martes, 20 de septiembre de 2011

EL PASO DEL TIEMPO

Nacemos, crecemos, hacemos un montón de cosas y morimos. Entre el nacimiento y la muerte transcurre un tiempo cuya cantidad desconocemos y que tiene las dos características que diría el filósofo francés Henri Bergson: el tiempo objetivo y el tiempo subjetivo.

El tiempo objetivo son los años de vida que estamos en la Tierra. El tiempo subjetivo es el conjunto de sensaciones que tenemos y padecemos a lo largo de nuestra vida y que nos van conformando como persona y que construyen nuestra particular Historia personal y nos diferencia a cada uno de los demás.

Vivimos diariamente con la voluntad que Dios nos da. A veces el conjunto de rutinas diarias nos causa dolor por la monotonía que implica. Luchamos y en ocasiones no tenemos ni fuerzas de flaqueza para afrontar lo que la vida nos va deparando sin que nosotros queramos, pero estamos obligados a hacer frente a todo lo que nos ocurre: el trabajo, comer, vestirnos y desvestirnos, relacionarnos con las demás personas, hacer las necesidades fisiológicas, ilusionarnos, deprimirnos y un sinfín de cosas incalculables e innumerables como para que quepan en el estrecho margen de un artículo de Internet.

Cada uno invierte su tiempo en lo que puede. Yo decidí invertir el mío básicamente en la Literatura convirtiéndome en escritor, por lo que tuve que abandonar numerosas cosas, entre ellas mi carrera de periodista deportivo en El Correo de Andalucía. Transcurría el año 1982 y tomé la decisión de dejarlo todo por escribir libros y hasta el momento presente he publicado nueve libros de poesía desde El rincón compartido hasta el último titulado Dicha y resurrección, amén de dar numerosas conferencias y publicar muchísimos artículos en diversos periódicos y participar en muchas actividades literarias para dar sentido a mi vida, que es como decir dar sentido a mi tiempo.
Este tiempo va pasando inexorablemente con lentitud o rapidez según esas sensaciones subjetivas del tiempo bergsoniano. A veces un día se convierte en una eternidad y en ocasiones una semana pasa volando y no notamos ni siquiera que la hemos vivido. El tiempo no muestra siempre la misma dimensión. Lo único seguro es la muerte, pero antes tenemos segura la vida que tenemos que explotar y vivirla como mejor podamos y sacándole todo el jugo que esté en nuestras manos.

He decidido también dedicar mi tiempo al amor. Salgo con una mujer desde hace casi dos meses. Las cosas van bien y espero que sigan yéndolo. He tenido muchos fracasos, pero me he levantado. De hecho hay que estar levantándose continuamente por las numerosas caídas y frustraciones que se tienen durante el tiempo que dura la vida. Aprender a levantarse es un arte muy difícil, pero no hay más remedio que aprenderlo. Si no estamos condenados al suicidio o a una vida presidida únicamente por la monotonía, la autodestrucción y el abatimiento.

He decidido también dedicar mi tiempo a luchar por estar bien. Últimamente siempre contesto que estoy bien cuando me preguntan cómo estoy. Es un consejo de la mi psicóloga que estuvo viéndome durante varios años antes de estar en la URSM Macarena. Decir que se está bien aunque se esté mal es fundamental para combatir todo el dolor que nos acosa continuamente. Yo estoy mal, pero estoy bien porque yo lo digo. Es una forma de superación verbal que permite limpiar la mente de todas las cosas oxidadas que llevan años torturándonos y comiéndonos el tiempo del que disponemos para vivir. Y el tiempo ido no vuelve. Hay que ser consciente de esta realidad absoluta: todo es un continuo presente, mezclado con el pasado y el futuro inmediatos. Los tres tiempos se mezclan y forman una sola sustancia que es nuestra alma y el conjunto de acontecimientos que van jalonando nuestra existencia.

No es fácil dirigir nuestro propio tiempo, pero tenemos que hacerlo para que no sintamos que el tiempo es el dictador supremo de la vida que va controlando todo nuestro existir. Tenemos que controlar el tiempo y dejarnos llevar muchas veces por el tiempo subjetivo que puede llegar a ser bellísimo si consideramos que la vida no es sólo este valle de lágrimas que pregona la religión católica. Yo creo en otra vida después de esta vida, pero no comparto la idea de que esta vida tiene que ser forzosamente un valle de lágrimas, una pauta permanente de sufrimiento a la que estamos condenados simplemente por el hecho de vivir.

