Por
fin es lunes. Gracias a Dios. Se acabó el fin de semana y llega la libertad del
trabajo y las ocupaciones diarias.
Me
remito en este nuevo artículo al que escribí la semana pasada titulado “Harto
ya de estar harto ya me cansé”. Podemos considerar a este nuevo artículo la
segunda parte de aquél porque creo que le faltaba material.
En
aquel artículo hablaba de las dentelladas que dan los tiburones blancos como
símbolo de las dentelladas y los golpes que dan el hartazgo del pensamiento y
las enfermedades mentales, particularmente la mía: el trastorno obsesivo
compulsivo, más conocido como TOC.
Esas
dentelladas son terribles. Pues a ellas hay que responder con voracidad, con
más dentelladas todavía, con más furia, con más fuerza para no dejarnos vencer.
Yo
recuerdo ahora los muchos años que la depresión me tuvo preso de sus garras,
metido en la cama, perdiendo el tiempo y la vida. Era un muñeco de peluche más tirado en la cama como
si fuera un desperdicio. No quiero que vuelva ese tiempo, completamente oscuro,
con mucho sufrimiento, en el que me sentí vencido y sin salida posible.

La
ansiedad me permite escribir con voracidad, con verdadera fruición, con fuerte
interés por las cosas que me preocupan y me interesan. Le doy velocidad a las
teclas y su ruido me ayuda a vivir. Siento que las teclas son motivos para
realizarme y convertirme en un ser útil para la sociedad. Me gusta sentirme
útil para los demás y creo que lo hago como escritor, como periodista,
aportando al mundo que me rodea y en el que vivo mi propia visión sobre él.
Conozco
a personas depresivas que están con el cuerpo plomizo, casi sin poderse mover.
Deben tener voracidad para luchar contra la depresión, pensar que son tiburones
blancos que pueden vencer a la enfermedad con esas dentelladas terribles y sin
ningún límite posible.
Y
conozco a personas con ansiedad que están dominadas por ella. Tienen que luchar
para convertir a la ansiedad en una compañera positiva porque se puede hacer
positiva la enfermedad. Yo siempre me digo por la mañana cuando me levanto como
un lema de vida cotidiana: “Autoestima, flexibilidad, positividad, optimismo,
seguridad, sin miedo, con amor propio, dignidad y voluntad”. Y este lema me
funciona para tirar hacia delante. Cuando estoy mal me lo repito y tiro hacia delante,
hacia las metas que suponen la vida cotidiana. Ese vivir día a día que ya
comenté hace muchísimos artículos y que es como debemos planificar nuestra
existencia: un vivir día a día, tiempo a tiempo, con sus pausas y sus momentos
para el decaimiento y la victoria. Porque nadie está mal todo el tiempo. Todos,
incluso los que están peor, tienen buenos momentos a lo largo del día y han de
aprovecharlos para hacer las cosas, para ser y sentirse útiles, para dar
validez a una existencia que la depresión intenta convertir en nada, en un
fardo sin sustancia sometido a la tensión del dolor permanente.
Yo
hago de la ansiedad algo positivo, aunque a veces ella puede conmigo, pero no
dejo de luchar. Y eso es lo que hay que hacer: no dejar de luchar, si caemos
nos levantamos y a tirar hacia delante otra vez, como si nada hubiera ocurrido.
Con la cabeza muy alta, con esa dignidad de la que antes hablaba y que no
debemos olvidar nunca.

