viernes, 17 de junio de 2011

UNA MADRE

De los recuerdos más alegres que tengo de mi madre, figuran los jueves de la feria de abril, donde íbamos por la mañana, dábamos un paseo por el real para los caballos y carruajes, y después comíamos bistec empanado y tortilla de papas, que por supuesto nos traíamos ya preparados de casa.
Es todo un carácter, en una ocasión, estando yo en Córdoba estudiando, pasamos a comer a un restaurante, el camarero empezó a servirle sopa en un plato, y ella callaba, esperando que fuese el camarero quien parase, pues bien, cuando el plato estaba a rebosar, dijo el camarero, ¿Le sirvo otro plato, señora?
Otra cosa curiosa de mi madre, es la forma en que aprendió a leer; sola, ella sabía los rezos y los identificaba con las letras de las hojas parroquiales.
Ahora, mi madre supera los 80 años, y cada vez depende más de mi. Pero aún con su edad, sigue manteniendo las ganas de vivir, de ir a la Iglesia diariamente. Tan solo espero que cuando se vaya, ella esté preparara para irse, y yo para quedarme sin ella.
Si creemos en Dios, ella tiene seguro un hueco en el cielo al lado de mi padre.
Como pasará con todas las madres, hemos tenido momentos buenos malos y regulares, pero hay que quedarse con lo mejor, comentárselo en las comidas y tratar de transmitirle paz, toda la que se pueda.

Diego de la Algaba

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