viernes, 20 de mayo de 2016

LA MUERTE DE UN AMIGO. PARTE 2

La muerte es una obligación. Siempre me ha llamado la atención el título de la película Nacer para morir. No es que nazcamos sólo para eso porque entre una cosa y otra tenemos mucho por hacer, entre otras cosas sobrevivir. Ésa es la clave de todo: la supervivencia. Desde ésta llegamos a un respeto a la vida y a una superación de la multitud de dificultades que se nos presentan durante el tiempo que estamos sobre la Tierra. Es difícil a veces mantenerse con vida porque esas dificultades pueden llegar a ser extremas, pero hay que tener el valor suficiente para superarlas y tirar para adelante por esa seguridad que tenemos de que la muerte tarde o temprano nos alcanzará.
Vienen estas reflexiones a cuento del artículo que escribí recientemente sobre La muerte de un amigo, del que estoy obligado a hacer la segunda parte porque cuando escribí el primer artículo desconocía la causa de la muerte de mi amigo. Ahora la sé: se suicidó. Es decir: adelantó el tiempo de vida que le quedaba hasta la muerte. No esperó a que le llegara su turno en la larga lista negra de la desaparición. No tuvo el valor suficiente para resistir antes de que la muerte le alcanzara.

El conocimiento del suicidio de mi amigo me genera aún más impotencia porque no pude ayudarle a evitar la tragedia. Me siento mal por no haber podido quitarle de la cabeza esas ideas suicidas que desconocía, así que yo no me siento responsable en absoluto de ningún trocito de su muerte. Sólo puedo reñirle cariñosamente desde estas páginas por haberse quitado la vida, por haberle hecho a la muerte el favor de alcanzarlo antes de tiempo.
Imagino la soledad del suicida, la terrible soledad del suicida. No sé dónde lo hizo ni cómo lo hizo. Sólo sé que lo hizo y      que estaba solo, demasiado solo para poder compartir sus carencias y necesidades, sus riesgos y perdiciones.
Recuerdo siempre lo que un psiquiatra le dijo a una amiga mía y que provocó su enfado: “Es normal que las personas que padecen de nervios piensen en el suicidio”. Era también mi psiquiatra y estoy de acuerdo con él. Que levante la mano el enfermo de nervios que no haya pensado alguna vez en el suicidio. Y los no enfermos de nervios también habrán pensado  en el suicidio en momentos de debilidad, de extremo agobio, de profunda depresión transitoria. Mi amiga se enfadó, pero con su comportamiento le daba la razón al psiquiatra porque no paraba de pensar en el suicidio. Afortunadamente nunca lo ha intentado, entre otras cosas porque ha sabido compartir sus ideas suicidas con sus amigos como es mi caso.

Yo nunca he intentado suicidarme, pero sí lo he pensado como única vía para salir del infierno de la enfermedad mental. A veces es horroroso. Se cae en un bajón tremendo y se piensa en el suicidio como salida exclusiva al agobio terrible que te aplasta. Pero nunca lo he intentado. Si lo hubiera intentado lo habría conseguido porque yo no creo en los suicidas frustrados. El que quiere suicidarse lo hace de verdad, no para llamar la atención, aunque hay quienes simulan el suicidio para conseguir atención o afectos que no se pueden conseguir de otra manera. Pero el verdadero suicida calcula milimétricamente su muerte sin dejar ningún cabo suelto. Eso ha hecho mi amigo, aunque desconozco cómo se ha quitado la vida. Sinceramente me da igual el método que haya elegido porque lo importante ya lo ha conseguido: ya mi amigo no está entre nosotros y ya no volverá a sentarse como dije en mi artículo anterior en la misma silla de la sala de espera donde se sentaba y no volverá a darme su mano sudorosa nunca más. Son hechos absolutos, culminados, definitivos.
Para los que creemos en Dios el suicidio es un pecado. Lo recoge la Biblia. No hay más que leer los Evangelios. La vida nos es dada y nos es quitada, pero no tenemos derecho a quitárnosla porque es el bien más preciado de todos. Estoy profundamente indignado con mi amigo por haber tomado esa decisión. Yo he pasado muchos momentos duros en mi vida en los que también podría haber tirado por la calle de en medio y desaparecer sin más. Es demasiado fácil provocar el exterminio de uno mismo. Lo difícil es resistir, aguantar, soportar los obstáculos que la propia vida nos pone pero es que esos obstáculos forman parte de la vida misma. ¿O es que mi amigo no tenía razones para vivir? Por supuesto que sí, entre ellas la más importante: la superación de la propia enfermedad, el vencimiento de esas ideas suicidas que lo único que han conseguido es evitarle seguir adelante y cumplir lo que decía Juan Ramón Jiménez: “No es la muerte la que da sentido a la vida, sino la vida la que da sentido a la muerte”. Y que conste que yo respeto su voluntad: si él ha querido morir antes de tiempo lo acepto sin más y lo respeto insisto, pero debió darse más oportunidades en lugar de quitárselas.

