no medio vacío. Es un tópico, pero que sirve perfectamente para ejemplificar el tema del que estoy hablando. El vaso medio lleno nos permite pensar en que vamos a seguir disfrutando de su contenido. No pensamos en la pena que nos da lo que ya hemos ingerido y que no podemos volver a beber. Relativizar es quitar los elementos negativos de todo lo que hacemos y pensar que todo es posible, aunque nos cueste muchísimo trabajo.
Entra de nuevo en juego otra condición de la voluntad: la necesidad de trabajar. No nos regala nada la vida. La voluntad es la conquista cotidiana de todo lo que para nosotros nos resulta importante. La voluntad se aplica a todo cuanto tenemos que hacer. Por ejemplo, yo estoy teniendo que aplicar voluntad para escribir este artículo. Pero antes he tenido la voluntad de prepararlo mentalmente como suelo hacer con los artículos que escribo para el blog de la Ura. Yo los trabajo mentalmente primero, sin necesidad de hacer un borrador. Todo es mental. Vivo el artículo mentalmente siempre y cuando me pongo ante el ordenador empieza a surgir casi solo el artículo con relativa facilidad.
Entra en juego un nuevo concepto en relación con la voluntad: la visión positiva de la existencia. Si se ven las cosas siempre negras cualquier cosa por pequeña que sea nos parecerá un mundo. La visión positiva nos permite considerar las cosas más amables y darnos cuenta con sorpresa de que somos capaces de hacer más cosas de las que imaginamos. Por ejemplo: todos tememos el día de la muerte de nuestros padres. Pensamos que no vamos a ser capaces de aceptarlo. Pero llegado el momento nos demostramos a nosotros mismos que sí lo somos. A mí me pasó eso. Yo pensaba que no sería capaz de aceptar la muerte de mis padres, que me vendría abajo. Pero mi padre murió y fui capaz de hablar con él por última vez antes de que lo desconectaran de la máquina que lo mantenía con vida. Y pensaba sobre todo que no iba a ser capaz de aceptar la muerte de mi madre. Y llegó el momento de su muerte y la acepté con total normalidad. Estaba muy unido a ella y pensaba que no podría soportar su pérdida. Pero fui capaz y eso hizo que mi voluntad se fortaleciera aún más.
Entra en juego otro factor de la voluntad: la progresiva fortaleza que se consigue aplicando la voluntad a los acontecimientos de la vida cotidiana. La fortaleza crece cada vez que superamos algo con el uso de nuestra voluntad. Esa fortaleza va creciendo y nos endurece en sentido positivo. Y nos demostramos a nosotros mismos que somos capaces de más cosas de las que imaginábamos. Ni nosotros mismos conocemos nuestras posibilidades, aquello de lo que somos capaces. La voluntad es un misterio.
Un misterio que nos descubre que estamos hechos de maravillas por explotar. Somos capaces de muchas más cosas de las que imaginamos y no hace falta volverse de piedra para superar los obstáculos que nos ponga la vida día a día. El misterio de la voluntad lo envuelve todo, más aún si lo relacionamos con el mundo de la fe. Con fe la voluntad es más posible, más duradera, más consistente. Quien a Dios tiene nada le falta y todo se alcanza. No vemos obstáculos, sino posibilidades de superación personal. Creemos que somos débiles, pero hay una fuerza interior que nace de la fe y se transforma casi milagrosamente en voluntad y atacamos los males que la vida nos presenta todos los días Somos seres especiales que nos planteamos continuamente metas nuevas. Se puede aplicar al mundo del deporte o a cualquier otra faceta de las muchas que se pueden considerar. Un pertiguista se alegrará enormemente de conseguir saltar un centímetro más. Un saltador de longitud lo mismo. Pues igual en otras facetas de la vida cotidiana. Esa especialidad del ser humano le permite ver más allá de lo que hay, superar mentalmente primero el obstáculo y después aplicarlo a la realidad. Esta realidad está llena de continuas trabas que exigen una mayor o menos dosis de voluntad. Todo depende de la cuestión de que se trate. No todo requiere la misma voluntad. Hay cosas que exigen una dosis mínima y otras que nos llevan a considerar que somos incapaces de realizar una determinada actividad o la aceptación de las frustraciones.
Esto es muy importante: aceptar las frustraciones, independientemente de su naturaleza o su intensidad. La aceptación de las frustraciones depende en gran medida de nuestra voluntad personal, que es lo que nos diferencia. Hay quienes se ahogan en un vaso de agua como se suele decir y hay quienes no se ahogarían ni en la piscina más grande del mundo. Todo depende del punto de vista y de cómo consideremos los acontecimientos. Es decir: la importancia que le demos a las cosas. Es algo más profundo que la relativización de la que he hablado antes. Es una trascendencia espiritual del trance que nos toque vivir. Depende del valor que nos demos a nosotros mismos. Depende, como tantas cosas, de la autoestima. Es otra relación de la voluntad con la salud mental. La autoestima es el valor que nos demos a nosotros mismos. A mayor valor mayor es la posibilidad de superar una adversidad. Para ello se aplica el nivel de voluntad que cada uno tenga. Yo he descubierto muchas veces esa trascendencia y me he sentido capaz de hacer cosas que creía imposibles.
Vivir es un esfuerzo diario de voluntad. Desde vestirnos por la mañana hasta lo más grande que nos pueda ocurrir. Ese esfuerzo nos pone a prueba continuamente y demuestra nuestra condición de ser humano. Como humanos que somos somos seres volitivos y como seres volitivos somos seres que tomamos decisiones. Y esas decisiones deciden o determinan nuestra vida. Deseo que toméis sabias decisiones y que estas decisiones os llevan a esa aspiración burguesa de la felicidad.
José Cuadrado Morales.
Enhorabuena José, nos ha gustado mucho este post. Muy bien organizado y bien expuesto.
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