Lo que os voy a contar es como contar un cuento, sólo que no fue un cuento, fue real. Quiero que, aunque sea virtualmente, tratéis de leerlo en vuestro ordenador, mi propuesta es que lo leáis como si fuera un cuento, un cómic, ya que es tan duro, tan extraño y a la vez tan común hoy en día, creo que así podréis comprender, lo que yo después de tanto tiempo comprendo.
Soy ex toxicómana y quiero contaros mi experiencia con la droga; para que cuando lo leáis penséis que estas cosas pasan en el mundo real. No sólo se leen en un ordenador, sino que también pueden leerse en los ojos de aquellas personas que las sufrieron.
Empecé a fumar tabaco cuando tenía sólo 14 años, con 16 años ya fumaba marihuana y hachís y con 18 años; el día de mi cumpleaños; me pinché por primera vez, directamente en vena, heroína tailandesa. Os aseguro que no fue la última vez, después de ésta hubo muchas más veces; tantas veces que no se pueden contar con los dedos de las manos. Os aseguro que hubo más drogas, cocaína, anfetaminas; empecé tomándolas para quedarme despierta por las noches y poder estudiar; y terminé tomándolas para “colocarme”. También abordé el LSD, los barbitúricos, pastillas para dormir, ansiolíticos, etc. En 15 años, desde los 18 hasta los 33, no seguí ningún tratamiento psiquiátrico, entraba y salía de urgencias del hospital como si fuera mi propia casa y ni así conseguía apartarme de ese “mundillo” ni lo que este conlleva, la drogadicción en plan masivo. Cuando un buen día después de haber cumplido 33 años pasé varios días en el ala de psiquiatría del hospital “Gregorio Marañón” en Madrid, resultó que mi madre pidió al juez que no me dejaran marcharme del hospital sola. El juez aceptó, y allí estaba yo, encerrada en el hospital por mi propia voluntad pero sin poder marcharme a mi casa sola, con un “monazo del carajo” (síndrome de abstinencia). Por aquel entonces yo vivía sola en un piso que había comprado mi padre; esta vez, mientras yo estuve en el hospital, mi padre decidió vender ese piso Por otro lado mi madre vino a Madrid desde Sevilla a recogerme al hospital para llevarme de vuelta a Sevilla, a su casa. Aclaración: mis padres están divorciados y cada uno, tanto mi madre como mi padre, se han vuelto a casar. Así pues, después de vivir desde los 12 años hasta los 33 en Madrid, (yo soy argentina, allí nací y estuve viviendo en Buenos Aires., hasta los 12 años), me trasladé e Sevilla a vivir en un piso pequeño con mi madre y mi padrastro. Después de varios días, tal vez algún mes; yo seguía con el síndrome de abstinencia; quería curarme, pero también me asaltaban dudas, por otro lado quería escaparme; entonces cuando la convivencia se tornó insoportable, volvieron a ingresarme, en el ala de psiquiatría del hospital Virgen Macarena, esta vez en contra de mi voluntad. Allí estuve bastante tiempo, no recuerdo cuanto (creo que fueron aproximadamente 40 días) cuando salí del hospital volví al mismo piso de mi madre y mi padrastro. Ya más tranquila después de haber seguido un tratamiento en el hospital y ya sin el síndrome de abstinencia me dispuse a llevar una vida más ordenada y normal. Al principio funcionaba; me habían asignado un psiquiatra, por la seguridad social, el cual me había puesto un tratamiento que yo seguía al pie de la letra. Pero después de una temporada, mientas asistía al hospital de día del Virgen Macarena volví a juntarme con gente que consumía droga y se me ocurrió la nefasta idea de volver a consumir. Empecé consumiendo Hachís y después, haciendo algunos contactos con gente de la calle, de mi barrio, elegí volver a consumir heroína y cocaína; esta vez me fumaba éstas drogas. Ya no volví a pincharme nunca más. Entonces empecé a encontrarme mal otra vez. Estaba drogándome otra vez y nadie lo sabía, sólo yo. También es verdad que sólo yo sabía lo mal que me encontraba; no era yo misma, era yo drogada. No consumía todos los días pero si asiduamente. El mezclar el tratamiento con esas drogas no me sentaba nada bien; pero yo soñaba que era posible. Después de una temporada lo dejé. Dejé de drogarme y todo volvió a la normalidad.
