Hoy me han propuesto escribir sobre mi enfermedad, la esquizofrenia. No es fácil de describir, pero voy a hacer un esfuerzo, como todo en mi vida.
Todo empezó hace ya catorce años cuando “un buen día” después de varios años de consumo de alcohol y estupefacientes me desmayé en el cuarto de baño de mi piso y estuve varias horas inconsciente. Al despertar mi mundo cambió, mi mente como por arte de magia dejo de ser coherente y empecé ha distorsionar la realidad de las cosas, ahí comenzó mi gran vía crucis por esta vida. Todo lo que me rodeaba de forma positiva se me fue poco a poco de las manos y mi vida se fue deteriorando irremisiblemente, era como si todo lo que yo tocaba se deshiciese y lo que había conseguido anteriormente se esfumase (familia, estudios, relaciones personales, amistades, etc.…).
Cuando uno ingresa en el ala de psiquiatría del hospital no imagina a donde ha ido a parar. Siempre que una persona ingresa en un hospital no es agradable, pero el ala de psiquiatría es uno de esos espacios hospitalarios inhóspitos, desagradables, donde uno siempre esta vigilado sin tener nada que hacer, ocioso, pensando en tus paranoias, siempre pendiente de que llegue la comida, odiando la hora de la medicación que te dan y pasando el tiempo entre cigarro y cigarro.
Una vez fuera todo tu mundo ha cambiado quieras o no. Estas atado a la medicación prescrita y comienzan las barreras que la sociedad incluida tu familia te pone en el camino. A veces aunque parezca que te están intentando ayudar hay momentos en los cuales no sabe uno que es peor si el remedio o la enfermedad. Confieso que en mi caso las personas que me han querido ayudar en un principio son mi familia, puesto que encontré el rechazo de gran parte de lo que era mi mundo hasta ese día.
J.C.
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