lunes, 20 de julio de 2015

AMISTAD; ¡QUE GRANDES RECUERDOS!

Tener alguien que nos comprenda, con nuestros altos y  bajos anímicos, nuestras virtudes y defectos, una especie de psicólogo que nos aconseja del mejor modo posible y con quien podemos desnudar el alma sin temor a ser juzgados.
Amistad, sentimiento que saca lo mejor de las personas y hace renacer la fe en el ser humano. Cualquier cosa que se haga con un amigo vale la pena: escuchar sus largos monólogos, prestarle ropa, apoyarle en sus estudios, reír sin saber muy bien de qué.
Generalmente llegamos a la conclusión que es más lo que recibimos que aquello que le brindamos.
Entre las anécdotas que recuerdo de la adolescencia están desde chiquilinadas a grandes gestos que fortalecieron los lazos de afecto. Por ejemplo:
Estábamos en una estación de trenes con 2 amigas y descendió del vagón un muchacho guapísimo, así que al unísono lanzamos un silbido de admiración, el chico se dio vuelta y nos regaló una amplia sonrisa a modo de premio.
Yo solía escribir semanalmente a mi familia y amigas cuando estudiaba lejos y eran pocas las ocasiones que respondían, preferían usar el teléfono o mandar una tarjeta en ocasiones especiales (como mi cumpleaños). Pero una de ellas hizo los 800 kilómetros que nos separaban solo para compartir un fin de semana,  algo que nunca olvidaré.
Otra amiga cuando rompió con su primer novio era un mar de lágrimas y yo sólo pude consolarla llorando a la par de ella. Las palabras parecían innecesarias.
Una vez  fuimos de vacaciones  a la playa con una amiga llevamos ropa como para un desfile y nos pasamos todos los días con apenas un short sobre la malla.
Cuando necesité donantes de sangre para mi madre que estaba recién operada, Laura se ofreció pese a estar en el límite del peso y eso casi le costó  un desmayo. Años más tarde yo doné sangre para su padre y me sentí fenomenalmente bien de poder retribuirle.
En el secundario no  me gustaba que me llamasen “gallega” (mote de todos los españoles en Argentina) así que mis amigas me apodaron “tana” y yo tan contenta.
Como cantaba Alberto Cortez “cuando un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo “. Eso es así porque cada persona es singular, única, irrepetible, un microcosmos. De ahí que perduren los recuerdos de quienes compartieron los  mágicos momentos de la juventud con nosotros, ¿no creen?’.


Rosa

4 comentarios:

Hospital de Dia dijo...

coincidimos contigo Rosa, nos ha gustado leer tu escrito.

Anónimo dijo...

que gran forma de ver la vida tienes rosa. eso dice mucho de tu persona. eres grande y quien te conosca lo sabe seguro, espero que este comame tariue pu me haga entraar en el club de gente en la que puedas confiarsa
pedro sanchez morilla

CRAP Calatayud dijo...

Rosa, eres un ejemplo a seguir. Enhorabuena y garcias por compartirlo. Un fuerte abrazo

J. Correa dijo...

Los buenos amigos de verdad aún cuando el tiempo ya ni el rostro recordemos, cuando se necesiten hay están. Los buenos amigos a veces son como tu Rosa que hay que regar pero cuando un consejo necesitemos y no tengamos ningún amigo cerca, hablando con la gente y abriéndo nuestro corazón alcanzaremos consuelo porque es parte del alma humana ayudar a los demás, besos