La normalidad duró mucho tiempo, hasta que me dio por consumir coca cola con cafeína en plan exagerado; bebía más de 6 u 8 latas al día, después empecé a mezclar la coca cola con chupitos de güisqui. Esto provocó que cada día Empezara a dormir menos. Fumaba 2 o 3 paquetes de tabaco al día; estaba hecha una mierda. Esta vez me dio por bajar a la calle a las 4 o las 5 de la madrugada y quedarme en la calle hasta que a las 6 aproximadamente abrieran los bares; ya que entonces podía seguir consumiendo coca cola y güisqui a mi antojo. No se lo contaba a nadie y cada vez me encontraba peor. Así que un buen día solicité por favor a mi madre que me ingresara otra vez en el hospital. De esto hace aproximadamente 3 o 4 años. Esta vez fue la definitiva, estuve un mes en el hospital; allí me pusieron un tratamiento, el cual yo seguía a rajatabla. Este mes me pareció un siglo. Cuando me mandaron a casa con un tratamiento, empecé a hacer todas las cosas bien, lo mejor posible. Me derivaron al psiquiatra otra vez, éste me hacía el seguimiento, me puso un tratamiento, dicho tratamiento empezó a variar con el paso del tiempo, a medida que yo iba encontrándome mejor.
De esto hace un año. Dejé de beber coca cola de raíz, también deje el alcohol. Hoy en día mi vida es todo lo normal posible, ya que aún me quedan secuelas.
Pero dichas secuelas no me hieren mi autoestima, tampoco me impiden llevar una vida normal. Así que por fin así me deshice de todo residuo de droga. Lo único que no pude dejar fue el tabaco, si bien rebajé el consumo. Pero nadie es perfecto y considero que el fumar tabaco, moderando el consumo, es algo normal. Yo se que es una droga, pero entre todas las drogas conocidas hasta hoy es de las blandas; fumar tabaco es como beberse unas cañas ó un vaso de vino a la hora de comer.
Soy ex toxicómana y quiero contaros mi experiencia con la droga; para que cuando lo leáis penséis que estas cosas pasan en el mundo real. No sólo se leen en un ordenador, sino que también pueden leerse en los ojos de aquellas personas que las sufrieron.
Empecé a fumar tabaco cuando tenía sólo 14 años, con 16 años ya fumaba marihuana y hachís y con 18 años; el día de mi cumpleaños; me pinché por primera vez, directamente en vena, heroína tailandesa. Os aseguro que no fue la última vez, después de ésta hubo muchas más veces; tantas veces que no se pueden contar con los dedos de las manos. Os aseguro que hubo más drogas, cocaína, anfetaminas; empecé tomándolas para quedarme despierta por las noches y poder estudiar; y terminé tomándolas para “colocarme”. También abordé el LSD, los barbitúricos, pastillas para dormir, ansiolíticos, etc. En 15 años, desde los 18 hasta los 33, no seguí ningún tratamiento psiquiátrico, entraba y salía de urgencias del hospital como si fuera mi propia casa y ni así conseguía apartarme de ese “mundillo” ni lo que este conlleva, la drogadicción en plan masivo. Cuando un buen día después de haber cumplido 33 años pasé varios días en el ala de psiquiatría del hospital “Gregorio Marañón” en Madrid, resultó que mi madre pidió al juez que no me dejaran marcharme del hospital sola. El juez aceptó, y allí estaba yo, encerrada en el hospital por mi propia voluntad pero sin poder marcharme a mi casa sola, con un “monazo del carajo” (síndrome de abstinencia). Por aquel entonces yo vivía sola en un piso que había comprado mi padre; esta vez, mientras yo estuve en el hospital, mi padre decidió vender ese piso Por otro lado mi madre vino a Madrid desde Sevilla a recogerme al hospital para llevarme de vuelta a Sevilla, a su casa. Aclaración: mis padres están divorciados y cada uno, tanto mi madre como mi padre, se han vuelto a casar. Así pues, después de vivir desde los 12 años hasta los 33 en Madrid, (yo soy argentina, allí nací y estuve viviendo en Buenos Aires., hasta los 12 años), me trasladé e Sevilla a vivir en un piso pequeño con mi madre y mi padrastro. Después de varios días, tal vez algún mes; yo seguía con el síndrome de abstinencia; quería curarme, pero también me asaltaban dudas, por otro lado quería escaparme; entonces cuando la convivencia se tornó