jueves, 26 de febrero de 2015

ME QUIERO MORIR

A lo largo de mi vida he tenido solamente un ingreso hospitalario por razones psiquiátricas. Fue hace seis años en la Unidad de Psiquiatría del Hospital Virgen Macarena. La experiencia fue ambigua, pero se puede resumir en general como satisfactoria.
Después del ingreso pasé a la URSM  Macarena y aquí llevo todo este tiempo. Además he seguido un tratamiento psicofarmacológico en serio por primera vez en mi vida, pautado, puntual y sin dejarlo ni un solo momento, y estoy liberado de angustias y ansiedades.
Durante el ingreso tuve que convivir con multitud de personas, muy distintas entre sí. Había de toda clase , cada una con su carácter y su intransferible forma de ser.
Estaba el agresivo, que iba siempre avasallando a todo el mundo. Recuerdo que estaba en mi habitación y que le dio una paliza al tercer compañero. Ese fue el detonante para que lo aislaran y lo llevaran a una habitación en solitario.
Estaba el soñoliento, siempre "empastillado", dormido en cualquier rincón de la estancia y caminando como un zombi por el largo pasillo de la Unidad de Psiquiatría. No se había acostumbrado todavía al tratamiento y estaba siempre medio dormido y muy cansado.
Estaba el cleptómano, que se dedicaba a robar pequeñas cosas sin valor. Yo le sorprendí una noche hurgando en mi maletín y le pregunté qué hacía. No me contestó nada y yo tampoco añadí nada más. No merecía la pena. Era el tercer compañero de habitación al que le habían dado la paliza. Supongo que su problema psiquiátrico era la cleptomanía o algo parecido.
Estaba el que no paraba de hablar. Estaba continuamente hablando. Era un grifo de palabras. Te ponía la cabeza como un bombo y no podías evitarlo. Allá donde fueras estaba él hablando sin parar, solo o dirigiéndose a alguien, pero sin parar ni un momento de hablar.
Estaba su antagonista, el retraído que no hablaba nada. Yo hablaba más bien poco. No tuve demasiada relación con mis compañeros de encierro, porque para mí eso era un encierro. Como una prisión. Teníamos guarda jurado que nos vigilaba constantemente y había una especie de línea ficticia que no podíamos cruzar para estar lejos de la puerta y evitar que nos escapáramos. Las visitas eran contadas y tenían que justificar en todo momento la persona que querían ver o visitar.
Estaba también el que no quería participar en ninguna actividad y se pasaba normalmente todo el día acostado, durmiendo o descansando. Había actividades diversas que llevaban los monitores para ocupar nuestro tiempo. Yo siempre esperaba ver al psiquiatra para saber cuándo me iba de allí. Porque yo no quería estar en una especie de fortaleza o prisión. Quería sentirme libre. Recuerdo que hasta que no pasaron unos días no me dejaron salir con mi cuñado para dar una vuelta. Recuerdo que era Semana Santa y fuimos a ver diversas cofradías. Me sentí liberado durante unas horas.
Y más tipos de personas que tenían toda clase de patologías. Allí se daba la vida por un cigarro y había gente que quería vender medicinas que tenían guardadas de sus tratamientos no realizados. Había una sala común con televisor, que siempre era objeto de discusiones sobre el programa que queríamos ver. Difícilmente nos poníamos de acuerdo.
Y estaba lo peor: la suicida. Era una mujer que no paraba de gritar de día la frase ME QUIERO MORIR, que es el título de mi artículo. Era horrible escucharla todo el día decir esa frase con un volumen de voz desmedido. Muchas veces la amarraban a la cama para que no intentara hacerse daño a sí misma. No estaban muy seguros de que realmente se hiciera daño e intentara suicidarse porque no paraba de gritar que se quería morir. Era realmente horrible escucharla. De noche le daban sedantes para que dejara dormir a los demás. Hubiera sido espantoso escucharla también de noche y no poder dormir. Alguna vez tuve pesadillas por culpa de esa frase. Era una mujer de unos cincuenta y tantos años y desconozco qué le había llevado a ese estado. Recuerdo que recibía la visita del marido de vez en cuando, que parecía calmarla un poco.
Hay más mujeres suicidas que hombres según las estadísticas. Aunque allí había hombres y mujeres que lo habían intentado. 
Yo sinceramente odio estos sitios. Son como prisiones para enfermos estigmatizados. Porque así me sentía yo: peor por estar en una Unidad de Psiquiatría y con tantas patologías diferentes. Era horrible. Sobre todo ese grito de terror del me quiero morir. A pesar de todo fue una experiencia positiva que no quiero repetir porque lo pasé muy mal. El personal me trataba bien y la comida llegaba puntualmente lo que me sirvió para seguir un régimen de alimentación normal y bien llevado. Me tocó un doctor muy competente que me ponía ejercicios y que era muy comprensivo conmigo y le llegué a coger un sincero aprecio.
Estuve unos quince días y ya digo que han pasado seis años, los mismos que llevo en la URSM.  No quiero vivir más ingresos psiquiátricos. Prefiero vivir con la medicación y los psicólogos y psiquiatras que me ven y mantenerme así con mi enfermedad, básicamente el trastorno obseso compulsivo, que es una enfermedad muy limitadora y dolorosa porque yo particularmente lo paso fatal con ella. Pero sobrevivo y le echo voluntad para seguir adelante y eso hago todos los días: lucho por vivir y tener una actitud positiva siguiendo parte del lema que guía mi vida.
Recuerdo a esa mujer de vez en cuando, la que gritaba me quiero morir. Era terrorífico y obsesivo. Me imagino el sufrimiento por el que estaba pasando y comprendo que pretendía desahogarse como pudiera con esas tres palabras. Atada a la cama parecía un animal al que van a liquidar en breve, al que van a sacrificar en un matadero cualquiera. 
Estoy en contra de manicomios y de unidades de hospitalización como si fueran cárceles, quizás sería mejor contar con  mas espacios de tratamiento, incluidos los espacios abiertos y con habitaciones individuales. Es mi sincera opinión. 
He querido recordar en este artículo a esa mujer para que comprendáis el sufrimiento que a veces viven los enfermos mentales y que no se puede justificar de ninguna manera porque la mente es muy compleja y encierra multitud de cosas. No sé qué habrá sido de ella, si habrá superado su enfermedad o su crisis y ya no dice que se quiere morir. Quizás con suerte ahora tiene ganas de vivir y ve la vida de una manera muy distinta a como la veía cuando estaba ingresada. Ojalá sea así por su bien y el bien de todas las personas que habitualmente están con ella. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

4 comentarios:

CRAP Calatayud dijo...

Gracias por tu artículo. Nos hace pensar y sentir. Un fuerte abrazo

Unknown dijo...

Qué bonitas reflexiones.

Anónimo dijo...

Esto me recordó ciertos momentos, la mayoría son feos y así como tú dices es algo que no quiero volver a vivir.tambien estube en un hospital psiquiátrico y veo que ambos pasamos por cosas similares XD así como los típicos pacientes, también me acostumbre a comer en los horarios del hospital hasta ahora, y habían peleas por qué película ver en la tele comunal, pero en cambio yo era la suicida pero nunca hice drama..en el mio había una señora así más o menos de unos 50 años que en las noches gritaba "auxilio" y me despertaba de un susto..de hecho creo que a todos allí hasta que le sedaban y dejaba dormir al fin..

Anónimo dijo...

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