miércoles, 16 de marzo de 2011

RELATO

EL HOMBRE DE TEMPANO

Cuando sacó el despertador en casa eran las siete de la mañana. Pablo tenía que levantarse el primero, enchufar la cafetera, despertar después a su esposa, Sofía, luego a sus niños, Pablito y Marta. Era un día normal de trabajo. Él saldría un poco antes para que no le cogiera el atasco en la SE-30. Sofía se encargaría de vestir y de llevar los niños al cole. Hoy era un día especial para Pablito: iba de excursión al parque, con su clase de cuarto de primaria, a conocer algo más de cerca la naturaleza (el crío llevaba hablando de la excursión días). Nadie podía quitarle de la cabeza que vería a una serpiente o encontraría una araña del tamaño de una bola de papel.
Marta, entre bostezo y estirones, dos añitos más pequeña que Pablo, se levantó algo menos ilusionada, a ella no le esperaba un día un día tan interesante como el de su hermano mayor y la ilusión de ir al cole era algo menos intensa.
Pablo padre, iba con tiempo suficiente a la oficina. En el coche escuchaba su emisora de radio favorita. Una que ponían música de los 80, la época en que conoció a Sofía, música que le traía gratos recuerdos de su pasado juvenil, de cuando todo eran proyectos y él iba a ser el hombre más famoso del mundo cuando ganara el novel de literatura, porque por aquellos tiempos era aficionado a escribir relatos cortos. Su mente divagaba por estos derroteros mientras escuchaba una canción de “los secretos”.
El día empezó en la oficina con normalidad, tenía un cargo con cierta responsabilidad, era el jefe de Almacén. En su oficina todos los pedidos debían de llevar la garantía de Don Pablo o por el contrario la de su compañero Don Julián. Ambos se llevaban bien, nunca habían tenido ningún problema y cuando aparecían ocasionalmente eran algo pasajero y solucionable.
La mañana transcurría con absoluta normalidad. Todos los pedidos salían a tiempo y según sus previsiones. Hora de irse a casa y de escuchar a Pablito como le había ido la excursión al parque. Si había visto alguna serpiente o alguna araña del tamaño de una bola de papel.
De vuelta, a Pablo le gustaba escuchar las noticias porque las mañanas no tenía tiempo de leer el periódico y las noticias de las dos le ponían al tanto de lo que pasaba en el mundo. Pero una noticia no llegó a entenderla del todo bien. Centró su atención, - “Ultima hora; un autobús escolar, ha sufrido un accidente en las proximidades de Sevilla, auun se desconocen las causas y el estado de los heridos”. Se paró el tiempo, era el autobús de los salesianos, donde estudiaba Pablito y Marta. A Pablo en el momento se le paró el corazón.
En el tanatorio Pablo llevaba un traje negro, camisa blanca y corbata negra. Sofía iba enteramente vestida de negro. A Martita le habían dejado con los padres de Sofía, querían que todo aquello fuera lo menos traumático para la dulce criatura.
Las palabras de cada pésame, - “Le acompaño en el sentimiento”, -“No somos nadie”…, bloquearon los canales sensitivos de Pablo, convirtiendo en el hombre de Témpano. No se le pasó por la cabeza como se encontraba Sofía, sólo sentía que cada vez se encontraba más frío, mas duro.La sensación de no poder expresarse, de no poder llorar, de no poder volverse loco por unos momentos… preguntándose porqué.
El cúmulo de emociones confusas e internas provocaban un bloqueo de los sentimientos y todo le parecía irreal. Viendo a Pablito detrás del cristal tenía la impresión de que en cualquier momento se levantaría y que saldrían de allí de la mano como si nada de lo que había ocurrido fuese cierto.
Pero reaccionaba, se centraba y se localizaba, sabia muy bien que estaba en un tanatorio, que el del ataúd blanco era Pablito, el de la serpiente y se araña como bola de papel.
Más hombre de témpano se volvió cuando los amigos y familiares dejaban las flores frente a la lápida donde se inscribía el nombre y fechas de Pablito.
A partir de entonces cambio su relación con su entorno, a Sofía casi no la atendía, a Marta no la trataba con el cariño y la dulzura con que antes lo hacia y tampoco como a una niña que había perdido a su hermano mayor y tenia un montón de preguntas que hacerle a su papá.
Le había cambiado de carácter, por las mañanas, aunque salía antes para que no le cogiese el atasco de la SE-30, no ponía la emisora de los 80, prefería el silencio. Pablo empezó a perderse el sentido a la vida, le encontraba banal y monótona.
Aquel trágico día, en el autobús, murieron calcinados él y Pablito, ese trágico día se forjó el hombre de témpano.

La pluma negra

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