Según la Biblia ahora tendrás que purgar un tiempo tu decisión antes de entrar en el paraíso. El purgatorio está lleno de muertos con cuentas pendientes. También está lleno de suicidas con la cuenta pendiente de la muerte anticipada. Sólo puedo decirte, amigo mío, que tengas paciencia y que tarde o temprano hallarás la paz del suicida, que es al fin y al cabo lo que buscabas: la paz. La conseguirás dentro de poco tiempo y espero que seas feliz en otro mundo, en otra vida, en otro universo paralelo. No lo sé. Sólo sé que no sé nada.
Miguel Hernández decía en su Elegía a Ramón Sijé: “Me duele más tu muerte que mi herida”. Ahora me duele más tu muerte que otra cosa. Imagino tu soledad y tu impotencia. La incapacidad para pedir ayuda. ¿Para qué están las palabras? ¿Para qué están lo amigos? Me duele más tu muerte, sí, que la propia herida que has provocado en mi alma.
Debiste hablar más conmigo, abrirte más, contarme más tus intenciones. Con todo lo que hablabas me pregunto ahora por qué no me comentaste que tenías ideas suicidas y que pensabas acabar contigo de forma definitiva. ¿Cómo te recordaré ahora? ¿Cómo el hombre fuerte y alto que reía o como el hombre vencido que se quita la vida para no afrontar más peligros?
Sólo espero que seas fuerte estés donde estés ya que no lo fuiste en vida. Ten fortaleza. No eras el último hombre de la tierra y desde aquí lanzo un llamamiento a todos los potenciales suicidas para que se abran y eviten su muerte anticipada. Es una pena desperdiciar el tiempo por vivir de esa manera.
Yo he escrito mucho sobre el suicidio y he dado diversas conferencias, así que el tema me interesa bastante. No es el primer amigo que se suicida. Espero que sea el último.
En mi último libro de próxima publicación, Las ninfas del rencor, Tuétanos odiantes, Parte 2, he escrito versos como estos: “La clave está en seguir viviendo,/dejándose la piel en el camino”.
Otro de los versos de ese libro dice así.” Yo quiero vivir y morir de pie”, con el que hago una tremenda defensa de la vida.
Y por destacar una última alusión de mi libro señalaré estos últimos versos: “Tantos desgraciados hay que aniquilan su vida/con el violento y vacío jaque mate del suicidio”. La vida es como una partida de ajedrez en la cada uno es el rey. Todos están contra él y tiene que ir saliendo de las diferentes dificultades que se le presentan evitando el jaque mate, que llega en forma de muerte, pero cuando toca, no adelantándola.

Camilo José Cela decía: “Quien resiste vence”. Cuando dejó de aplicar esta frase murió. Cuando dejó de tener ganas de escribir se vino amigo y falleció. Algo impropio de una persona tan vitalista como él. Yo procuro aplicar cada día esa frase y tirar hacia delante.
Hace unos días oí a dos compañeros de la Ura en la sala de espera haciendo bromas sobre tu suicidio. No se trata de eso. Tu suicidio no es una broma, sino un acto muy serio. Dejaste de resistir y te venciste. Ahora ya no tiene remedio y ninguna palabra mía te devolverá la vida. Yo lo siento de corazón y espero que estés mejor allí donde estés. Descansa. Ponte bien y sigue viviendo de otra manera en el otro mundo. Yo espero que halles la paz y te protejas mejor de las malas sensaciones. Rezaré por ti como es debido y te recordaré como mereces: con profundo cariño. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

2 comentarios:

unidaddiaerrenteria dijo...

Qué dificil escribir sobre esto.Seguro que a tu amigo le costó mucho tomar esa decisión. Sufriría mucho. Y a los demás les deja una tremenda impotencia y desilusión. Mucho ánimo, seguro que él se sentiría reconfortado por tus palabras

Anónimo dijo...

Queridos amigos de Rentería: gracias por vuestro comentario de apoyo a mi artículo sobre La muerte de un amigo Parte 2 y a mi propia persona. A mi amigo le costaría mucho sí tomar la decisión del suicidio y a mí me ha dejado en efecto impotencia y desilusión. Crees que estás haciendo las cosas bien y al final alguien adelanta su muerte y le quita sentido a todo el esfuerzo realizado para levantarle el ánimo una y otra vez. Pero como siempre digo no es la muerte la que da sentido a la vida sino la vida la que da sentido a la muerte. En ello me refugio en estos momentos de depresión leve que estoy viviendo porque aún sigo afectado por la muerte de mi amigo. Espero que se pase pronto para seguir viviendo con la mayor dignidad posible. Un fuerte abrazo de vuestro amigo de Sevilla José Cuadrado.