
Los dolores del alma y del cerebro son más invisibles, están más escondidos, se revisten de una piel diferente a todo lo demás y que suele sufrirse en silencio, en soledad. La enfermedad mental sigue siendo un estigma para nuestra sociedad. Está como prohibido el sufrimiento espiritual. El enfermo mental está estigmatizado, señalado por miles de dedos visibles e invisibles que lo apartan de la sociedad y lo introduce en una espiral autodestructiva cada vez mayor y que parece no tener fin.
Es muy peligroso confesar que se padece depresión o ansiedad. Y no digamos si se dice que la enfermedad mental que se padece es la esquizofrenia o algo peor. Entonces el estigma es mayor y el sufrimiento que genera es infinitamente más grande. No puede decirse que estás tomando medicinas para los

A eso estamos obligados los enfermos mentales: a pedir perdón por estar mal, a justificar que no somos peligrosos, que la psicosis no hace daño sino a uno mismo y a nadie más. Es difícil buscar pareja cuando se padece una enfermedad mental. Damos miedo por nuestra sintomatología, nuestro andar pausado como si fuéramos zombis, gente inútil, espectros en la niebla del universo espiritual más amargo. Damos pena encima porque no comprenden cuánto se sufre cuando tenemos ganas de llorar y no podemos porque el pecho está tan oprimido que ni siquiera las lágrimas pueden salir del interior de nuestros corazones. Damos asco porque parece que en la sociedad simplemente tenemos el papel de parásitos que causan una escabechina a la Seguridad Social porque cobramos pensiones que parece que no nos merecemos cuando muchos, como yo, hemos cotizado una serie de años y tenemos derecho a una pensión contributiva. Y los

Sin aliento y con el estigma de cargar con una enfermedad mental que nos convierte en solitarios crónicos o nos obliga a relacionarnos sólo con personas que padecen nuestra misma enfermedad. Pero en el mismo dolor está la esperanza para escapar porque se convierte en un escudo que nos protege de todas las agresiones externas y al final acabamos siendo más fuertes que los que están sanos entre comillas. El dolor mismo es la gasolina que nos sirve de combustible para tirar en el duro día a día en el que se convierte la vida, Hay que decir como John Rambo en la película Acorralado de Ted Kotcheff cuando el coronel Truman le pregunta cómo vivirá a partir de ahora. Y Rambo, siempre parco en palabras, responde: día a día.
Pues a eso invito a todas las personas estigmatizada
s mental y socialmente: a vivir día a día, diariamente, sin pensar en el mañana, sólo en el hoy, en el ahora, en el aquí, en nosotros mismos y en nuestras propias y particulares limitaciones que pueden ser vencidas por una voluntad de hierro o cuando menos de bronce. Somos fuertes y fuertes seguiremos siendo hasta que la muerte nos alcance como a todos porque en eso no hay diferencia alguna que valga. Como me dijo una vez una amiga soy más fuerte de lo que creo. Y pienso que llevaba razón. Aquí estoy, padeciendo de los nervios desde los siete años. Y van cuarenta y dos. Y pienso seguir luchando, con estigma o sin él porque en el fondo soy un superviviente, un Rambo más que con una breve pero jugosa mochila siempre diré que viviré día a día, con un apoyo incondicional: el mío.
José Cuadrado Morales

José Cuadrado Morales
Tus palabras nos han conmovido y nos hemos sentido identificados. Estamos de acuerdo contigo en que hay que seguir luchando para restarle horas al sufrimiento. Gracias por compartir tus pensamientos.
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