lunes, 27 de noviembre de 2017

TERAPIA DE RESOLUCIÓN DE PROBLEMAS Y FLEXIBILIDAD COGNITIVA (RPYFLEC)

Pues si: hemos sobrevivido a otro fin de semana con dignidad.
El sábado lo dediqué a faenas domésticas y les puse mucho entusiasmo teniendo en cuenta que padecía una molesta lumbalgia. No voy a repetir las faenas. Concluí el día viendo el partido de España-Costa Rica que solventó el equipo español por 5-0.
El domingo no empezó mal. A las 5.30 como todos los días. Llegué bien al mediodía. Vi una película: Expediente Anwar. Después de eso la ansiedad empezó a jugar conmigo hasta el punto de que cené temprano y me metí en la cama sobre las 20.30. Consecuencia: me he levantado a la 1.46 y a las 3 de la madrugada ya estaba en la calle, muerto de frío por habérseme olvidado el chaquetón.
Pero todo no va a ser negativo: he reflexionado sobre mi artículo de hoy y he matado un poco el frío. Yo lo mato pensando en lugar, por ejemplo, de bebiendo anís.
Me acuerdo de cuando yo tenía 7 años y fui por primera vez a un neuropsiquiatra. Desde entonces aquí he sido objeto de numeroso tipo de terapias. Innumerables. No hace mucho cumplí los 56, pues podéis haceros una idea de la cantidad de terapias por las que he pasado.

La primera terapia la hice con el neuropsiquiatra. Era terapia individual. Hablábamos los dos y ya está. Hablaba sobre todo él porque yo con 7 años poco podía decir sobre lo que me pasaba porque ni siquiera sabía realmente lo que me pasaba. El neuropsiquiatra recuerdo que hablaba mucho y me confundía. Era más grande mi temor que otra cosa. Estaba aterrorizado. Menos mal que no me mandaron pastillas tan pequeño.
Desde entonces he practicado numerosas veces la terapia individual, con desigual éxito. Recuerdo que una de las peores experiencias fue en la Cruz Roja de la Avenida de la Cruz Roja con un psiquiatra de cuyo nombre no quiero acordarme. Yo estaba también asustado. Hablaba poco. Tan poco que llegó el momento en que dejé de hablar y el psiquiatra me amenazó con dejar la terapia si no hablaba. Entonces empleó el truco de callarse la boca a ver si así hablaba yo. Y consiguió que la terapia fuera dos personas frente a frente mirándose sin decir ni pío. Naturalmente la terapia terminó. Fue una experiencia muy desagradable que aumentó mi escepticismo sobre el tema de las terapias psicológicas o psiquiátricas.

He practicado también las terapias de grupo en varias ocasiones también con desigual éxito. Recuerdo que la peor experiencia de esta terapia fue una vez que estuve en un grupo donde estuve tres sesiones seguidas sin hablar y me expulsaron. No hubo advertencia previa. Simplemente incumplí la norma y me echaron. Recuerdo ahora que en esa terapia estaba un famoso entrenador de fútbol al que no hago referencia por la confidencialidad que hay que tener.
Otra vez estuve en un grupo donde conocí a una chica que se hizo amiga de mi ex mujer y acabaron hablando de todas las cosas que yo contaba en el grupo. Fue una jugada muy sucia y la relación con la chica de la terapia acabó y es actualmente amiga de mi ex. Vendieron mis secretos de confesión y aún no sé por qué. Perjudicó mi pareja y aumentó mi desconfianza hacia la terapia de grupo.

