martes, 3 de febrero de 2015

LA SUICIDA ANÓNIMA

Hace escasas fechas leí en El Correo de Andalucía una noticia sobre una mujer que se acababa de suicidar. Me conmovió y me dolió porque hacía mucho tiempo que no se suicidaba una persona arrojándose de La Giralda. Hace años era frecuente ver en los diarios la noticia de un suicida desde La Giralda, hasta que pusieran enrejados en las ventanas de la misma para evitar los suicidios. Eso fue en el año 1985 y desde entonces no se había suicidado nadie desde el monumento almohade.
En El Correo no aparecía el nombre de la mujer, simplemente las iniciales. Era una suicida anónima, alguien desconocido y desesperado que había decidido quitarse la vida arrojándose desde una altura de 80 metros. ¿Cómo lo hizo? Trepó hasta el campanario de La Giralda y se arrojó desde él. Tuvo la fuerza de voluntad que no tuvo en vida para afrontar los problemas   y no arrojarse. Quién sabe por qué lo hizo. Quizás tenía una enfermedad terminal y decidió poner punto final a su vida antes de que la enfermedad la liquidase. Nunca lo sabremos porque no dejó como otros suicidas una nota explicando los motivos del suicidio. Era una suicida anónima.


En 1985 pusieron enrejado en las ventanas para evitar los suicidios en bien del turismo, que daba muy mala impresión un suicida despanzurrado sobre el suelo y había que proteger a los turistas. Increíble, pero cierto. Se anteponía el turismo a la vida de los suicidas. También se pensaba que los suicidas podían caer sobre los viadantes y matarlos. Ya se había dado algún caso. El suicida era una especie de peligro social que había que evitar a toda costa. Ahora tendrán que volver a plantear el problema porque ya no basta con el enrejado de las ventanas de La Giralda. Hay que evitar que los suicidas trepen hasta el campanario y se arrojen desde él.
Era una suicida anónima en comparación con los escritores famosos y otras personas conocidas de los que he hablado alguna vez como Hemingway, Kawabata, Pavese, Larra, Ganivet, etc… ¿A quién le importa el suicidio de esa mujer? Quizás no tenía ni familia y desde luego nadie en quien apoyarse en los momentos difíciles. Si hubiera tenido un apoyo humano verdaderamente importante quizás no se hubiera suicidado. Pero vivimos en un mundo muy metido dentro de sí mismo, muy endogámico, y cada vez hay más personas solas que no tienen con quien hablar y compartir los terribles pensamientos que puedan pasar por la mente de un ser suicida.
Me he acordado estos días de una vecina que vivía en el Barrio de San Julián hace bastantes años, concretamente en la calle Lira donde yo también vivía. Se arrojó desde un tercer piso donde vivía y no murió, pero sufrió diversas fracturas de las que sanó. Hablé con ella y no me comentó que había estado durante su convalecencia pensando en arrojarse desde La Giralda para así no volver a fallar. 
Hay que tener mucha sangre fría para planear la muerte de uno mismo. Ella quería suicidarse porque su marido tenía una amante y no podía soportarlo. Yo conocía a su hijo y cuando se suicidó su madre le di todo mi apoyo. No conocían el drama de su madre hasta que se arrojó desde el balcón de su casa. No podía ver a su padre por el daño que le estaba causando a su madre. Lo cierto es que nadie pudo salvarla y que demuestra mi teoría de que quien quiere realmente suicidarse lo consigue. No hay suicidas frustrados sino personas frustradas.
La mujer anónima trepó por La Giralda hasta el campanario y varios testigos lo vieron. Entonces uno de ellos llamó a la policía y a una ambulancia por si se arrojaba, pero ambos llegaron tarde: ya se había tirado. ¿Nadie pudo ayudarla en ese momento?¿Nadie pudo agarrarla para que no se tirara? Al parecer no. O a lo mejor a nadie le importaba realmente lo que estaba ocurriendo: un drama personal más y ya está.

