lunes, 10 de marzo de 2014

HISTORIAS DE VIDA. MI TÍO AGUSTÍN

Lo que más recuerdo de mi tío es su figura;  alto, corpulento, rubio y con ojos azules. También me acuerdo de su vestimenta, la propia de un hombre de campo, vaqueros, con sus botas, su gorra, esos pantalones  casi irrompibles, y con más  o menos ropa según  la estación del año en la que estuviera.
Era  aficionado a los toros, con su abono  anual, y curiosamente  me di cuenta  que al principio  del sexto  toro, apuntara éste  condiciones o no, mi Tío  se iba de la  Plaza de toros de Sevilla  o incluso  viendo la corrida  por la tele. Con el tiempo, creo que  actuaba así con el propósito de no aguantar las bullas y aglomeraciones finales, cosa que, al trasladarlo a la tele, lo convirtió en costumbre.
Solía tener tres vacas, un becerro que lo vendía al pasar en añojo, una burra y algunas gallinas. Sabido es que  las vacas  han de ordeñarse dos veces al día (mañana y tarde), por lo que  mi tío, y todos los que se dedican a este oficio (vaquero), no tenía ningún día libre al año.
De pequeño me gustaba ir con Él a segar la  “yerba”, lógicamente , no me dejaba coger la hoz  ni la guadaña, pero sí hacía los montones de “yerba” , cargándolos en la burra. ¡Ah! También  tenía  un perrito al que llamábamos KIKO.
Como decía, ningún día libre en el campo. Cuando llegábamos al  “pajar”, descargábamos  la “yerba”, y como  las bestias habían estado comiendo  durante toda la mañana ( “yerba”, pienso, pulpa),  mi tío  soltaba  las vacas para beber, no sin cierta dosis de peligro, pues éstas ,al sentirse libres  y no atadas con  sogas  a sus respectivos  pesebres, los animales se resistían  al yugo del nudo de las cuerdas.
En  el contexto  temporal en que esto  sucede, los pajares o establos, estaban literalmente  dentro del pueblo, rodeados de casas, cosa que se modificó y cambió  al llegar  la democracia, (por razones de higiene ambiental).
Una vez jubilado, cuando cobraba la mensualidad, se la daba a mi madre, pero Él se quedaba con una cantidad, digamos moderada; ante esto, mi madre le decía:¿ Con todo eso te vas  a quedar, nene?;  a lo que mi tío respondía  : ¿  Habrá que alternar, no , niña? Era una especie de regateo.
Mi tío  Agustín  llevó  una vida sencilla, que lo distraía, disfrutaba de su trabajo, y pasó por el mundo  sin ofender a nadie ni queriendo  ni sin querer.

Cuando murió, yo lo sentí especialmente, pues fue el primer desgarro o cacho  de corazón  que perdí.
Y como anécdota, tenía un latiguillo  al hablar, y era que cuando  quería que me retirase de un sitio, me decía: !Ave,…Juye¡..(haber… huye).
Bueno, se acabó su vida, dejando buen recuerdo de todo el que lo conoció, por su sencillez, nobleza y bondad.  


Diego de la Algaba