Personalmente lo que peor llevo es el ingreso porque cuando estoy allí encerrada siento como si estuviese en la cárcel. También se le añade que me niego a tomar la medicación de allí porque es mucha cantidad, las pastillas me ponen adormilada todo el día, como drogada. No obstante la medicación y el ingreso no es por gusto ya que elimina el riesgo de hacerse daño uno mismo o de hacer daño a terceros.
La prueba está en que algunas veces de las que he ingresado, estaba tan mal que cuando se ha ido mi madre me he puesto a tirar todo el mobiliario, es decir los sillones por los aires. Suena gracioso pero os aseguro que no lo es.
Lo que también es cierto es que a veces el medico no nos deja salir a la calle durante varios días o incluso semanas y esto te agobia y desespera un montón. Hay algo que no saben los médicos y es que si estas demasiado tiempo allí las paranoias van en aumento, es decir que empiezas a pensar y a inventar cosas y cosas perjudiciales para mi y para los que están alrededor.
Puedo contar una anécdota un poco indecorosa, y muy simbólica, resulta de que en una de las tardes en la que la sala de psiquiatría estaba llena resulta de que uno de los enfermos hizo sus necesidades en medio del pasillo y empezó a salpicarlo todo, así como te lo cuento.
No obstante no puedo tener queja del personal. Hasta ahora me han tratado todos los médicos y puedo asegurar que son geniales. Cada uno tiene sus cosas pero profesionalmente son estupendos. Hay también en concreto dos enfermeras que mas que portarse bien me mimaban mucho. Siempre que le pedía tabaco me daban algún cigarrillo o si necesitaba una cuchilla para depilarme confiaban en mí en que no haría ninguna tontería y también me lo daban.
Cuando salgo de allí siempre es una alegría muy grande pero también he de reconocer que se hacen muchas amistades, es como en la mili, donde se pasa mal la gente se une mas.
También he de decir que psicológicamente salgo bastante bien con muchas menos paranoias.
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