“Un soneto me manda hacer Violante /y en mi vida me he visto en tal aprieto, /catorce versos dicen que es soneto, / burla burlando van los tres delante.” Así rezaba el escritor clásico de nuestro Siglo de Oro de las Letras y me comparo con él porque en mi vida me he visto en tal aprieto propiciado por mi psicólogo: escribir un artículo sobre la ansiedad padeciendo una crisis de ansiedad casi permanente que no me deja en paz ni prácticamente me deja vivir con un mínimo de tranquilidad y serena armonía con mi cuerpo, mi mente y mi alma.
“Ansiedad de tenerte en mis brazos musitando palabras de amor. Ansiedad de tener tus encantos y en la boca volverte a besar”. Así cantaba Nat King Cole en la memorable canción de amor absolutamente inolvidable. Pero yo no hablo de esta ansiedad positiva, expectante, cargada de ilusión, en espera de todo lo bueno que pueda ofrecer el amor y la pasión de enamorados. Yo hablo de la ansiedad negativa, destructiva, aniquiladora, martilleante, masacradora, que te convierte en un muerto en vida, en un zombi incapaz de hacer las cosas más básicas como lavarse, comer y otras similares.
Me viene a la memoria Ángel Ganivet, escritor semidesconocido de la Generación del 98, que intentó por dos veces el suicidio hasta conseguirlo arrojándose por la borda de un barco. Al principio consiguieron salvarle, pero en la segunda ocasión logró su propósito. Y todo por sus problemas de ansiedad. Me pregunto cuál es el nivel de desesperación que lleva a un ser humano a quitarse la vida por culpa de la ansiedad, lo infinitamente mal que hay que estar para acabar con todo llenando de agua los pulmones, Qué pena tanto talento malgastado como diría Robert de Niro en Una historia del Bronx.
La ansiedad se manifiesta de múltiples formas porque es un proceso camaleónico: fobia social, ansiedad generalizada, agorafobia, trastorno obseso compulsivo y un largo etcétera. Yo padezco un poco de todo y juro por Dios que el sufrimiento es inmenso, atroz. Te convierte en un pelele, en esclavo de la ansiedad, en un niño pequeño que necesita ayuda hasta para las cosas más elementales. Uno no vale nada. Es una piltrafa, un ser sin recursos, sin medios propios para tener la autonomía imprescindible para poder vivir por uno mismo.
No sé cuál es la solución a la ansiedad. Lo que temo es llegar a la parálisis de la que me hablaba Paco Carrascoso (mi anterior psicólogo) hace algo más de un año cuando llegué a la URSM Virgen Macarena. Como novato que era me estuvo explicando numerosas cosas, entre ellas el proceso de llegar hasta la parálisis absoluta que tanto miedo me provoca porque no quiero caer en ella. A Dios le pido que me dé fuerzas para contener las terribles acometidas de la ansiedad en sus variadas manifestaciones. Que la ansiedad no me pueda, que sea yo el que pueda con ella para acabarla, destruirla, arrasarla.
Que Dios me dé las fuerzas suficientes y se las dé también a todos los colegas de padecimiento. Que podamos decir al final: hemos triunfado y seguimos caminando. Utilizando la expresión inglesa “Keep Walking”, continúa caminando, mantente en marcha. Me prometo a mí mismo hacerlo y espero que todos vosotros, enfermos o pacientes, como prefiráis llamaros, también. Me daréis una enorme alegría.
José Cuadrado Morales
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