viernes, 7 de marzo de 2014

NO ME VUELVO A ENAMORAR


Eso es lo que pienso y siento ahora mismo, pero puedo cambiar de opinión y sentimientos dentro de dos horas o dos meses o dos años, tal es la confusión que tengo ahora mismo con esos sentimientos y con todas las cosas que tienen que ver con el amor. La última relación que he tenido me ha dejado muy tocado y aún no he acabado de reaccionar y siento incluso un poco de rencor por la forma en la que me dejaron. Me llamó por teléfono mi pareja y me dijo que no quería saber ya nada más de mí y me colgó. Sin más explicaciones. Sin vernos cara a cara como dos personas adultas que se han querido y dar una explicación convincente para evitar el sufrimiento. No daré nombres ni lugares ni nada que pueda dejar al descubierto la intimidad de las personas. Sólo dos nombres saldrán en este artículo: Pasión y Rosa, protagonistas de dos de mis libros de poesía que salen porque sus nombres se han publicado en los libros y son de dominio público. 
Pasión es la protagonista de Pasión o espontaneidad, libro publicado en 2013. Y Rosa es protagonista del libro Rosa de vida, que saldrá si todo va bien en abril o mayo. Son dos de mis amores imposibles que han dado material suficiente para dos libros. He escrito más libros dedicados a mujeres que he amado, o poemas sueltos. Siempre tengo materia para todo ello. Aunque ahora estoy trabajando en un libro que publicaré si Dios quiere el próximo año titulado Tuétanos odiantes, que es una exploración sobre el odio, relacionado con el amor en pareja y sobre el odio en general. Es materia suficiente para un libro individual.
Yo ahora estoy como Antonio Machado. Él se casó con Leonor, una muchacha mucho más joven que él y se le murió al poco tiempo y prometió no pasar de nuevo por el sufrimiento del amor. Sin embargo tuvo un segundo amor de madurez e incluso de senectud: Doña Guiomar, un seudónimo.
 No se ha sabido nunca el nombre auténtico de la mujer a la que amó al final de su vida, a la que le escribió textos, poemas y cartas muy hermosos. Pero esperó al final de su vida para amar, supongo que cuando ya estaba preparado para ello y no para el sufrimiento. Pues yo espero también a mi Doña Guiomar. En absoluto he perdido la esperanza de amar de nuevo, aunque ahora diga que no me vuelvo a enamorar, pero es porque he sufrido demasiado y necesito un reposo, un descanso duradero hasta que mi corazón reaccione y se tenga en pie con las fuerzas suficientes.
Yo no me rindo. Nunca me he rendido en cuestiones de amor, por eso he tenido numerosas relaciones. Pero ahora estoy más cerca de la canción famosa de Julio Iglesias, ésa que está dedicada como tantas otras a su ex mujer Isabel Preysler. Ésa que dice: “No me vuelvo a enamorar, me da miedo la tristeza, me hace daño hasta el cantar y vivir de esta manera. No me vuelvo a enamorar, he sufrido ya bastante y ahora que tú ya no estás sufro mucho más que antes. No me vuelvo a enamorar”. El amor es sufrimiento con la persona amada cuando estás con ella y cuando la pierdes. También tienes momentos hermosos y felices, sin duda, no es una sensación sólo masoquista ni mucho menos. Yo he disfrutado mucho amando. Y Julio Iglesias tuvo después diversas relaciones esporádicas hasta que encontró al amor de su vida, Miranda, con la que ha tenido diversos hijos y con la que ha encontrado la estabilidad suficiente para ser feliz. Pues yo también espero mi Miranda. Si escribo este artículo es porque he estado a punto de enamorarme hace escasas semanas de otra mujer. Me sentía muy a gusto a su lado, disfrutaba mucho cuando le daba dos besos en las mejillas o simplemente la rozaba. Pero antes de enamorarme me he retirado, tal vez como un cobarde, pero ahora mismo necesito un reposo y voy a tomármelo, pero no me rindo ni me rendiré jamás.
Recuerdo ahora a Pablo Neruda y su primer libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada, concretamente la canción desesperada, la que comienza: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo, la noche está estrellada y tiritan azules lo astros a los lejos”. Pero yo me quiero centrar en unos versos concretos, los que dicen. “Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor y tan largo el olvido”. Olvidar es un proceso muy lento, al menos en mi caso. A veces el olvido dura más que la relación misma. Yo estoy ahora en fase de olvido, de superación y no quiero meterme en una nueva relación antes de estar curado de la relación terminada. Llevaba razón Pablo Neruda, como en tantos poemas, conocedor profundo del amor y de todos los sentimientos como ha dejado claro en su magna obra poética.
Decía el abogado que nos separó a mi ex mujer y a mí que la verdad es que el amor termina. Mejor para él que termine el amor porque así gana mucho más dinero. Y llevaba razón también mi  amigo Manolito Jurado (lo nombro porque él me ha dado permiso) cuando me decía que yo era un valiente porque siempre me estaba metiendo en nuevas relaciones, nunca paraba y tenía historias que contar, pero él no porque nunca se metía en relaciones con mujeres, aunque les gustasen. 
