lunes, 12 de septiembre de 2011

CÓMO SE VIVE LA LLEGADA A UNA NUEVA CIUDAD.

Cogí el avión una noche del mes de Mayo con destino a Sevilla, ciudad que no había visitado nunca y en la que no conocía a nadie. Cogí un taxi que me llevó al piso de estudiantes en el que me quedaría de forma provisional, un edificio no muy alto con un portal de madera, decorado con unos azulejos azules y unos faroles muy típicos de la tierra, algo que me hizo pensar en el encanto del sur del que me habían hablado, ese encanto tan cierto. En cuanto subí al segundo piso, abrí la puerta y la primera sensación fue la de que me encontraba sola y algo asustada por no conocer nada, no conocía ni a la gente que estaba allí durmiendo, ni la habitación, ni la cama.

Son 800km de viaje que, hechos en avión, realmente no te das cuanta de la distancia que has de recorrer hasta llegar a ese nuevo sitio. Aquella noche descansé bien, imagino que los nervios del viaje me dejaron tan cansada que no me dio tiempo de pensar en lo que me iba a encontrar a la mañana siguiente.
Te acuestas y de repente, estas por la mañana en otro lugar, aunque con ilusión y decidida a disfrutar de ese año que queda por delante.
Esa misma mañana conocí a Marina, la que es ahora mi compañera de piso, ya que cambié la primera casa por una más acogedora con las chicas de la residencia, e hicimos mucha amistad, tanto que las considero mis hermanas. A Pilar la conocí en las jornadas de presentación del Hospital, ella es Matrona.

En la convivencia con ellas del día a día en Sevilla, conociendo las calles más destacadas y los rincones más sonados por la gente de aquí, me he dado cuenta de que el pensamiento de los sevillanos es muy diferente, disfrutar de la calle y de su gente es su forma de vivir y por supuesto, disfrutar del clima. No hay fin de semana en que las playas de Punta Umbría no se llenen de veraneantes, la Alameda se llena de gente que saca sus perros o sus guitarras a pasear y los que no dejan de trabajar, disfrutan de la cervecita o del tinto de verano con los compañeros después de su jornada, hasta llegar a casa y hacer la famosa siesta de cuatro horas mientras esos 45 Cº bajan gradualmente en el termómetro.


Y ya no es sólo la vida en la calle sino también la forma de hablar, hay muchas palabras que suenan tan diferente que parece que vengas del extranjero, los “chícharos” en mi tierra son “alubias”, la “costra” de una herida mía es una “postilla” de un sevillano y así un sinfín de diferencias, como el tono a la hora de hablar, una “tonaílla” que gusta y que alegra al oído pero que al mismo tiempo me cuesta entender cuando hablo con ellos por teléfono.
Son muchas las diferencias que hay entre mi tierra y mi nueva ciudad, no sé si mi año lo alargaré o volveré a Castellón, lo que si que sé, es que cada vez que venga de visita la veré como una ciudad nueva y con encanto, porque en Sevilla siempre habrá un rincón por ver, un rincón para tomarte tu cervecita y para “charrar” como se dice en mi casa, con los amigos que me dejo aquí.

Miriam Gas García. EIR Salud Mental, Hospital Virgen Macarena.

2 comentarios:

urarocio dijo...

Y eso que solo estas conociendo gente del área Macarena, el día que nos conozca a los del área V. del Rocio, Sevilla te parecerá totalmente distinta... ya verás.

Anónimo dijo...

oye y yo que????