Lo
que más abunda es el trastorno ansioso-depresivo. Yo afortunadamente hace
tiempo que no sé lo que es la depresión, pero la he vivido durante muchos años.
Ahora la ansiedad es la que ocupa su sitio y me hace daño y me hace vivir muy
malos momentos, pero intento siempre mirar hacia delante para que la vida sea
la prioridad, que es lo que intenta cargarse la enfermedad de nervios. Ésta
tiende a anular la personalidad del individuo y, con ella, la propia
existencia. Y es algo que no podemos permitir. Tenemos que tener autoestima,
querernos abiertamente sin tapujos de ningún tipo. Y no importa si nos tenemos
que decir: “Te quiero Pepe”. Tenemos que ser nosotros mismos receptores
primeros de nuestro propio amor para que sea auténtico el amor que le damos a
los demás. Si no nos queremos a nosotros mismos difícilmente será auténtico el
amor hacia los otros. Ama al prójimo como a ti mismo. Es una frase
completamente válida que nunca debemos perder de vista.
La
enfermedad de nervios también te hace sentir un inútil, alguien incapaz de
realizar las más insignificantes actividades, pero eso es una gran mentira. Los enfermos mentales
somos capaces de hacer muchas cosas, tantas como los que no lo son. Tenemos
fuerza de ánimo para tirar hacia delante sin miedo, que es algo muy importante,
porque si te atrapa el miedo queda reducida toda la vida a nada, a una
insignificante porción de Universo que no tiene ningún sentido.
Somos
muy válidos. Tenemos que repetirnos eso cada mañana. Ser fuertes para descubrir
todo nuestro potencial interior , que es enorme y que está esperando que salga
al exterior para dar validez a nuestra condición de ser humano. Podemos decir:
“padezco depresión”, pero no soy una persona nula porque no lo voy a permitir.
Podemos decir también : “padezco ansiedad”, pero no soy una persona sin valor
sino que soy capaz de hacer tantas cosas que no sé por dónde empezar. De eso se
trata: de elevar la enfermedad a la categoría de motor para que nos dé fuerza
para valorarnos y aumentar progresivamente nuestra autoestima. Parece una
paradoja, pero es la realidad. La enfermedad puede ser positiva para darnos
fuerza y coraje para vivir, fuerza para luchar, para gritar que no somos unos
trastos a los que hay que almacenar en hospitales, sino seres perfectamente
válidos capaces de realizar cualquier tarea.

Queda
clara pues la intención de este artículo: no somos unos inútiles, sino personas
absolutamente válidas para hacer todo tipo de cosas. No lo olvidéis amigos.
Salud y suerte.
José Cuadrado Morales
Pepe he leído tu artículo "Voracidad": me ha animado y me he sentido reflejado en muchas de las cosas que dices. Los enfermos mentales no somos trastos inservibles o inútiles sino que podemos hacer muchas cosas. Gracias por decirlo. A mi también me ha costado mucho salir de ese estado de apatía depresivo en que vivía pero lo he conseguido aunque a veces puede ocurrir que me encuentre bajo o con un poquito de ansiedad. Eso se combate participando en la unidad de rehabilitación, apoyándote en ella, estoy de acuerdo contigo. Hay que hacer de la enfermedad algo positivo, que a su pesar nos suba la autoestima en vez de bajárnosla como tu dices. Me ha encantado tu artículo. Un saludo.
ResponderEliminarJesús.
¡ENHORABUENA!MUY INTERESANTE EL ARTICULO.ESPERAMOS CONTINUAR SIGUIENDO TUS ESCRITURAS.
ResponderEliminarGracias amigo Jesús por el comentario que has escrito a mi artículo Voracidad. Lo has entendido perfectamente y has penetrado de maravilla en él. Has buceado en el artículo que he escrito basándome en mis muchas experiencias relacionadas con la salud mental y la Unidad de Rehabilitación. Como verás es el complemento perfecto al artículo Harto ya de estar harto ya me cansé. Pensé que se había quedado corto y he recurrido a este segundo artículo.
ResponderEliminarMe alegro de haberte animado con mi trabajo y que no te sientas un trasto. Cuidate mucho. Te tengo que dejar porque Alfonso me está metiendo prisa para que se ponga otro usuario. Un abrazo Jesús. Tu amigo Pepe Cuadrado.
Estimados amigos de Rehabilitación de Santander: gracias por vuestro comentario a mi artículo Voracidad, complemento de una primera parte titulada Harto ya de estar harto ya me cansé. Espero como decís que sigáis leyendo mis escritos y nos hagamos amigos en este nivel maravilloso de la palabra escrita. Fielmente, José Cuadrado.
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