viernes, 10 de noviembre de 2017

LA VIDA

Gracias a Dios como siempre digo es lunes. He sobrevivido a otro terrible fin de semana. Odio los fines de semana. Han sido dos días completos en los que he tenido que aplicar mis propias teorías desarrolladas en los recientes artículos Harto ya de estar harto ya me cansé y Voracidad.
El sábado fue bueno. Lo dediqué en gran parte a hacer faenas de amo de casa. Vivo solo y todavía estoy físicamente bien para hacer las cosas. Lavé, limpié, fui a la compra, cociné para varios días, etc… Después tuve ocasión de ver dos películas: Abraham Lincoln: cazador de vampiros y Sleepy Hollow. Bastante interesantes las dos. Ya por la noche escuché por la radio el partido Sevilla-Leganés. Ganó mi equipo sevillista por 2-1. Ya nos hacía falta una victoria para espantar fantasmas. Marcaron Ben Yedder a pase de Sarabia y el propio Sarabia. Ahora tenemos un partido muy importante el miércoles 1 de noviembre frente al Spartak de Moscú. De él depende en gran medida la supervivencia en la Liga de Campeones de este año.
Terminé el sábado bien. Pero ayer domingo mi amiga la ansiedad se acordó otra vez de mí intensamente y a partir de las 6 de la tarde empecé a sentirme muy mal. Tuve la tentación como el domingo anterior de meterme en la cama para olvidarme de todo y superar la ansiedad, pero no. Tenía que aplicar mis propias teorías, si no corro el riesgo de ser un incoherente.
Me quedé sentado en mi sillón azul. Cené temprano y frugalmente. Me puse a ver la tele. Y así estuve hasta las 22.30 cuando ya me acosté. Y la ansiedad estaba casi superada. Con voracidad la había vencido. Estoy harto de que sea ella la que me venza a mí, la que me ordene lo que tengo que hacer con mi vida cuando mi vida es mía. Sólo mía. Y de Dios, claro.
Pues ahí quería yo llegar hoy. A la vida. Hace muchos años fui a una conferencia de Antonio Gala en la que dijo una frase que se me quedó clavada: “La vida es ese algo que nos traspasa y cuando se cansa de nosotros nos abandona sin piedad”. Y es cierta. La vida es como una enfermedad que nos entra y está más o menos tiempo con nosotros y conlleva la muerte definitiva o en apariencia definitiva. Antonio Gala explicó todas las sensaciones que vivimos, la necesidad de la supervivencia durante el tiempo que dura la vida, la obligación que tenemos de cuidarla, de hacer con ella lo mejor posible para sacarle el mayor partido. La vida es una responsabilidad muy grande y debemos mirar por ella todo lo posible.

Decía Juan Ramón Jiménez que no es la muerte la que da sentido a la vida, sino la vida la que da sentido a la muerte. Y es cierto. No nacemos porque morimos, sino que morimos porque nacemos. Primero que nada es la vida. Y él lo sabía bien porque desde muy joven tuvo que ser ingresado en sanatorios mentales por sus problemas nerviosos debidos fundamentalmente a la muerte de su padre. Cuando paseaba en su burro por Moguer le llamaban “el loco” como cuenta en Platero y yo. Pero a él ya le importaba muy poco. Había paladeado el dolor de la enfermedad mental y los prejuicios ajenos le importaban ya un pimiento. Siempre he tenido muy presente la frase del Premio Nobel de Literatura de 1956. Yo nací hace ya más de 56 años y sé que voy a morir. La consciencia de la muerte no me asusta sino que me anima a seguir adelante hasta que llegue el momento de un final que no será definitivo porque yo creo en el más allá, en una vida después de la muerte con Dios. Tenemos un tiempo límite de vida, por lo que tenemos que aprovecharlo lo máximo posible para que cuando llegue el momento del tránsito no nos tengamos que arrepentir de haber desperdiciado la vida. Esto es tan grave como desperdiciar el talento, como decía Robert de Niro en la única película que ha dirigido hasta ahora: Una historia del Bronx. Decía: “No hay nada peor que el talento malgastado”. Se lo intentaba inculcar a su hijo. Yo añado que sí puede haber algo peor: la vida malgastada.
No nos podemos permitir el triste privilegio de desperdiciar la existencia. De estar tirado por ejemplo en un sofá días y días sin hacer nada, viendo pasar la existencia ante nosotros con una indolencia criminal.
Me acuerdo ahora de mi hijo y de lo que suele decir él: “La vida es la vida misma, en sí es vida y como tal tenemos que aceptarla”. Ante la adversidad él siempre contesta con un escueto “la vida”. O a veces me responde: “A ver”, como un  fatalismo positivo que significa comprender todo el intríngulis que conlleva la existencia. Las cosas ocurren porque tienen que ocurrir. La vida existe porque tiene que existir y hay que darle a cada cosa el valor justo que le corresponde. Sin más. Sin más reflexiones, sin más comerse el tarro o buscarle al famoso gato tres patas. La sencillez reflexiva es una forma casi pasiva de aceptar la existencia y todas las cosas que ella nos inspira.
Un amigo mío dice, muy optimista él, que la vida es una permanente antesala de la muerte. En cierta manera es verdad porque tenemos la consciencia de que vamos a morir. Disponemos de un tiempo finito. Hay el que hay y no vamos a cambiarlo. Y además no lo sabemos. No sabemos cuánto tiempo vamos a vivir. Esto puede generar angustia, pero yo prefiero verlo como un juego: si no sabemos cuándo vamos a morir, tenemos que aprovechar cada instante como si fuera el último porque realmente puede ser el último. Es como la muerte súbita: todo se acaba en un instante. Como decía Jorge Manrique: “Todo es ido en un momento “ o algo parecido. Todo se puede acabar en un momento y decimos adiós a todo lo que queda aquí.