El paso del tiempo me ha llevado a cumplir recientemente mis primeros 50 años de vida. Me da un poco de miedo la edad porque no creo haber llegado a esta edad. O es que he llegado demasiado deprisa. Este tiempo objetivo es doloroso, pero quiero creer que lo he aprovechado como era debido. Publicando libros, teniendo relaciones interpersonales de pareja, teniendo un hijo, desarrollando el talento o los talentos que Dios me ha dado y un largo etcétera. Quiero creer que mi tiempo subjetivo tiene un valor muy grande para mí y que está complementado claramente por el tiempo subjetivo del alma.

Quiero vivir. Ésta es mi máxima. Quiero aprovechar el tiempo que me queda para que tengan sentido mis cenizas esparcidas por el Puente de la Barqueta de Sevilla tras mi muerte. Quiero vivir y dar sentido a todos mis actos, a todos mis besos, a todas mis caricias, a todo cuanto haga. No quiero presentarme ante Dios con las manos vacías, como si no hubiera hecho nada con mi tiempo objetivo y me hubiese limitado exclusivamente a dejarme llevar por el tiempo subjetivo de una forma pasiva. No quiero ser filósofo de la intrascendencia. No quiero ser constructor de mediocridades. No quiero ser portador de una indignación básica contra todo lo que signifique trabajo o amor. No quiero construir palacios de papel que ardan con una sola cerilla. No quiero ser un defensor de las causas perdidas. Quiero que mi vida tenga sentido. Que el paso de mi tiempo tenga la fuerza suficiente para que mi muerte signifique un triunfo de la vida. Que mi muerte sea un tránsito hacia una vida mejor ganada a pulso durante los años vividos en la Tierra.

El paso del tiempo es la transgresión constante del propio tiempo porque las cosas no son siempre como queremos que sean. Modificamos continuamente la ruta de la vida, las formas múltiples en las que se presenta el tiempo, ese martillo que nos socava y nos quita tantas veces la moral y el deseo de vivir y dar sentido a nuestro paso por el mundo.

El paso del tiempo es la aniquilación del tiempo mismo si no tenemos en cuenta los años que llevamos vividos. No hay necesidad de celebrar los cumpleaños si ello va a significar la decadencia que va inherente a la propia existencia. Celebremos el cumpleaños si tiene sentido nuestro tiempo, si pasamos por este planeta pequeñito con ganas de vivir y de hacer cosas.

El paso del tiempo es la superación de la adversidad, de las enfermedades, desde un simple resfriado hasta un cáncer. Es la contemplación de los éxitos de nuestros proyectos diarios y nuestra gran capacidad de adaptación a la frustración y la rutina diaria que hay que seguir simplemente para vivir y nada más.

El paso del tiempo es también la capacidad de adaptación diaria al ocaso inexorable del paso del tiempo. Es la gran paradoja que nos lleva a pensar si realmente estamos vivos o somos sólo espectros con una supuesta vida dirigida por una inteligencia superior que nos controla como marionetas o títeres que carecen de voluntad propia. Creo que cada uno es dueño de su propio tiempo, dueño de su propia realidad, dueño de su propio subsistir.

El paso del tiempo nos convierte en héroes de nuestra propia cotidianeidad. Es un triunfo permanente contra todo lo que nos impide ser felices. Según Francisco Umbral la felicidad es una aspiración burguesa. Yo creo que es una aspiración humana, sin más. No podemos dejarnos llevar por la condición peyorativa del ser humano. Vivir como mera supervivencia. No se trata de eso. Vivir como triunfo permanente si somos capaces de ser felices. Contar los días como pequeños homenajes a la felicidad. Debemos tener el estigma de la felicidad, no el estigma del fracasado que se autocompadece permanentemente de sí mismo.

El paso del tiempo es la posibilidad de triunfar sobre la vida y la muerte. Dualidad maldita o bendita según se vivan ambas realidades. Yo quiero luchar por la vida en todas sus manifestaciones. Quiero ser un triunfador, no un perdedor. Ya he perdido muchas cosas y personas. Ahora quiero dar una nueva vuelta de tuerca y divertirme con el triunfo sobre los defectos y los dolores. Quiero que mi paso de mi tiempo sea un valle de risas. Quiero que tenga un sentido y que me lleve a la felicidad de la mejor forma posible. Amén.

José Cuadrado Morales

1 comentario:

Anónimo dijo...

una visión muy bonita del tiempo. Ví como escribias algún fragmento y la verdad es que es impresionante tu forma de escribir.