viernes, 2 de septiembre de 2011

VIAJE A GUINEA

Los viajes de Gulliver se quedan en pañales con el que hice, hace ya muchos años, a Guinea Ecuatorial. Un lugar lleno de encantos, maravillas, vegetación, animales y una arquitectura colonial estupenda. Yo me fui siguiendo a mi marido al cual yo adoraba como si fuera un rey, creí a pies juntillas todo lo que él me contó sobre su país antes de irnos. Él me lo pinto como el jardín del edén y sin embargo cuando llegué allí me di cuenta que el país estaba totalmente en la miseria y que la gente estaba hambrienta y totalmente abandonada por el régimen dictatorial que habían sufrido durante 11 años con el antiguo dictador Macías. Curiosamente el mismo día y a la misma hora que nació mi hija ocurrió el golpe de estado de Obiang Nguema contra su tío Macias.
Todos los guineanos exiliados de su país, muchos de ellos estudiantes de medicina en España, se volvieron locos al conocer la noticia. Ya podían volver a su tierra, ya que anteriormente no podían hacerlo porque sus fotos estaban por todas partes, si alguno lo hacía era asesinado. Al padre de mi marido lo mataron pegándole un tiro en la cabeza y la madre murió en una cárcel con otras personas por las penalidades que allí sufrió.

Coincidiendo con esto nosotros, mi marido, mi hija y yo pudimos volver “a la tierra prometida” con la ayuda de ACNUR, que nos proporcionaron el transporte.
Salimos de Madrid sobre la una de la madrugada, volamos durante toda la nuche, al amanecer vimos el Sahara, que curiosamente no se ve amarillo sino de color gris, y después apareció el verde de la selva y las sábanas y bordeamos la costa hasta que hicimos escala en la ciudad de Lagos en Nigeria. Volvimos a coger el avión y una hora después aterrizamos en el aeropuerto de Malabo. Antiguo Fernado Po, cuando era colonia española. El aeropuerto era de los años cuarenta, muy antiguo, descuidado y sucio, estaba rodeado totalmente de selva. Las montañas que se veían a lo lejos eran tan altas que la parte de arriba tenía nieve y nubes.


Después de pasar por la aduana nos recogieron en un todo terreno y nos llevan al hotel Bantú, que era del primo de mi marido, por una carretera muy cuidada ya que la transitaba el antiguo dictador, a ambos lados estaba repleta de toda clase de plantas tropicales, plataneros, cocoteros, etc. El nombre del hotel hacia referencia a la raza de ambos, la raza Bantú.
La situación allí era tan mala que la cocina no funcionaba y no había luz eléctrica en toda la ciudad, había que alumbrarse con quinqués de petróleo, eran muy bonitos pero no veáis la peste que soltaban. Lo único que comíamos a diario era arroz en blanco al que para darle algo de sabor le hachábamos vino, que curiosamente estaba mas barato que la comida, el único lugar para encontrarla era el mercado negro. Un día me asomé a la ventana de la habitación y me asusté mucho porque ví salir de la selva un lagarto de color verde del tamaño de un cocodrilo, luego me dijeron que era inofensivo, también había ratas, unas gallinas muy raras que comían basura y toda clase de pájaros y animales. Era frecuente ver a las madres quitando los piojos de sus hijos, me resultaba triste verles el ombligo que normalmente tenían hacia fuera del tamaño de una naranja.
Yo ante todo aquello me sentí muy mal, frustrada y lo que era un sueño para mi pareja se estaba convirtiendo en una pesadilla para mí.

Pero esto ya os lo contaré otro día.

Reyes Ales Montes.

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