Me acuerdo ahora de un amigo poeta que archivaba todo para conservar memoria de cuanto había hecho en vida. Murió casi de pronto cuando aún no había cumplido los cincuenta y su familia tiró todo lo que él había estado archivando. Es decir, yo he dejado de archivar todo lo que antes archivaba porque no quiero que “me tiren” cuando muera. Prefiero publicar todos mis libros con Depósito Legal e ISBN para que nadie pueda tirar mi vida a la basura. Un libro cada año, un trozo de vida contado en un puñado de páginas. Vivo en realidad por un  puñado de páginas. Para mí la palabra escrita lo es todo. Escribo unos whatsapps normalmente muy largos, como si estuviera escribiendo una carta. Mi hijo escribe sin embargo unos whatsapps tremendamente cortos, lacónicos. Él dice que se crearon para ser escuetos, pero yo los utilizo como cartas y cuento muchas cosas, las mismas que diría cara a cara, pero aprovecho las ventajas de la tecnología.
De las redes sociales es la que más utilizo: el whatsapp. Creo sinceramente que es un gran invento y sirve para poner fácilmente en contacto a las personas, de una forma automática y rápida. La vida en un whatsapp podría ser un buen título para un libro de poesía. Intentar condensarlo todo en un libro. Porque es la vida también como un libro que vamos escribiendo, en el que vamos dejando constancia de todo cuanto vamos haciendo y desarrollando.
Creo que es muy bueno no saber cuándo vamos a morir, aunque se pueda decir que la vida es una antesala permanente de la muerte. No es negatividad, sino un realismo brutal cargado de optimismo disfrazado de ingenuidad. Tenemos un tiempo indeterminado para vivir y debemos hacer con él lo máximo posible.
Y no hacer por hacer, sino con plena consciencia de que le estamos sacando partido realmente al tiempo del que disponemos. Eso es ser responsable: tener el conocimiento de que la vida es un don que nos es regalado y lo bendecimos tratándola lo mejor posible. Sabiendo esto no será amargo levantarse cada día y luchar y vivir a un mismo tiempo.
Éste es el mensaje que lanzo en mi artículo de hoy: la vida es una lucha, pero también la vida es vivirla. Parece una paradoja, pero es más que eso. Hay que luchar, pero no hay que olvidarse de vivir. No nos podemos pasar toda la vida luchando, sino que tenemos que vivir para poder decir al final de la historia que hemos puesto un final feliz porque hemos pasado por nuestra existencia con verdadero papel protagonista.
Seamos protagonistas de nuestra vida. Que nadie nos arrincone en un papel de estricto secundario sin fundamento. La vida de cada uno es intransferible. La vida es ella y nosotros. La vida es una y múltiple. La vida. A ver. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

2 comentarios:

unidaddiaerrenteria dijo...

Qué sabias palabra, José. nos encanta leerte. Un abrazo

Anónimo dijo...

Queridos amigos de Rentería: gracias como siempre por vuestras amables palabras de apoyo a mi trabajo cotidiano. Gracias por decirme que os encanta leerme. Yo procuro siempre dar lo mejor de mí mismo en mis artículos y en todos los trabajos que realizo para la Ura Macarena. Me encanta que ese trabajo llegue a vosotros puro, en estado de inmaculada sinceridad. Un abrazo muy fuerte de vuestro fiel amigo sevillano José Cuadrado.