Tenía que hacer una llamada. Eran las dos de la tarde y en el hospital haría rato que ya les habrían dado de comer a los enfermos. Ahora estarían en la hora de la siesta. Yo acababa de salir de trabajar. Mi tía estaría cuidando de mi prima la habían operado de apendicitis, nada que fuera peligroso. El médico nos dijo que el único riesgo era que para hacerle la operación tenía que entrar en un quirófano, pero que hoy en día con un par de incisiones se extirpaba el apéndice y en dos días estaba recuperada.
Cuando llegue a casa, marque el número del hospital y esperé a los tonos. Al segundo tono me salió una voz desconocida,
-¿Quién es?.
-¿Tita?¿Eres tú?
-¿Diga?
-¿Si?
-Se ha confundido, pero me da mucha alegría. Llevo dos días sin hablar con nadie. Es usted la primera persona con la que hablo en cuarenta y ocho horas.-
Me quedé petrificado. No sabía que responder. Tampoco me atrevía a colgar. Había dicho que yo era la primera persona con la que hablaba en cuarenta y ocho horas. ¿Quién era mi interlocutor? Podía colgar y punto, pero un deber moral hacía que me mantuviese al aparato. Decidí contestar cortésmente.
-Lo siento, habré marcado mal. Estaba intentando llamar al hospital y me habré equivocado en algún número, perdone.
-No se disculpe. Yo no estaba haciendo nada. Veía la televisión. Y la verdad, ya estoy harta de ver tanta tele. Me paso más de doce hora viéndola al día. Es prácticamente lo único que hago. Soy jubilada,¿sabe usted?, además, vivo sola. No hablo con casi nadie y su llamada ha sido una sorpresa.
No sabía que responder y tampoco me atrevía a colgar. No se merecía que la dejase con la palabra en la boca. Decidí hacerle algunas preguntas.
-¿Cómo se llama usted?
-Mi nombre es Pepa y tengo setenta y dos años. Soy viuda desde los sesenta y cuatro.
-Mi nombre es Javier e iba a llamar a mi prima que la han operado de una apendicitis ayer. Y ¿tiene usted hijos?
-Tengo cinco hijos. Dos hembras y tres varones. Tengo también nueve nietos, pero ya la abuela es un estorbo. Eso pasa con los ancianos, nos volvemos unos estorbos, no servimos para nada. Estoy pensando que para estar sola en casa y llevarme los días enteros sin hablar con nadie es mejor estar en una residencia, allí por lo menos tienes compañía, hacen excursiones y, de una forma o de otra, te entretienen más.
-Pues tiene usted razón, Pepa
-¡Pues claro que si, hijo!. ¡Una está vieja no tonta!
Pepa empezó a caerme simpática. Empecé a hablar con ella de temas diferentes, me contó su vida por encima, a grandes trazos y estuve hablando con ella unos veinte minutos. La verdad era una señora con un gran sentido común. No había tenido estudios por que a los siete años empezó a trabajar de niñera para una señora de interna y tuvo que abandonar la escuela. Era la tercera de siete hermanos y su padre fue barrendero. Se había criado en un antiguo corral de vecinos y tenia recuerdo muy nítidos de su pasado. Desde que se casó se había dedicado en cuerpo y alma a sus hijo y marido, claro esta ,lavando y cosiendo para la calle. La vida de una autentica luchadora. Ahora se veía en la más absoluta soledad. Sus hijos y nietos se habían olvidado de que tenian una abuela.
-Bueno, Pepa, tengo que dejarle, que tengo que llamar a mi prima y tengo que comer antes de irme a trabajar que ahora entro de tarde, ha sido un placer conocerla.
-Gracias a ti, muchacho. Estaba en casa sola escuchando la televisión y cuando sonó el teléfono me pregunte quien podría ser. Nunca imagine que iba a ser un chico tan encantador y paciente como tú.
Colgué el teléfono y esta vez me cercioré de que marcaba bien el número. Me cogió la llamada mi tía. Mi prima salía del hospital esa misma tarde. El médico le había dado el alta por su pronta recuperación. No debía de hacer ningún esfuerzo ni coger nada de peso, se podía quebrar la herida. Le conté a mi tía lo que me había pasado con Pepa. Me dijo que la vida, a veces, es así de injusta. Uno se sacrifica por los suyos durante toda una vida y la forma que tiene de agradecértelo es abandonándote a la vejez.
Cuando llegue a casa, marque el número del hospital y esperé a los tonos. Al segundo tono me salió una voz desconocida,
-¿Quién es?.
-¿Tita?¿Eres tú?
