lunes, 8 de abril de 2019

LOS COMEDORES BENÉFICOS

En mi último artículo hablaba de que había en España sobre 8 millones de personas pobres o en el umbral de la pobreza y que florecían cada vez más los comedores benéficos o sociales.
Quiero dedicarles ahora un artículo en particular. Para ello lo mejor que se me ha ocurrido hacer es ir a uno de ellos, concretamente a uno de Sevilla situado en la calle Patricio Sáenz. Se llama Comedor Benéfico San Vicente de Paúl y está regentado por las Hijas de la Caridad, bajo la dirección de la Asociación Paz y Bien.
Me he quedado sorprendido de todo lo que he vivido en él durante unos días de intenso trabajo. Lo que hacen las monjas que lo regentan es casi milagroso porque dan de comer diariamente de lunes a domingo, es decir todos los días del año, a cientos de personas que forman hileras larguísimas.
De estas cosas no hablan los políticos en precampaña ni en campaña. Se limitan a hablar de grandes conceptos, de enormes promesas, de términos de macroeconomía cuando lo que le interesa a la gente en general es la microeconomía, es decir, la economía de todos los días. Los políticos practican mucho la demagogia y deben dirigirse de verdad a esos millones de personas que no tienen ni para comer, que tienen que acudir con más humildad que nadie a los comedores benéficos y a otros sitios parecidos.
He conocido a muchas personas, cada una con su historia particular. Había un chico que repartía publicidad por 20 euros y como decía eso le daba para comer un par de veces pero después tenía que acudir al comedor benéfico porque el dinero se le acababa en seguida.
Estaba también una mujer alcohólica que no recibía ninguna prestación del Estado y tenía que ir allí a comer todos los días.
Conocí a muchas personas que no cobran nada. ¿Cómo quiere el Estado que vivan? ¿Del aire? Van allí por pura y estricta necesidad.
Había una mujer con cinco hijos olvidada de ellos sin prestación ninguna que comía allí también todos los días por estricta necesidad.
Y un hombre muy bien vestido supongo que para mantener la dignidad que se había quedado sin trabajo y no le había quedado más remedio que ir allí.
Las amables monjitas también dan desayunos. De lunes a sábados a las 9 de la mañana y los domingos a las 9 y media. Yo asistí a uno de esos desayunos y había bastante gente buscando algo caliente que llevarse al cuerpo y al alma, porque es mucho el amor que ponen las monjas en su trabajo y esto se ve con una nitidez absoluta.
También tienen las monjas un servicio de vestuario con ropa donada para las personas que la necesiten.
Igualmente tienen un servicio de duchas dos días en semana para quien pueda necesitarlo. Yo asistí uno de esos días y vi la cantidad de gente que iba allí para cuidar su higiene.
Hay anuncios puestos en un tablón para ayudar también a la gente necesitada. Por ejemplo uno de una peluquería que pela a los clientes gratis ciertas horas y ciertos días de la semana.
Es mucha la crisis y todo viene bien.
Las monjas también dan comida a veces para llevarse a casa. Puede ser fruta o dulces o ambas cosas.
Entre los usuarios se crea una hermosa hermandad. En la cola se habla de todo un poco. En general cada uno cuenta su desgracia particular, aunque también se aplica muchas veces el sentido del humor para ir tirando.
Hay edades muy variadas, desde ancianos que van con su andador y su asiento hasta jóvenes desempleados que no encuentran la manera de tener su primer trabajo.
Cada uno sufre su situación a su manera. Los hay muy dignos y los hay muy venidos abajo que no soportan esa situación y hablan de hacer algo peor. No sé qué.
Lo que hay es una hermandad muy grande. Yo he conocido por ejemplo a Puri, a Eva, a Pilar, a Fernando, etc. Cada uno me ha enseñado algo y lo duro que es no tener ni para comer.
Cada uno se busca la vida como puede. Van muchos gorrillas que se sacan unos euros. Personas que piden limosna en la cercana Basílica de la Macarena. Hay personas que en su momento traficaron con droga y ya lo dejaron porque no era vida. Vienen a comer, una necesidad básica.
Admito que la comida de las monjas es extraordinaria. Hay un equipo de trabajo muy bien preparado ayudando a las monjas entre cocineros, repartidores de comida y un largo etcétera.
Las mesas albergan a cuatro personas. El horario del comedor es de 12 a 13.45 horas. No hay cenas, pero ya he dicho que suelen dar cosas para llevar a casa.
Antes de las comidas se reza el Ave María en señal de agradecimiento a Dios por los alimentos que se van a comer, algo que es muy emotivo, al menos para mí que soy creyente.
Las monjas concretamente estaban muy contentas estos días porque el Papa en su próxima visita a Marruecos iba a visitar una de las casas de las Hijas de la Caridad, lo cual era un gran honor.
Hay vigilantes jurado para evitar cualquier escándalo o enfrentamiento entre los usuarios. Son tremendamente educados y tratan a los usuarios muy bien.
Cada usuario tiene un carné intransferible identificado con un número. Yo mismo me hice un carné para poder acceder al comedor. Fue una experiencia fantástica. Había gente muy desvalida, muy famélica, en muy malas condiciones físicas. Era triste. ¿Dónde están los políticos insisto? ¿Dónde están las autoridades? Todo esto lo llevan las monjitas que son unas bellísimas personas y que dedican toda su vida a los demás. Son personas maravillosas que hace que ninguno de los usuarios se sienta avergonzado de ir a comer allí.
No hay por qué. Comer es necesario y es muy humano ir allí y acceder a lo que las monjitas consiguen. Digo monjitas porque me parecen muy tiernas y muy especiales, muy maternales. Tienen diferentes edades. La mayor es la que lleva el rezo del Ave María.
Valoro desde aquí el trabajo de todas estas personas silencioso en favor de los más necesitados. Espero que nunca falte para que tantas personas no se queden sin nada que llevarse a la boca. Ésta es la dura realidad, no la que cuentan los políticos. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

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