Después sí estuve en una terapia de grupo buena donde me encontré muy a gusto. Había confidencialidad que sólo se saltó una persona una vez. Estuve un año entero y me explayé bastante en el grupo. Pero no era suficiente. Yo no avanzaba en la solución de mis problemas: el trastorno de ansiedad generalizada y el trastorno obsesivo compulsivo. ¿Fallaba yo? ¿Fallaban los psiquiatras? ¿Fallábamos todos? El caso es que yo llevaba desde los 7 años entre psiquiatras, encadenado a las preguntas y a los tests, a las terapias y no progresaba nada en mis enfermedades.
Recuerdo otra terapia curiosa: la terapia bioenergética. Una terapia que pretendía utilizar la energía del propio cuerpo para superar los problemas psicológicos. Hace mucho tiempo ya porque fue en una entidad privada a la que pagaba 500 pesetas por sesión.
No me fue mal con la terapia. Creo que yo fallaba un poco porque no entendía muy bien en qué consistía. Supongo que en eso también fallaba el psicoterapeuta al no hacer entender bien en qué consistía aquello. Recuerdo que le dediqué un poema en uno de mis libros titulado “Ésta es mi palabra silenciosa”. No obstante en este artículo no citaré su nombre siguiendo mi costumbre de la confidencialidad.