-¿Diga?
-¿Si?
-Se ha confundido, pero me da mucha alegría. Llevo dos días sin hablar con nadie. Es usted la primera persona con la que hablo en cuarenta y ocho horas.-
Me quedé petrificado. No sabía que responder. Tampoco me atrevía a colgar. Había dicho que yo era la primera persona con la que hablaba en cuarenta y ocho horas. ¿Quién era mi interlocutor? Podía colgar y punto, pero un deber moral hacía que me mantuviese al aparato. Decidí contestar cortésmente.
-Lo siento, habré marcado mal. Estaba intentando llamar al hospital y me habré equivocado en algún número, perdone.
-No se disculpe. Yo no estaba haciendo nada. Veía la televisión. Y la verdad, ya estoy harta de ver tanta tele. Me paso más de doce hora viéndola al día. Es prácticamente lo único que hago. Soy jubilada,¿sabe usted?, además, vivo sola. No hablo con casi nadie y su llamada ha sido una sorpresa.
No sabía que responder y tampoco me atrevía a colgar. No se merecía que la dejase con la palabra en la boca. Decidí hacerle algunas preguntas.
-¿Cómo se llama usted?
-Mi nombre es Pepa y tengo setenta y dos años. Soy viuda desde los sesenta y cuatro.
-Mi nombre es Javier e iba a llamar a mi prima que la han operado de una apendicitis ayer. Y ¿tiene usted hijos?
-Tengo cinco hijos. Dos hembras y tres varones. Tengo también nueve nietos, pero ya la abuela es un estorbo. Eso pasa con los ancianos, nos volvemos unos estorbos, no servimos para nada. Estoy pensando que para estar sola en casa y llevarme los días enteros sin hablar con nadie es mejor estar en una residencia, allí por lo menos tienes compañía, hacen excursiones y, de una forma o de otra, te entretienen más.
-Pues tiene usted razón, Pepa
-¡Pues claro que si, hijo!. ¡Una está vieja no tonta!
Pepa empezó a caerme simpática. Empecé a hablar con ella de temas diferentes, me contó su vida por encima, a grandes trazos y estuve hablando con ella unos veinte minutos. La verdad era una señora con un gran sentido común. No había tenido estudios por que a los siete años empezó a trabajar de niñera para una señora de interna y tuvo que abandonar la escuela. Era la tercera de siete hermanos y su padre fue barrendero. Se había criado en un antiguo corral de vecinos y tenia recuerdo muy nítidos de su pasado. Desde que se casó se había dedicado en cuerpo y alma a sus hijo y marido, claro esta ,lavando y cosiendo para la calle. La vida de una autentica luchadora. Ahora se veía en la más absoluta soledad. Sus hijos y nietos se habían olvidado de que tenian una abuela.
-Bueno, Pepa, tengo que dejarle, que tengo que llamar a mi prima y tengo que comer antes de irme a trabajar que ahora entro de tarde, ha sido un placer conocerla.
-Gracias a ti, muchacho. Estaba en casa sola escuchando la televisión y cuando sonó el teléfono me pregunte quien podría ser. Nunca imagine que iba a ser un chico tan encantador y paciente como tú.
Colgué el teléfono y esta vez me cercioré de que marcaba bien el número. Me cogió la llamada mi tía. Mi prima salía del hospital esa misma tarde. El médico le había dado el alta por su pronta recuperación. No debía de hacer ningún esfuerzo ni coger nada de peso, se podía quebrar la herida. Le conté a mi tía lo que me había pasado con Pepa. Me dijo que la vida, a veces, es así de injusta. Uno se sacrifica por los suyos durante toda una vida y la forma que tiene de agradecértelo es abandonándote a la vejez.
La pluma negra.
La verdad es que tu error al marcar le dio una alegría a la mujer y le hiciste pasar un rato entretenida hablando y contando su vida,por eso el soplo de aire fresco que le entro al sentir que alguien le llamaba,no esta pagado con ningún dinero,da un poco de lastima ver que has traído al mundo 5 hijos y que no se molesten en llamar aunque sea para no decir nada solo para saber si esta bien,pues notar que alguien se molesta y te llama es ver un poco que sigues vivo en la vida de los demás.
ResponderEliminargracias por tu comentario. Por desgracia el texto refleja una realidad que vive ancianos de los paises del mundo occidental donde los valores que priman son aquellos que invitan a una vida sin ataduras ni complicaciones. falta el compromiso con aquellos que en su día nos dieron todo y, a veces, sólo nos piden ser escuchados. gracias de nuevo por tu comentario. la pluma negra
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