En el periódico apareció una foto con la zona acordonada. Se indicaba que la suicida se había arrojado hacia la zona de la calle Placentines. Estaba su cadáver cubierto con una sábana. Ése era todo su legado: una fotografía de un ser anónimo que despertaba la curiosidad y que había dejado la acera llena de sus tripas que había que tapar con una sábana. Triste final para una vida de la que no sabemos nada. Era simplemente una suicida anónima. 
Eso demuestra un poco lo que se sabe: que hay más mujeres suicidas que hombres. Antes había una predilección por La Giralda que ahora tendrán que volver a arreglar para evitar que la marea suicida vuelva de nuevo a La Giralda.
Me pregunto como creyente dónde está Dios en esos momentos, por qué permite que un hijo suyo se suicide, una hija en este caso. Quizás respondan algunos que es el libre albedrío, pero a mí me importa un pimiento el libre albedrío cuando se trata de quitarse la vida. Dios puede saltarse a la torera el libre albedrío y salvar a una de sus hijas de una muerte segura. Porque eso pasa si te tiras de La Giralda: que no sobrevives. Por eso digo que no creo en los suicidas frustrados porque hay formas infalibles de quitarse la vida. Pero por qué Dios no hace más por salvar la vida de una de sus hijas, independientemente del libre albedrío. Es mucho más importante la vida de una persona que el maldito libre albedrío, que es una forma que tiene Dios de justificarse a sí mismo por su dejadez en estos casos de suicidios.

Llama la atención que haya más suicidios en los países desarrollados. Mientras más desarrollado sea el país más grande es el número de suicidas que tiene. Basta ver las cifras de suicidas de países como Suecia o Noruega. O España sin ir más lejos. Y hay muchas formas de suicidio, de las que no hablaré aquí para no dar ideas. Quizás alguien que me esté leyendo esté pensando en quitarse la vida. Yo le pido que se lo piense mejor, que imagine las cosas bonitas de su vida y que piense que las cosas pueden cambiar siempre para mejor si se pone voluntad y acierto. Yo también he tenido pensamientos suicidas, pero he sobrevivido siempre con mi voluntad y mis ejercicios de autoestima y demás.
El suicidio es un cáncer social que hay que erradicar. Porque muchos suicidios se pueden evitar. Son muchos los parados de larga duración que ponen punto final voluntariamente a su existencia. Existen muchos suicidios por amor. Estos tienen que pensar más en el amor a sí mismos que en el amor a los demás, o por lo menos pensar en la misma medida en el amor a sí mismos y el amor a los demás porque los vivos quedan aquí y muchas veces quedan sufriendo, como el amigo mío de esa mujer de la calle Lira que se quitó la vida y dejó a su hijo sufriendo. ¿Es un acto egoísta el suicidio? Un poco sí porque hay que pensar en el dolor de los que quedan también no sólo en el propio dolor que te obliga a quitarte la vida de la forma que sea.
Yo hago un llamamiento a todas las personas que estén pensando en quitarse la vida para que lo piensen muy bien y se quieran más. Ya sabéis: ama al prójimo como a ti mismo. Pues esa frase de Jesús debe estar presente siempre en nuestras vidas para que pongamos por encima de todo la propia existencia y las de aquellas personas que nos importan y que pueden quedar doloridas o abandonadas.
La vida merece la pena vivirse y hay que sentirlo siempre así. Son muchas las razones que nos pueden lanzar al suicidio, pero también son muchas las razones que nos lanzan hacia la vida. Miremos estas últimas razones para seguir siempre viviendo porque hay que tener fe en superar los problemas y los muchos contratiempos que nos pone la vida. Pero nuestra voluntad es mayor y tenemos que ser héroes anónimos, no suicidas anónimos.
Que así sea. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

8 comentarios:

unidaddiaerrenteria dijo...

Qué tema tan dificil, José. pero lo has tratado con seriedad y delicadeza y eso es importante. Nos has hecho reflexionar. Aquí algunos opinan que efectivamente es un acto de egoísmo. otros piensan que sólo después de mucho sufrimiento se puede llegar a hacer eso... y en ese caso puede verse como una liberación. Nos quedamos con que lo importante es evitar o paliar el sufrimiento de las personas. hay que prevenir más y mejor. un saludo!!

Anónimo dijo...

