EL INSOMNIO DE MARTÍN PLATA
Cuando cae la noche Martín Plata no puede dormir. Durante todo el día hace tareas para estar agotado y así, cuando caiga la noche, el cuerpo, rendido por el esfuerzo del día, sea vencido por el cansancio y tenga, a buen merecer, el descanso que requiere. Pero su cuerpo no responde a los planes que Martín Plata idea durante el día. Cuando cae la noche Martín Plata no puede dormir. Padece de un infatigable insomnio que no le da respiro y lo mantiene en vela toda la noche.
Consumido por el exhausto esfuerzo se tumba en la cama mirando el techo. Ha cenado algo ligero. No es persona de comer mucho por la noche porque no anda bien del estómago y no hace buenas digestiones y si cena demasiado se le hace una bola en la barriga que le produce mayor incomodidad durante la maltrecha madrugada. Sabe que esta noche será otra noche larga y fatigosa donde luchará por dar una cabezada y donde probablemente fracasará. Tumbado en la cama boca arriba, los dos brazos cruzados sobre el pecho y las dos piernas estirada con la vista clavada en un punto que bien podía ser el infinito si Martín Plata fuera un hombre de pensamientos profundos, pero es más de ideas prácticas por lo que abre y cierra los ojos con asiduidad, sin dejar que estos recorran el camino de lo eterno. Sus pensamientos fluyen más por derroteros terrenales. Piensa en que mañana es jueves le toca la ruta de la sierra norte. Tiene que salir temprano. No es que el se levante temprano, es que no se duerme en toda la noche y por lo tanto cuando llega la hora de levantarse Martín Plata está como un clavo de pie, tomando un café y listo para salir a trabajar. Pero esto del insomnio no puede dejarlo más. Tiene que hablar con un medico. No puede dormir una hora y media que duerme de siesta a medio día, si es que llega a una hora y media.
No sabe que postura coger. Ya se canso de estar boca arriba y se pone ahora boca abajo, agarrando la almohada con un brazo. Se tapa con la sabana aunque no hace frio. Martín Plata lleva un rato dando vueltas sobre la cama, incómodo e inquieto. Sufriendo las inclemencias de insomnio, las despiadadas garras de la vigilia. El desvelo le hace encender un cigarrillo y para eso tiene que encender la luz. La enciende y se sienta en el borde del colchón. No quiere ni mirar la hora, eso le desmoraliza aún más, le hace más pesada la fatiga. El cigarro le sienta bien. Apaga la luz. Piensa que en veinte minutos no se va a dormir. No recuerda donde pero ha leído que el tabaco es un excitante y que los veinte siguientes minutos después de un cigarrillo las pulsaciones se aceleran y aumenta el ritmo cardiaco. Con esa idea se va relajando y parece entrar en un estado de sopor. Pero ese estado de sopor es pasajero. Le sucede tres o cuatro veces durante la noche. Es una especie de letargo en el que parece que la vigilia se va a romper y por fin Martín Plata caerá en los brazos de Morfeo y, ante tal excitación, el insomne se exalta y pierde la modorra. Es el perro que se muerde la cola.
Martín Plata ve como sigue pasando la noche y el sigue con ojos de buho, rojos de exaltación, sigue de vigilante y de testigo de una noche en que la luna tiene un color plomo parecido al color de una bala. Asocia ese color a la muerte y esta al descanso eterno y se pregunta como será la vida en el más allá. Como hemos dicho antes, Martín Plata no es hombre de hacerse grandes preguntas o preguntas que puedan ser recordadas por su trascendencia pero parece que el color bala de la luna le ha hecho reflexionar sobre la muerte, que se imagina como un eterno descanso, como un gran remanso de paz. Piensa en ella en un estado en donde no hay ataduras terrenales ¿cómo imaginar este concepto? El hombre puede desprenderse de la idea de no tener sentidos ni necesidades. Es como enfrentarse a la idea vacío. Martín Plata intenta con todas sus fuerzas imaginar el vacío y se ve frente a un agujero negro, frente a la antimateria, ante una espiral en el espacio. La muerte le esta llevando a estas visualizaciones. Se ve a algunos conocidos delante de un ataúd levantado del suelo, sostenido por una tarima, sobre un césped verde y llorando al difunto. Se acerca más a la escena y se da cuenta de que es él quien está dentro del ataúd. Intenta levantarse pero no puede incorporarse, los miembro de su cuerpo no le responden. Lo intenta de nuevo pero parece que está como entumecido, tan solo puede hacerlos mover un poco, no le responden en su totalidad. Entonces intenta gritar pero no le sale la voz. Intenta gritar a su padre que está junto al ataúd pero, al mover la boca no emite sonido. Martín Plata empieza a ponerse nervioso. Vuelve a intentarlo gritando ahora con todos sus pulmones pero obtiene idéntico resultado. Nada de nada. Se pregunta cómo es posible. Se acerca un sepulturero y cierra el ataud. Se hace la oscuridad y todo queda apagado. No se ve ni se siente nada. Martín Plata se asusta. Entones se da cuenta de que lo que está teniendo es un mal sueño, una pesadilla y hace intento por despertarse. Mueve los músculos para que con el movimiento salga del amodorramiento. Pero de momento solo siente que se mueve el cuello y las piernas. Todavía sigue en el sueño. Siente como le bajan al fondo de la fosa donde va a ser enterrado y escucha las primeras palas de arena caer sobre el ataúd. Sigue moviendo el cuello y las piernas con la esperanza de ser despertado antes de ser enterrado en vida. Y de repente despierta con una bocanada de aliento que lanza al aire. Siente alivio, por poco muere. Han faltado segundos para ser enterrado en vida con insomnio y en una mala pesadilla en el momento que dábamos una pequeña cabezada en el instante en que se supone nuestro cuerpo debía de sentirse agradecido por el descanso.
Se le han quitado las ganas de seguir intentando dormir. La pesadilla le ha marcado. Ha sentido mucho agobio y ahogo. Verse encerrado en el ataúd le ha dado una sensación de falta de aire que lo que necesita ahora es vestirse y salir a la calle. Se pone ropa de vestir y decide ir a tomar un café. Son las cuatro y media de la madrugada. Sabe que locales encontrará abiertos. Para ellos se encamina. Se acabaron los intentos por dormir esta noche. Mañana será otro día. Ya habremos olvidado el susto.
Martín Plata se ha relajado un poco pero no ha conseguido dormir mucho. Tan sólo ha pegado la cabezada de la pesadilla donde lo enterraban vivo. Todo esto lo piensa mientras toma su cortado en la cafetería. Una noche más ha sido vencido por su insomnio.
La pluma negra
Muy bueno pluma negra, la verdad es que lo voy a recomendar en la ura Virgen del rocio, para que lo lean todos aquello interesados.
ResponderEliminares gratificante escuchar un comentario así.esto te da ganas de seguir escribiendo. me alegra mucho de que te haya gustado.
ResponderEliminarMe ha gustado el cuento y el giro que creo has dado, para que lo que parecía obvio, no lo fuera. Seguramente más de uno ha pensado como yo, que la brasa del cigarrillo sería causante del incendio y el sueño eterno de Martín Plata.
ResponderEliminarSalu2.