Es verdad que yo he tenido muchas relaciones, aunque estoy de acuerdo con el título del capítulo de la serie House de Cuatro que vi el otro día: El amor hace daño. Puede hacer mucho daño y destrozar a una persona por completo. Cuántos suicidios ha habido por culpa del amor, por personas que no han sido capaces de aceptar el fracaso y ser fuerte ante la adversidad. Yo jamás he pensado en el suicidio por culpa del amor. Y he amado profundamente a varias mujeres, sobre todo a tres, que no diré evidentemente cuáles son.
Recuerdo ahora a mi primera novia, que padecía de esquizofrenia simple. La enfermedad mental ha estado siempre muy ligada a mis relaciones amorosas, bien por mí o por mí y mi pareja. A ella la veía todos los días y me pasaba días enteros a su lado sentado en una silla junto a una cama porque tenía que guardar reposo y le administraban medicación para dormirla. Le di todo el amor del mundo pero su enfermedad era un obstáculo insalvable para nuestra relación por los brotes psicóticos que le entraban y que ponían en peligro permanente a nuestra relación. Al final acabamos rompiendo de mutuo acuerdo. Siempre la recordaré como una de mis relaciones más felices a pesar del sufrimiento.
Recuerdo por supuesto a la mujer que más he amado, mi ex. Le di todo el amor que un hombre puede dar, pero mi enfermedad mental era un obstáculo para nuestra unión. Estuvimos tres años juntos y nos dio tiempo de tener un hijo maravilloso que tenía sólo dos años cuando el divorcio. Mi hijo va a cumplir ya los veinticuatro años y está terminando dos carreras: Administración y Dirección de Empresas y Derecho. Tiene novia formal desde hace más de seis años y las cosas muy claras: hacer el doctorado, un máster, casarse, tener hijos, etc… Nunca he sentido por nadie lo que sentí por mi ex, pero las cosas no fueron bien. Creo que entonces yo era una persona muy inmadura e inexperta. La mayor parte de mis relaciones las he tenido después de mi ruptura matrimonial. Y me alegro de todas ellas, haya sido yo el que ha abandonado o me hayan abandonado a mí. He procurado tener siempre estilo al romper con una mujer para no dejarle secuelas negativas. Ahora recuerdo a una chica estupenda que conocí a través de un contacto en prensa de los que hablaba en uno de mis artículos anteriores. Era de fuera de Sevilla, pero dejó a su marido y se vino a vivir conmigo y su hijo para estar juntos y no estar siempre a base de cartas y llamadas telefónicas. Fue una relación maravillosa y sentí un amor muy grande, pero de nuevo la enfermedad mental fue un obstáculo porque tanto ella como yo la padecíamos. El niño era también un obstáculo por diversas razones que sería prolijo relatar aquí, pero basta con que lo mencione.
He tenido relaciones sueltas por contactos puestos por mí o contestados por mí a otros publicados. He llegado a vivir con tres mujeres y las tres relaciones se rompieron en momentos claves de mi vida: las muertes de mi padre y de mi madre, dejándome desvalido, pero es que siempre he sido muy sensible y me afectaron muchos sus muertes, aunque acabé superando sus muertes cuando estaba solo con la ayuda de Dios y con todas mis energías, a parte de la ayuda psicológica y psiquiátrica. No me arrepiento de ninguna de las relaciones que he tenido. Como dice un poema o una novela, no recuerdo ahora mismo, A TODAS LAS MUJERES QUE HE AMADO. Pues eso: a todas las mujeres que he amado me siento orgulloso de todas ellas y a todas las recuerdo con alegría, pero ahora necesito un reposo indispensable. Por eso digo que no me vuelvo a enamorar, aunque sé que me enamoraré tarde o temprano. 
Bien como Antonio Machado o bien como Julio Iglesias. No pienso tirar la toalla en absoluto porque he tenido muchas relaciones y todas han merecido la pena: con mujeres más jóvenes que yo y con mujeres mayores que yo. Todas las relaciones han dejado un poso positivo en mí y mucha materia para numerosos libros porque tengo bastantes inéditos dedicadas a ellas, que irán saliendo poco a poco cuando estime oportuno. Pero todas tendrán un sitio en mi alma para siempre. Y hay sitio para más.
Yo os invito al amor, aunque sea contradictorio con el título de mi artículo. Sólo deseo que estéis preparados para el amor y dispuestos a pagar la cuota de sufrimiento        que siempre te pide el amor como peaje permanente. Ya llegará mi momento. Como decía el título de un poema mío de uno de mis libros, EN OTRO MOMENTO. Pues eso, se ama en  otro momento cuando uno está más preparado para amar y toda la responsabilidad que esto conlleva. No soy un vencido ni pienso dejarme derrotar por ninguna mujer. Si me levanté con el divorcio me levantaré con esta última relación. Sólo tengo 52 años y soy muy joven. Y mi corazón es muy joven y le quedan muchos años para amar. Yo os deseo lo mejor en el amor. Salud y suerte.


José Cuadrado Morales

1 comentario:

CRAP Calatayud dijo...

El amor es el motor del mundo!