insoportable, volvieron a ingresarme, en el ala de psiquiatría del hospital Virgen Macarena, esta vez en contra de mi voluntad. Allí estuve bastante tiempo, no recuerdo cuanto (creo que fueron aproximadamente 40 días) cuando salí del hospital volví al mismo piso de mi madre y mi padrastro. Ya más tranquila después de haber seguido un tratamiento en el hospital y ya sin el síndrome de abstinencia me dispuse a llevar una vida más ordenada y normal. Al principio funcionaba; me habían asignado un psiquiatra, por la seguridad social, el cual me había puesto un tratamiento que yo seguía al pie de la letra. Pero después de una temporada, mientas asistía al hospital de día del Virgen Macarena volví a juntarme con gente que consumía droga y se me ocurrió la nefasta idea de volver a consumir. Empecé consumiendo Hachís y después, haciendo algunos contactos con gente de la calle, de mi barrio, elegí volver a consumir heroína y cocaína; esta vez me fumaba éstas drogas. Ya no volví a pincharme nunca más. Entonces empecé a encontrarme mal otra vez. Estaba drogándome otra vez y nadie lo sabía, sólo yo. También es verdad que sólo yo sabía lo mal que me encontraba; no era yo misma, era yo drogada. No consumía todos los días pero si asiduamente. El mezclar el tratamiento con esas drogas no me sentaba nada bien; pero yo soñaba que era posible. Después de una temporada lo dejé. Dejé de drogarme y todo volvió a la normalidad.
La normalidad duró mucho tiempo, hasta que me dio por consumir coca cola con cafeína en plan exagerado; bebía más de 6 u 8 latas al día, después empecé a mezclar la coca cola con chupitos de güisqui. Esto provocó que cada día Empezara a dormir menos. Fumaba 2 o 3 paquetes de tabaco al día; estaba hecha una mierda. Esta vez me dio por bajar a la calle a las 4 o las 5 de la madrugada y quedarme en la calle hasta que a las 6 aproximadamente abrieran los bares; ya que entonces podía seguir consumiendo coca cola y güisqui a mi antojo. No se lo contaba a nadie y cada vez me encontraba peor. Así que un buen día solicité por favor a mi madre que me ingresara otra vez en el hospital. De esto hace aproximadamente 3 o 4 años. Esta vez fue la definitiva, estuve un mes en el hospital; allí me pusieron un tratamiento, el cual yo seguía a rajatabla. Este mes me pareció un siglo. Cuando me mandaron a casa con un tratamiento, empecé a hacer todas las cosas bien, lo mejor posible. Me derivaron al psiquiatra otra vez, éste me hacía el seguimiento, me puso un tratamiento, dicho tratamiento empezó a variar con el paso del tiempo, a medida que yo iba encontrándome mejor.
De esto hace un año. Dejé de beber coca cola de raíz, también deje el alcohol. Hoy en día mi vida es todo lo normal posible, ya que aún me quedan secuelas.
Pero dichas secuelas no me hieren mi autoestima, tampoco me impiden llevar una vida normal. Así que por fin así me deshice de todo residuo de droga. Lo único que no pude dejar fue el tabaco, si bien rebajé el consumo. Pero nadie es perfecto y considero que el fumar tabaco, moderando el consumo, es algo normal. Yo se que es una droga, pero entre todas las drogas conocidas hasta hoy es de las blandas; fumar tabaco es como beberse unas cañas ó un vaso de vino a la hora de comer.
A raíz de todas las veces que consumí drogas y tantas veces que estas situaciones me superaron terminé padeciendo un trastorno grave de la personalidad y psicosis esquizofrénica. Aún hoy sigo padeciendo este trastorno y sigo en tratamiento, que por supuesto será de por vida, aunque ya sea residual.
Con 46 años puedo afirmar que soy una persona normal; con un tratamiento de mantenimiento y una familia que siempre estará a mi lado.
C.A.M.M.
Con 46 años puedo afirmar que soy una persona normal; con un tratamiento de mantenimiento y una familia que siempre estará a mi lado.
C.A.M.M.
Enhorabuena por tu voluntad y entereza. Felicidades por dejarte ayudar por los profesionales adecuados. Gracias por compartirlo en este blog en el que puedes ayudar a mucha gente.
ResponderEliminarLe deseo a vos bellos momentos de felicidad. Admiro tu fuerza, muchos ánimos para seguir tu camino