No era anónima
Carmen tenía familia, una hija preciosa llamada Ana a la que adoraba con 12 años llena de vida y amigos, montaba a caballo muy bien. Su marido era psicólogo militar y sufrió una depresión, se estaban separando. Una fatídica mañana de finales de agosto hace año y medio, en su casa en Cádiz , su marido con depresión se levantó y disparó a su hija a la que también adoraba y luego se suicidó disparandose, ella estaba presente...todo este tiempo ha vivido intentando superarlo, con la ayuda de su familia de Sevilla y amigos.... No era anónima,era Carmen. Un abrazo a su familia, espero estés ahora con Ana tu pequeña.No te olvidaremos

Anónimo dijo...

Pues sí, se llamaba Carmen. Y lo contado en la entrada anterior es cierto. Y aunque el autor de este artículo nunca la conoció y no sabe quién fue, no duda en afirmar de ella que para suicidarse "tuvo la fuerza de voluntad que no tuvo en vida", "que (no tuvo a) nadie en quien apoyarse en los momentos difíciles", y que todo su legado fue solamente su cadáver cubierto con una sábana. Personalmente, me resulta repugnante observar cómo su muerte es instrumentalizada sin ningún pudor para desarrollar un artículo que aborda la dolorosa realidad del suicidio desde la miserable perspectiva moral de la tradición judeo-cristiana. ¡Simplemente, despreciable!
Francisco

Anónimo dijo...

Gracias por vuestro comentario. Yo no sé si egoísmo el suicidio, quizás un poco sé por el sufrimiento que se causa en los que quedan aquí. Pero hay mucho dolor y éste puede alcanzar cotas muy elevadas que te llevan a provocar la muerte. Gracias por leer mi artículo y por hacerme un comentario. Sé que siempre estáis ahí. Gracias de veras. José Cuadrado.

Anónimo dijo...

Gracias por tu comentario. Decía lo de anónima porque la mayoría de la gente no la conocía. Ya sé que tenía vida propia, problemas y esa tragedia que me cuentas en tu comentario. Doloroso y entiendo ahora más el suicidio, aunque pienso que por su hija debería de haber seguido viviendo. Ya no tiene arreglo. De corazón: gracias por tu sinceridad. José Cuadrado.

Anónimo dijo...

Querido amigo: yo no he pretendido herir ni molestar a nadie con mi artículo. He escrito lo que me ha inspirado el hecho de un suicidio, uno de tantos, aunque en este caso es uno concreto. Yo no entro en el tema de la tradición judeomasónica y no sé exactamente qué es lo que la llevó al suicidio. Lo que sí lamento es la pérdida de una vida humana, que eso sí que es lamentable siempre. Y que tenía que haber tenido más valor para seguir viviendo por su hija.Hubiera sido un homenaje muy hermoso antes de matarse. Su hija le tenía que haber dado las fuerzas suficientes para seguir viviendo. Y yo soy padre y me imagino lo que pasaría si mi hijo muriera antes que yo. Pero yo seguiría viviendo por él. Eso es lo que tenía que haber hecho Carmen. Pero es sólo una opinión personal. Gracias por tu comentario. José Cuadrado.

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo, leía los comentarios anteriores y pensaba , seré yo la única con la impresión horrible de haber leído algo tan insensible sobre la muerte de una mujer q si tuvo fuerza de decidir si muerte pero que asumen que tuvo fuerza durante su vida? Quién se cree para afirmar eso!? Quizá fue la más fuerte y lucho con todo su corazón hasta el final. Odio q la gente afirme q el suicidio es una salida fácil reduciendo un acto de coraje y desesperación a simple cobardía. Hay más cobardes vivos.

Anónimo dijo...

Yo guardo un recuerdo imborrable, en 1973 un compañero de trabajo de mi padre se suicidó tirándose desde el campanario de la Giralda. Yo era una niña de 7 años y él un hombre muy joven, guapísimo, que había estado en mi casa de visita un año antes. Lo recordé siempre, aún hoy día siento la tentación de buscar detalles, por qué lo hizo, o si físicamente era como yo lo recuerdo. Pobre chico, en todo caso.