Podría citar más terapias. Pero todas dieron el mismo resultado: un Pepe con los mismos problemas de ansiedad y de obsesión. No había evolución. No prosperaba en absoluto. Me ayudaban las medicinas a eliminar síntomas de la enfermedad pero no la enfermedad.
Actualmente estoy utilizando dos terapias combinadas sin problema. La primera es de cosecha propia digamos: es una terapia basada en todos los conocimientos que he ido adquiriendo en las distintas terapias que he tenido y en los conocimientos de un libro sobre el tratamiento psicológico del trastorno obsesivo compulsivo. Básicamente psicología cognitiva.
Yo lo resumo muy brevemente: “Autoestima, flexibilidad; optimismo, positividad; seguridad, sin miedo; con amor propio, voluntad y dignidad”. Y por encima de todo una frase fundamental: “No todo debe ser perfecto”. Lo fundamental es esto último: si me considero a mí mismo un ser perfectible tengo derecho, todo el derecho del mundo, a cometer errores, a ser falible. Infalible sólo es el Papa, que es algo discutible (y yo soy cristiano). Por ser falible tengo derecho a equivocarme y tengo que disculparme a mí mismo muchas veces al día seguramente para poder vivir con menos angustia y menos ansiedad.
Tengo mucha rigidez conmigo mismo y debo disculparme para poder tirar adelante. La rigidez supone un sufrimiento infinito porque no me dejo pasar ni una. Y eso no puede ser: como decía Charles Chaplin, algo así como “no quiero renunciar al inmenso placer de equivocarme”. Pues ésa es la base de mi terapia. Cosecha propia.
Y por otra parte estoy haciendo desde hace un mes aproximadamente una terapia en la Ura dirigida por dos monitores que me la propusieron y me pareció muy bien tal y como me la explicaron. Se llama Repyflec. El título suena un poco raro, pero enseguida se entiende traduciendo las siglas: Resolución de Problemas y Flexibilidad Cognitiva.
La verdad es que la traducción de las siglas convierte a la terapia en algo muy interesante de entrada. Se trata de resolver problemas y de hacerlo con flexibilidad. Me recuerda a mi propia terapia cuando digo “autoestima y flexibilidad”. Si no se aplica la flexibilidad la comisión de errores es horrible porque uno es incapaz de perdonarse a sí mismo. Me pareció muy interesante cuando me plantearon la terapia que llevara la palabra flexibilidad en su enunciado.
Pasados a la práctica, la terapia Repyflec es muy interesante. Se trata de afrontar los problemas cotidianos de la vida y hacerlo con naturalidad, con sencillez, con la simplificación necesaria para llegar a una solución que sea la más apropiada posible. Y hacerlo de forma sencilla para que no nos convirtamos en seres perfectos que es algo absolutamente imposible.
Hacemos ejercicios escritos, se llaman de cancelación, y consisten en recordar, señalar y contar una serie de estímulos. Es un aspecto lúdico entre otras cosas de la terapia. Se plantean situaciones de la vida cotidiana y se proponen en equipos en resolverlos para llegar al mejor final posible. Las posibles soluciones a un problema se escriben normalmente en una pizarra hasta que se van desechando soluciones hasta quedarnos con una solución única que sea la mejor posible. El proceso de elaboración es lento pero eficaz. Aprendemos así a afrontar la vida cotidiana. De eso se trata el trastorno obsesivo compulsivo: de tomarse las cosas muy a pecho y llevarlo todo a la exasperación. La terapia Repyflec pretende quitarle a los problemas la trascendencia innecesaria que solemos aplicar los obsesos compulsivos. No digamos los que padecemos ansiedad: ante la más mínima situación ya estamos con el grito en el cielo. La cuestión consiste en pararse, meditar, ver las soluciones y aplicar la más correcta. Algo muy sencillo en su planteamiento pero difícil en su ejecución.
Yo cito con frecuencia una frase mía que dice: “Lo sencillo es difícil porque es sencillo”. Eso aplicado a la terapia Repyflec nos lleva a interpretarla como algo que es sencillo de aplicar pero que no resulta tan sencillo, pero que hay que hacerlo forzosamente para que resulte sencillo. Es un trabalenguas, pero es en lo que consiste la terapia.
Los profesionales que le dirigen (una enfermera y un terapeuta ocupacional) plantean situaciones sacadas de la vida cotidiana, que se nos pueden presentar a cualquiera de nosotros. Hay que afrontarlas con decisión y espíritu de superación y hacerlo con una aparente sencillez por lo que he dicho antes de que lo sencillo es difícil porque es sencillo.
Los compañeros son francamente agradables y da gusto hacer la terapia. Queda ver la eficacia, pero eso se verá a largo plazo porque dura un año entero. Un año tiene muchas semanas y son dos sesiones semanales: los miércoles flexibilidad cognitiva de 11.45 a 12.30 y los viernes resolución de problemas de 12 a 13. Todo un lujo si se hiciera la terapia por la vía privada. Costaría una pasta. Afortunadamente es gratuita por la Seguridad Social y tenemos que valorarla porque se nos da la oportunidad de hacer una terapia que presenta muchos más puntos positivos que negativos. Y se nos ofrece gratuitamente, lo cual es de agradecer.
Yo a veces he hecho terapias pagadas y mis padres sufrían las consecuencias económicas de ellas. Ahora con la terapia Repyflec puedo hacer una terapia en principio más que interesante de forma gratuita por completo, lo cual agradezco desde este blog inmensamente. Quiero que quede constancia hacia los dos profesonales que dan la terapia por habérmela ofrecido porque yo creo que me puede resultar muy eficaz porque está en la línea de la terapia particular que yo ya estaba haciendo.
 La terapia Repyflec al parecer es hija de una psicóloga (Aida Ferreny), no sé si cognitiva, pero la terapia tiene mucho de psicología cognitiva, con la que estoy muy familiarizado porque ya la he hecho alguna vez con distintos profesionales y la aplico diariamente en mi vida de cada día.
Desde aquí defiendo la terapia Repyflec como una terapia novedosa por un lado pero tradicional por otro porque tiene mucho de psicología cognitiva que me parece de las mejores psicologías para resolver los problemas que se le presentan a las personas con trastornos obseso compulsivos como es mi caso. Imagino que por eso me la han ofrecido.
Doy las gracias y procuraré entregarme a ella cuanto me sea posible porque sin implicación no hay forma de que una terapia funcione como es debido. La labor de los monitores es muy importante, pero si uno no pone de su parte difícilmente se conseguirán los resultados apetecidos.
Tengo mucha confianza en la terapia Repyflec. Con ilusión espero los miércoles y los viernes. Y me alegra también porque no iba yo tan mal encaminado en la terapia que yo mismo me inventé para superar mi TOC. Sólo puedo esperar lo mejor porque lo peor ya lo tengo con tantos problemas como me ha generado mi TOC. Así que aplicando mi propia teoría tengo que aceptar la Repyflec con optimismo y positividad. Así sea. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

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